Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Calabria»

Las raíces rurales y familiares de la Ndranheta

El cine italiano tiene un filón inagotable en las películas sobre las organizaciones criminales, porque no se acaba ni con la mafia sicialiana ni con la camorra napolitana. Francesco Munzi consiguió triunfar en la Mostra de Venecia y llevarse el Premio de Mejor Director, gracias a sus indagaciones en la Ndranheta calabresa a partir de una novela de Gioacchino Criaco, que es natural del pueblo de Africo, uno de los puntos neurálgicos y origen de ese mundo delictivo.

Si en la reciente “Gomorra” Matteo Garrone retrataba una fenomenología social urbana, en “Anime nere” Francesco Munzi utiliza ese mismo realismo para ahondar en las raíces rurales y familiares de la Ndranheta. Por eso habría que remontarse hasta el clásico de Francesco Rosi “Salvatore Giuliano” (1962) para encontrar alguna conexión con el bandidismo más montaraz.

Pero de lo que habla ahora Munzi es de los desertores del arado, del papel que ha jugado el éxodo rural en este tipo de actividades ilegales. Por eso, el relato parte de un representante de las nuevas generaciones, un muchacho que reniega de sus orígenes, y quiere marchar a la ciudad, a Milán, donde sus tíos se han enriquecido con el dinero del narcotráfico y su posterior blanqueo en negocios inmobiliarios.

Sin embargo, el peso de las tradiciones con sus viejas disputas entre clanes rivales, caerá sobre el joven a consecuencia de un acto inconsciente que llegará a acarrear trágicas consecuencias para los suyos. Su padre deberá tomar la decisión más dolorosa y difícil de entre todas las posibles, para terminar con la espiral de venganza. Y es así cómo la figura paterna se convierte en la víctima principal del fuego cruzado, dada su condición de campesino que intenta seguir viviendo del pastoreo, desentendiéndose de las nuevas y peligrosas tendencias que va tomando el modus vivendi familiar.