Pablo CABEZA
BILBO
Entrevista
FERMIN MUGURUZA
MÚSICO Y CINEASTA

«Es el disco más duro que he hecho desde ‘Ireki ateak’ con Dut hace veinte años»

En noviembre de 2016 se publica «Black is beltza ASM sessions», trabajo de FM junto a Chalart58. No es habitual que en un año un artista tenga nuevo disco, además de conocerse que está inmerso en la película de animación «Black is beltza». Con todo, aquí está «B-Map 1917 + 100», sonidos indutriales junto al dúo catalán TSOWC y que se publica hoy mismo.

Con Fermin Muguruza no hay que dar nada por supuesto. Su capacidad de trabajo y persistente inquietud puede desbordar cualquier previsión. Se sabía que estaba implicado al máximo con el filme de animación “Black is beltza”, pero el ágil músico se guardaba que aún tenía tiempo para abordar un proyecto inimaginable en su discografía: dar forma a un disco con ambientes industriales suavizados por la tela sonora de los buenos tiempo del post-punk rítmico de la ciudad de Manchester. Este lado es el que propone melodía ante los impulsos agobiantes y machacones de los catalanes The Suicide of Western Culture. El resultado es que ambas partes están soberbias. Absorben la atención como un imán se merienda a una aguja.

La primera escucha de «B-Map 1917 + 100" (Talka Records & Films/El Segell del Primavera) sorprende, y será más contundente aún para quienes no estén familiarizados con los ritmos industriales. Con todo, y como explicará Muguruza más adelante, él se fija en Nine Inch Nails porque a pesar de sus golpes de hierro también cuidan la melodía. Y en este campo Muguruza ha realizado un brillante trabajo de compensación.

De otra parte, Muguruza es un músico formado y atento a la historia, por lo que puede afrontar retos con facilidad, sea con músicos de Nueva Orleans, Chalart58 o ahora TSOWC y, además, aportar textos siempre comprometidos (en este caso el sistema capitalista es uno de los focos fuertes) y repletos de referencias.

En “B-Map 1917 + 100” (ya el título llega con alusiones: los cien años de la Revolución rusa y el derrocamiento del régimen zarista) las conexiones incluidas en las letras son numerosas. En realidad, los textos deberían venir con hiperenlaces, pero como no es posible, no queda otra solución que echar mano del bagaje histórico y musical o acudir a consulta.

Sin intención de explorar todo el universo que rodean a los textos, Muguruza engarza de principio con Ulrike Meinhof. Está en la ciudad de Berlín, porque este es un disco de ciudades y de ciudades que comienzan por “B”. Esta letra se fija en la fundadora de la Fracción del Ejército Rojo, RAF en alemán, lo que conlleva recordar cómo tres militantes más aparecían suicidados en sus respectivas celdas, Fermin los menciona. Obviamente pocos se creyeron las versiones oficiales. También en esta letra señala: “La revolución dice: yo soy, yo fui, yo seré”, de la teórica marxista Rosa Luxenburgo.

En “Beirut” apunta al poeta palestino Mahmud Darwish. En “Brazzaville”, mientras menciona el ultraje y la espoliación del continente, el músico recuerda a Patrice Lumumba, líder anticolonialista congolés. Fue primer Ministro en 1960 y un año después muere en atentado. “Belfast” referencia a Bobby Sands, miembro del IRA Provisional, fallecido tras una larga huelga de hambre. “Belgrado” descubre a la singular rapera Mimi Mercedez quien proclama sexo, drogas y lucha de clases. “A la mierda la corrección política, que se jodan los teóricos románticos bailando a su ritmo”, proclama Mimi, discurso que hace suyo Muguruza.

En este apasionante recorrido histórico por cada letra, se refleja a los hermanos Flores Magón, precursores de la revolución mexicana. En “Baton Rouge” se da fe del coraje y valentía de Ieshia Evans, una mujer enfrentándose a robocops antidisturbios en una manifestación contra los continuos abusos policiales racistas. Hay más nombres, otras raperas luchadoras, más ciudades con “B”, como si el disco fuese, de paso, también la cara “B”, la menos conocida, la más díscola en general.

Y a todo este clima únanse decenas y decenas de samplers variados, rapeados salvajes y un trabajo general abrumador.

¿Cómo le seducen para complicarse la vida una vez más, aunque merezca la pena?

Todo esto lo provocó Carles Baena de El Segell. De The Suicide of Western Culture yo solo conocía “Love your friends, hate politicians”, un temazo. Así que me envió los discos y me dijo que eran muy, muy seguidores míos, de todo lo que he hecho en mi vida, aunque les gustaban más unas etapas que otras, y que alguna vez tendría que hacer algo con ellos. Un día, se ofrece a presentármelos y me invita hacer una escucha de su música los tres juntos. Un día me trajeron un remix de un tema que les había mandado y que no había salido en ningún sitio y, de repente, con tres temas ya pensé: ‘podemos llegar hasta cuatro”. Empezamos a hacer trabajo de creación, de cirugía musical. Poco a poco, me iban gustando cada vez más instrumentales de los que me enseñaban… y al tercer día ya vi claro que podía hacer incluso un disco entero y, además, un disco conceptual.

Y, además. con muchos recursos expresivos, con samplers de diferente espectro. Como vaciar la alacena.

