Antonio Alvarez-Solís
Periodista
GAURKOA

Triunfal explicación de un desastre

Hace ya muchos años un gran periódico aragonés explicaba un sangriento desastre ferroviario diciendo que «afortunadamente todos los muertos eran de tercera». Supongo que el informador del suceso quiso subrayar que «afortunadamente» solo un vagón resultó destrozado al pasarlo por ojo en el cruce otro tren que no respetó las señales. La tragedia ya no era tan grande.

Muchos años después otro desastre, el de la economía española, es explicado del mismo modo por el Gobierno de Madrid, acosado por unas elecciones que, si han crecido algo en inteligencia los ciudadanos del país, se presentan para el PP «al borde del despeñadero para caer en el abismo insondable», como profetizaba sonoramente Gil-Robles respecto al Frente Popular republicano en 1936. Es decir, el PP asegura, de modo implícito que, «afortunadamente» todas las víctimas del paro o de los salarios de hambre, son del mismo vagón. Mi felicitación a los que van en coche-cama.

Faltan ya pocos días para que abran los colegios electorales y el viento contrario se transforma en tifón. Así es que el Sr. Rajoy ha lanzado al «abismo insondable» de la propaganda a gentes en apariencia tan plácidas como la vicepresidenta o el Sr. De Guindos, que incluso se ha permitido añadir algunas décimas a las cifras de crecimiento exhibidas por el jefe del Gobierno. ¡Que sean para bien! Han quedado atrás, en solo dos semanas, aquellas previsiones del 1,5%. Incluso han caído en el olvido cifras del 2,9%. El Sr. De Guindos se atreve a pronosticar incluso un crecimiento superior al 3%. Embolica que fa fort, como dicen los catalanes cuando ven venir una etapa que exige todo el esfuerzo para embrollar un asunto, a fin de «embajanir» o entontecer a la clientela.

Sin embargo, el paro sigue siendo monstruoso, según todos los organismos nacionales –el propio Banco de España lo certifica– e internacionales, que temen que España vuelva a contagiar a Europa. Todas las semanas anteelectorales suena el tararí que anuncia el crecimiento del empleo en cientos de miles, pero el paro no se rinde. ¡Extraño comportamiento! Las últimas estadísticas hablan de que en abril hubo cerca de 119.000 nuevos empleos, sobre todo entre peonadas para el campo y camareros, ya que la Semana Santa y las cosechas tiran mucho y puede llegar casi el milagro, que históricamente es escaso y muy puntual. Desde Fátima no sucedía tal cosa. Mas debe aclararse que de tales empleos un estadístico sindical ha dicho que uno de cada cuatro duran una semana y son firmados por gente poco cualificada o que aceptan un trabajo de cualificación muy inferior a la que tienen por su formación. Gente del vagón de tercera. Por su parte el turismo del que tanto se habla es angélico, ya que alrededor del 60% del dinero que moviliza el turista queda en su país de origen, en manos de quienes gestionan su viaje. Aquí las grandes empresas que generan el empleo importante apenas existen ya y buena parte de ellas están en la construcción, a la que debemos la burbuja que desequilibró totalmente al país en tiempos del Sr. Aznar y que puede volver a desequilibrarlo.

La globalización ha suprimido casi de raíz el reparto del trabajo con alto valor añadido, en manos ahora de un corto número de potencias. Por otra parte la base laboral de muchas tierras españolas radicaba en pequeñas empresas que están siendo acorraladas por los impuestos, en su mayor parte empleados en mantener el liquidador poder público español o en hacer frente a una deuda monstruosa. Esto acabará como la desamortización de Mendizábal, que concluyó poniendo en manos de terratenientes rentistas los medios de pago suficientes para adquirir acciones de las grandes compañías inglesas o francesas que empezaban a colonizar España. Yo tengo la esperanza de que algún día amorticemos de una vez a las clases dirigentes. Lo que dudo es la clase de amortización que hayamos de practicar.

Este panorama es conocido en las altas esferas políticas, pobladas por intereses que no tienen nada que ver con la relativa solidez que debería poseer una eficaz economía nacional. Pero el mareante baile de grandes cifras hace que una parte sustancial de la población renuncie a toda crítica y ponga su supervivencia en manos de sus propios explotadores. De vez en cuando una luz inevitable alumbra momentáneamente la realidad, como sucede ahora con la deuda pública que se generó para consolidar una banca que iba a su quiebra radical y de la que en su día dijo el Gobierno de Madrid que ni un euro de esa ayuda al mundo financiero pesaría sobre la sufrida espalda fiscal de los españoles, pues responderían de ella los bancos beneficiados con dinero de la nación. ¿Lo recuerdan ustedes? Pues esta seguridad, naufragada al poco, merece una explicación.

El Sr. Rajoy ha asegurado cien veces que la reestructuración de la banca española, supuesta base para impulsar al país, no necesitaba un rescate europeo, y que el Gobierno español proveería las cantidades necesarias para estimular una resurrección bancaria que proyectase un río crediticio sobre la reseca economía productiva española. Y a tales efectos movilizó cincuenta mil millones de euros. Pues bien, de esos cincuenta mil millones solo han retornado los bancos un 5% por ciento de la ayuda recibida que, como dinero estatal, había sido muñido de la arruinada ubre popular mediante recortes y cargas que han hecho de España un campo funeral en que siguen enterrados casi la mitad de sus trabajadores si sumamos el 22% de parados efectivos y una cifra similar de eventuales vergonzosamente pagados. ¿No hubiera sido mejor aceptar un rescate europeo para no castigar tanto la vida de los españoles? Tengo la impresión de que detrás de ese «heroísmo» por confiar en las propias fuerzas para levantarse del suelo hay una explicación que podría contribuir a defenestrar radicalmente a los «populares».

Yo creo, razonablemente, que el Sr. Rajoy prefirió reforzar la banca con dinero nacional porque sabía que nunca retornarían los bancos domésticos la mayor parte de esas ayudas, cuya devolución hubiera exigido, por el contrario, la Europa de los acreedores –véase el problema griego–. O sea, que mediante el ejercicio de su soberanía el Gobierno Rajoy hará con esa deuda lo que mejor le parezca ante unos prestamistas, que son los españoles, impotentes para cualquier reclamación de la deuda. Se volverá a estrujar a la masa popular mediante nuevos recortes sociales y agónicos esfuerzos fiscales. Es más, los inversores externos saldarán a su favor los préstamos que hayan hecho por medio de un trasvase de activos españoles a las carteras exteriores. Y España volverá a ser protagonista de un nuevo y ruinoso heroísmo ante unos sujetos foráneos que están danzando como las abejas sobre el mercadillo nacional organizado por los dos partidos ahora en riesgo de conflicto social.

En conclusión, la tan elogiada decisión de no solicitar un rescate al Banco Europeo reducirá drásticamente las posibilidades reales de crecimiento o reequilibrio español, puesto que el dinero popular canalizado hacia el mundo bancario español está encadenado en esas instituciones, a no ser que lo hayan empleado para la compra de activos extranjeros que faciliten el futuro de tales dirigentes.