
La visita inesperada de Donald Trump a México y la reunión con el presidente Enrique Peña Nieto ha servido para relanzar la carrera del candidato a la Casa Blanca estadounidense. Previo a la visita, muchos esperaban que suavizara sus posiciones sobre los movimientos migratorios entre ambos países, pero no fue así.
Horas después compareció ante sus fieles en Phoenix, EEUU, donde confirmó su plan migratorio que incluye la construcción de «un muro impenetrable» con México y «una fuerza de deportación» para expulsar a millones de indocumentados. Trump habló de contratar 5.000 nuevos agentes de la Patrulla Fronteriza y que todos los indocumentados «extán expuestos a la deportación».
Tras ello centró su foco en los cerca de dos millones de indocumentados con algún antecedente penal. Afirmó que «comenzaremos a echarlos en el primer día. En mi primera hora de oficina esta gente estrará fuera».
Sobre el muro, insistió en la idea de que será México quien lo pague, «todavía no lo saben, pero lo pagarán ellos, el 100%». Horas antes Trump se había reunido con el presidente mexicano Peña Nieto, que negó ese pago y dijo que se trata de una «gran amenaza» para su país y que no lo permitirá.

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