“Siempre me ha gustado añadir ese toque de sampleado de voces sacadas de la realidad que identifica mucho el trabajo que he hecho desde Negu Gorriak. Al final, forman parte del armazón musical. Según iba escribiendo las letras, iba pensando también qué tipo de samplers podría ir eligiendo. TSOWC ya metían o muchos sonidos y ruidos sampleados y yo por ejemplo, incorporaba en el tema de Brazzaville las voces de una tribu cantando, o una radio hablando de la muerte de Bobby Sands en la de Belfast, o voces serbias en la de Belgrado, o a Ulrike Meinhof en la de Berlín… Todo este tipo de recursos me motiva muchísimo.

Con guiños a su carrera...

En “Brazzaville”hemos usado otra vez el sample del hacha de “Kolpez Kolpe”, que aparece siempre en todos los proyectos que he hecho, de alguna manera o de otra. Kaki Arkarazo fue a grabarlo en su día a una competición de aizkolaris (cortadores de troncos) en Tolosa. Luego salía en canciones de Negu Gorriak, luego en el disco con Dut… En “Brazzaville”, el hacha es la que marca el ritmo. Y si se escucha con atención, se nota que es el hacha de “Kolpez Kolpe”. Empieza el hacha y luego ya enlaza con el famoso discurso de Patrice Lumumba que le costó la sentencia de muerte. Y en “Beirut”, por poner otro ejemplo, cito “Ehun ginen”, la versión de M-Ak que en su día hice con Kortatu y en la que colaboraba Mikel Laboa.

La «B« como protagonista.

Cuando estaba trabajando para Al Jazeera con la serie de documentales sobre música árabe, me instalé en Beirut y uno de los representantes de la cadena me dijo que hubo un tiempo en el que tres ciudades del mundo eran las que más información promovían: Beirut, Bilbao y Belfast. Las tres bes de las noticias. Caí en la cuenta de que había y hay otras ciudades que empezaban por B cuyos conflictos también despiertan mucho interés periodístico: Barcelona, Berlín... Descubrí un mapa muy interesante alrededor de la letra. Por otro lado, me acordé de una idea de Public Enemy que sampleo en la canción de “Baton Rouge”: ‘Brother black the B is back, so check it out. The B-side wins again. Here we go!’. La letra “B” es como de la otra cara de la realidad, es la contracalle, kontrakalea. También hay referencias a una de las canciones que hicieron Dut, “Itxura faltsuak”, con los que hice un disco y una gira que he tenido muy en mente también en esta ocasión.

Los duros Dut, como este mismo disco.

Este es el disco más duro que he hecho desde “Ireki ateak” con Dut hace veinte años. Tiene un sonido muy bestia, muy industrial, incluso difícil para determinado público que me sigue. Pero a mí siempre me ha apetecido adentrarme por ese terreno. Por otro lado, también estaba en un momento en el que me apetecía escapar de la fase de revisión de mis propias canciones, que era lo que había hecho con varias giras anteriores. Este nuevo disco también me sirve para decir: ‘Si alguien se pensaba que solo llegaba hasta aquí, estaba equivocado’. “B-map 1917 + 100” no es un disco anecdótico o una colaboración más, no, no. Es un disco mío con TSOWC, pero una pieza clave, de mucho calibre, dentro de todo lo que he hecho en mi vida. Por eso digo que es un “El estado de las cosas” o un “Gure Jarrera” en el año 2017, que, a su manera, también fueron conceptuales.

Las letras son como partes de la historia que explican el mundo.

No sé si faltan más canciones que expliquen la realidad, los tiempos, pero las busco y las encuentro. Me parece necesario o, como mínimo, algo que necesito. Aunque me encanta estar pendiente de las noticias todo el día, a veces me siento abrumado por la información. Necesito que me la interpreten, que me ofrezcan un punto de vista. Cuando escuché en la radio la canción de Kate Tempest “Europe is lost” fue como un puñetazo. Este tipo de artistas que lanzan mensajes-crónica, aunque sea a través de una estética única, pero también revolucionaria, como Mimi Mercedez, esta artista de trap serbia a la que hago un homenaje en Belgrado, es algo que me apasiona. En Francia he descubierto también a Casey, de estética muy queer, que me impactó mucho en directo. Sus canciones están muy comprometidas socialmente.

También habrá músicos que hayan sugerido directa o remotamente algunos aspectos de «B-Map 1917 + 100»

Sí, cosas tipo The Disposable Heroes of Hiphoprisy, que ya habían estado presentes en otras épocas, o los primeros discos y videoclips de M.I.A, que tenían un sonido global, que iba más allá de lo industrial. Siendo este un disco-mapa, tenía sentido esta vez acercarme a un sonido global. Por eso en “Brazzaville” se incorporan sonidos del nuevo beat que se está haciendo en África. Y respecto a la parte sonora más industrial, también me acordaba de Atari Teenage Riot, aunque en la manera de cantar haya intentado alejarme del grito, un estilo que adoro, pero que esta vez prefería no revisitar. He preferido buscar melodías como contraste a esas bases tan salvajes. Nine Inch Nails también tenían ese punto, cuando buscaban melodías en medio de una base dura y oscura. Y de alguna manera, el post-punk de Manchester también estaba presente en la Fabra i Coats de Barcelona, que es una fábrica de ambiente muy inglés y me recordaba a Joy Division-New Order.