Aitor Garagarza Cambra
Licenciado en Ciencias Políticas
KOLABORAZIOA

La épica de la lucha (II)

Durante las últimas semanas muchas voces hablan sobre estrategias y métodos de lucha. Se puede decir, simplificando, que históricamente y en diferentes periodos, la izquierda revolucionaria hegemónica ha optado por diferentes métodos para la consecución de sus objetivos políticos. Desde las huelgas generales de principios de siglo XX reconvertidas en levantamientos populares, la guerra de guerrillas, pasando por la lucha armada urbana o el ciclo latinoamericano de lucha institucional con gobiernos de corte progresista, entre otros. Esta última estrategia también se ha intentado implementar en Europa y tras el fracaso de Syriza me parece que no hemos sido capaces de reflexionar al respecto.

La historia no es lineal y los ciclos de lucha tampoco, aun así, la izquierda tiene pendiente un debate respecto a los repertorios para la consecución de sus objetivos políticos en el contexto actual. Hoy más que nunca, la hegemonía absoluta del monopolio de la violencia, tanto directa como simbólica, está controlada por los poderes fácticos mediante los estados, sus supraestructuras o diferentes organismos interestatales. La tolerancia represiva ha calado profundamente en las capas populares. Se puede tirar de libro, consignas, batalla de ideas, pero tenemos delante un muro bastante curioso.

Euskal Herria no es una excepción. Por más que durante mucho tiempo se consiguiese disputar la legitimidad de la violencia y existiese una amplia comunidad antirrepresiva que en las ultimas décadas ha ido mermando. Es más, la utilización de métodos de autodefensa frente a la represión, por muy legítimos que los considere, se han vuelto contraproducentes, incluso han fortalecido el discurso de las élites.

Dicho esto ¿Qué formas de lucha pueden ayudarnos en la consecución de nuestros objetivos? ¿Debemos intentar disputar la legitimidad de la violencia a los poderes fácticos o buscar caminos que nos ayuden en su deslegitimación? En un artículo anterior expuse la necesidad de impulsar un repertorio de lucha desobediente para poder crear las condiciones que desencadenen y construyan un proceso independentista de transformación social.

¿Por qué la desobediencia no violenta? La desobediencia nos puede ayudar a tejer nuevas alianzas con amplios sectores. Puede desarrollarse de manera individual, colectiva o de masas. Da opción a diversas formas de implicación y de implementación. Es una herramienta tanto destituyente como constituyente. Se puede practicar desde diferentes ámbitos, desde el ámbito popular hasta el institucional. Recordemos hoy, como hace 30 años diversos ayuntamientos de Euskal Herria se sumaron al movimiento insumiso, desobedeciendo las leyes del Estado.

Es una herramienta útil para crear nuevos discursos, iconografías, escenificaciones, maneras de proyectarse hacia el exterior, relatos o diferentes maneras de transmitir el mensaje. Es ahí donde cobra gran importancia la agilidad discursiva, la inteligencia colectiva y la originalidad de masas. Puede ser el punto de unión para un amplio sector de la sociedad, generando nuevos lazos emocionales y sentimentales. Estamos ante un cambio de fase, en la que es imprescindible construir otro relato colectivo que aglutine y reconfigure las identidades colectivas.

La desobediencia permite la flexibilidad de optar por diferentes estructuras organizativas. No es una seña que lleve consigo adherida, al 100%, pero en esta forma de lucha se ha reflexionado más sobre el cuidado de las personas, las maneras de relacionarse entre sí, los límites de cada una y las relaciones de poder. Poniendo en el centro de la agenda y la práctica las enseñanzas que nos trae el movimiento feminista. «Bidea ere borroka da» dice La Fundación Joxemi Zumalabe.

Su implementación cuenta con un amplio bagaje, en diferentes épocas, tanto en la parte peninsular como la parte continental de Euskal Herria. Puede servir además para crear lazos entre Iparralde e Hegoalde trabajando la territorialidad, impulsando dinámicas compartidas, empezando desde lo más básico, así como, la trasmisión de experiencias y luchas.

Para finalizar, decir que esta herramienta permite que al ser llevada a la práctica, el discurso no se diluya en la acción, centrando el debate y escenificando las contradicciones del opresor. Es una herramienta en la que el castigo cobra gran relevancia. En la medida que la desobediencia se vaya articulando, las élites harán todo lo posible para neutralizarla. Últimamente, se han oído diferentes declaraciones por diferentes canales sobre la necesidad de vaciar las cárceles. Creo en la necesidad de vaciarlas lo antes posible. Pero si las volvemos a llenar en esta nueva fase ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Para qué?