gara, donostia
EDITORIALA

Urkullu no representa al país sobre Catalunya

Con su afirmación ayer de que «el 1 de octubre, tenga lugar lo que tenga lugar, no tiene las garantías debidas», el lehendakari de la CAV, Iñigo Urkullu, ha terminado de retratar su posición ante el pulso que Catalunya ha lanzado al Estado para materializar de una vez su derecho a decidir. La declaración se ve agravada por la apelación a que «hay que ser honestos» para reconocerlo, porque si algo hay deshonesto es cuestionar la legitimidad de ese referéndum por sus aspectos formales y obviar al mismo tiempo la borrachera represiva española que impide celebrarlo de otra manera. ¡Qué más quisiera la ciudadanía catalana que debatir y votar como lo hizo la escocesa en el año 2014! Y eso Urkullu lo sabe perfectamente.

Al inquilino de Ajuria Enea sí hay que reconocerle cierta coherencia. La tolerancia que encierra su declaración ante la ciega embestida judicial y policía española contra todo y contra todos (incluido un president como él) es similar a la que mostró durante casi una década de ilegalización de la izquierda abertzale que tergiversó el resultado de todo tipo de comicios. También hay que decir en su descargo que Urkullu no solo aceptó los atropellos judiciales que jugaban en su favor (el último, la inhabilitación como rival electoral de Arnaldo Otegi, reafirmada ayer mismo por el Supremo), sino incluso los que afectaron a su partido (llevando a Lehendakaritza a Patxi López en detrimento de Juan José Ibarretxe en 2009).

Con su posicionamiento, Iñigo Urkullu se ha ganado el aplauso de Madrid y quizás ha logrado mejorar su posición en la mesa de negociación con el Gobierno español. Pero de ese modo se sitúa también de espaldas a la mayoría no ya soberanista, sino democrática de Catalunya, que a buen seguro no habrá tomado de buen grado la declaración. Y sobre todo, y es lo que más debiera preocuparle, delata a un lehendakari que tendrá muchos votos pero en este asunto concreto no representa al país.