Iker Casanova
Candidato de EH Bildu
GAURKOA

Aquí sí, ahora sí

Hubiera encabezado esta reflexión simplemente con un ‘‘Aquí y ahora’’ si hace un par de años no hubiera titulado otro artículo de esa misma manera. Hablaba en aquel momento de la necesidad de insertar de forma adecuada el análisis político en las coordenadas espacio-temporales reales para poder impulsar una dinámica de cambio estructural. El aquí y ahora de este otro artículo es mucho más cercano y tangible. No remite a procesos a medio-largo plazo ni a contextos geoestratégicos, sino que habla de algo que puede pasar aquí y ahora, en sentido literal. En Euskal Herria. En septiembre de 2016. Al hilo del determinante proceso electoral que se celebrará el próximo domingo en una parte de su territorio, la Comunidad Autónoma Vasca.

Con toda probabilidad las fuerzas que apoyan el derecho a decidir superarán el día 25 el 70% del voto. Y lo harán desde la transversalidad, ofertando tres planteamientos distintos sobre la independencia (a favor, EH Bildu; en contra, Podemos; e indefinido, el PNV) pero compartiendo un discurso sobre el agotamiento del marco actual y la necesidad de sustituirlo por uno nuevo basado en el derecho a decidir. Un discurso que podrá transformarse en un cambio real, o no, en función de los resultados que depare la cita electoral. Porque es obvio que las direcciones tanto de Podemos como de PNV se mantienen en un equilibrio forzado entre respaldar lo que la gran mayoría de la sociedad demanda, el derecho a decidir, y unos cálculos más prosaicos basados en echar cuentas para la formación de un nuevo gobierno. Solo la fortaleza electoral de EH Bildu y/o una amplia movilización social podrán activar una situación de un potencial inédito.

La legislatura actual ha sido la de mayor retroceso en el autogobierno moderno desde que este se instauró hace 40 años. Tras décadas quejándonos de la insuficiencia del Estatuto, unos, y de su lento ritmo de desarrollo, otros, al final hemos llegado a un punto en el que el proceso de trasferencias no solo se ha paralizado sino que se ha empezado a revertir. Por la vía de los hechos, en el marco de un plan sistemático de recentralización, el Gobierno y el Tribunal Constitucional (perdón por la redundancia) han emprendido el desmantelamiento del Estatuto. Las competencias propias quedan vaciadas de contenido mediante leyes y decretos de Madrid, al tiempo que cualquier ley vasca que disguste al Estado es inmediatamente anulada. Esto está sucediendo en un momento de gravísima crisis social y dado que muchas de las medidas que el Estado ha vetado servirían para mejorar la vida de las personas de forma inmediata (como la Ley de Vivienda, las convocatorias de oposiciones para ampliar plantillas públicas, el esfuerzo presupuestario para evitar recortes…) esta ofensiva centralista está dañando de forma grave los intereses de las gentes de este país.

Por otro lado, las recientes elecciones estatales han generado una situación paradójica: la propuesta reformista fracasó definitivamente el 26J y el hecho de que Cataluña y Euskal Herria la respaldaran masivamente solo significa que ahora están aún más lejos de España. Al tiempo, los dos partidos que siguen dominando el mapa político español tienden en Euskal Herria hacia la marginalidad, peleando por superar de forma conjunta el 20%. La corrupción, los recortes, las políticas a favor de las elites financieras y empresariales, el confesionalismo inconfeso, el militarismo y otros pilares del Régimen del 78 quedan cada vez más lejos de una sociedad vasca que demanda políticas de progreso con una intensidad sin parangón en nuestro entorno. Esto genera un choque de voluntades imposible de resolver en el marco actual. Tanto la vía estatutaria como el intento reformista en el Estado han colapsado de forma evidente.

La liquidación del Estatuto, la demanda vasca de cambio social y la correlación de fuerzas abrumadoramente favorable a un nuevo estatus nos llevan a decir que aquí y ahora nos encontramos ante una oportunidad histórica. Pero la magnitud de los cambios que debemos afrontar supera la capacidad de un solo partido, o de una alianza ajustada que busque solo garantizar una mayoría parlamentaria. Necesitamos acuerdos de país para construir un nuevo escenario basado en tres pilares: un nuevo estatus, rescate social y la paz definitiva. Solo una alianza política en la que participen EH Bildu, PNV y Podemos, junto a la imprescindible participación de la ciudadanía y los agentes sociales, entre los que está llamada a jugar un papel determinante la mayoría sindical vasca, puede activar un proceso que supere el veto que el Estado español va a imponer a la democracia. Porque, por mucho que algunos propongan vías escocesas o leyes de claridad, no sé si con ingenuidad o para escurrir el bulto, enfrente no tenemos ni a Canadá ni al Reino Unido. Tenemos a un Estado ultra-nacionalista y cerril que solo va a respetar la palabra vasca si este pueblo articula mecanismos políticos de confrontación que le obliguen a ello.

El PNV rentabiliza a la perfección el conformismo y el miedo al cambio, vendiendo como estabilidad lo que no es sino mediocridad. Eso le ha ido bien en términos electorales pero se está convirtiendo en un desastre para el país. La última legislatura no ha sido una legislatura perdida sino una legislatura de retroceso, en lo nacional y en lo social. Estamos peor que hace cuatro años y sobre todo, estamos mucho peor de lo que podríamos estar si tuviéramos en nuestra mano los instrumentos para articular otras políticas sociales y económicas. Por eso, al PNV le decimos «Ahora», ya basta de espera, es hora de defender nuestros derechos como pueblo. Desgraciadamente, Urkullu solo mira al PSOE para ofrecernos cuatro años más de esta nada gris en la que nos ha tenido empantanados en los últimos años. Cualquier independentista ha de saber que votando a Urkullu va a respaldar un gobierno con los que hacen vídeos contra el euskara y niegan el derecho a decidir. Solo si no le salen las cuentas, EH Bildu está fuerte y la sociedad aprieta, lo que parece inamovible puede empezar a moverse.

Hay un gran obstáculo entre el modelo social de Podemos y su materialización. Ese obstáculo se llama España. Es curioso que reprochen a la izquierda soberanista abandonar lo social en detrimento de lo identitario quienes optando por España dan la espalda a los intereses objetivos de la mayoría trabajadora vasca. Nuestra sociedad es más próspera y políticamente más progresista que la del Estado. ¿Por qué seguir unidos cuando somos maltratados y tratados como inferiores? ¿Por qué resignarnos a que nos gobiernen siempre los aznar o rajoy de turno? ¿Por qué esperar a que cambie una España que ha decidido no cambiar? En una Euskal Herria soberana viviríamos mejor y con más derechos. Por eso le decimos a Podemos que aquí sí hay correlación de fuerzas para el cambio, que el cambio social solo es posible «Aquí».

No pedimos un acuerdo para declarar la independencia el 26 de septiembre. Pedimos un acuerdo de país, político y social, para garantizar a nuestro pueblo una nueva arquitectura institucional basada en la libertad, en la democracia, en el derecho a decidir. Un nuevo estatus que blinde nuestro derecho al autogobierno y que nos permita afrontar un proceso constituyente para redactar la nueva carta de derechos sociales de la ciudadanía vasca del siglo XXI. Y por supuesto, que permita a esta parte del país elegir con libertad el modelo de relaciones con el resto de Euskal Herria y con el Estado. Esto es posible aquí y ahora porque hemos logrado lo más difícil, que una mayoría amplísima de nuestro pueblo respalde la necesidad de construir ese nuevo estatus. Una EH Bildu fuerte sería un empujón determinante en la activación de ese proceso, cuyo éxito definitivo vendrá indudablemente de la mano de la movilización social. Es posible. Aquí y ahora.