Alberto PRADILLA / Aitor AGIRREZABAL
MANIFESTACIÓN CONTRA LAS CONDENAS POLÍTICAS

UNA MAREA NARANJA ARROPA AL MURO CONTRA LAS CONDENAS POLÍTICAS

GASTEIZ PUSO EN MARCHA LA DESOBEDIENCIA Y LA RESISTENCIA. 10 DÍAS DESPUÉS DE QUE LA AUDIENCIA NACIONAL ESPAñOLA HICIESE PÚBLICA LA CONDENA DE SEIS AñOS CONTRA SIETE JÓVENES VASCOS, MILES DE PERSONAS MOSTRARON SU RECHAZO A LA CONDENA Y TIñERON DE NARANJA SOLIDARIO LA CAPITAL ALAVESA.

Una marea naranja arropó ayer a Igarki Robles, Aiala Zaldibar e Ibon Esteban, jóvenes condenados por la Audiencia Nacional española a seis años de cárcel por su actividad política. En la mente de los asistentes estaba el muro popular que tenía previsto ponerse en marcha en la plaza de la Virgen Blanca de Gasteiz. Antes, sin embargo, era el momento de mostrar la adhesión a los siete jóvenes sentenciados (Ainhoa Villaverde, Bergoi Madernaz, Marina Sagastizabal y Xabat Morán se encuen- tran en prisión después de ser arrestados antes incluso de que sus abogados recibiesen la notificación del fallo) y rechazar la persecución de las ideas.

La pancarta «basta de políticas de excepción» estaba en manos Txerra Bolinaga, portavoz de Eleak, Walter Wendelin, procesado tras la operación policial contra Askapena desarrollada en 2010, y otros perseguidos por su actividad política. Tras ellos, máscaras y pelucas llegadas desde todo Euskal Herria. Los convocantes habían solicitado que los asistentes llevasen ropa naranja y enseres para disfrazarse de cara al acto de desobediencia y apoyo a Robles, Zaldibar y Esteban. Desde las 12.00 horas, ataviados con distintos complementos y con el rostro pintado, miles de personas se encaminaban desde la plaza de Bilbo hasta la Virgen Blanca. Allí esperaban los dos celedones solidarios que han permanecido colgados en la Iglesia de San Miguel durante 28 horas. Al final bajaron por su propio pie, después de que el párroco negase a la Ertzaintza el permiso para acceder al templo y los bomberos se negasen a bajarles.

Durante la marcha, custodiada por delante y por detrás por patrullas de la Policía Autonómica, se repitieron los gritos de «atxilotuak askatu», «auziperatuak, maite zaituztegu» o «euskal gazteria, aurrera». Pasadas las 13.00 horas, miles de camisetas naranjas entraban en la Virgen Blanca. Ahí, familiares y encausados junto a los siete condenados (de un total de 28 jóvenes que fueron a juicio) tomaron la palabra para dar las gracias a todos los presentes e invitaron «a seguir dando pasos por la normalización» de las libertades políticas en Euskal Herria. La madre de Igarki Robles, en concreto, solicitó que «no se permita ninguna otra condena contra ningún otro militante político de este pueblo».

«No pueden pararnos»

Miles de personas, entre 8.000 y 10.000 citó Hala Bedi Irratia, participaron en la marcha. Tras la protesta, los congregados escenificaron la creación del muro popular, en el que aparecieron bajo sus máscaras y pelucas Ibon Esteban, Aiala Zaldibar e Igarki Robles. Este último tomó la palabra para agradecer el trabajo realizado durante tantos meses. Asimismo, defendió que son libres por encima de las decisiones de la Audiencia Nacional española. «Pueden condenarnos, pueden detenernos, pero no pueden hacer nada para pararnos», reivindicó.

Exigir fin de las condenas de excepción fue el mensaje principal lanzado por los organizadores de la marcha. Ibai Iriarte, quien tomó la palabra al terminar el acto, recordó las condenas del TEDH contra España por no investigar las torturas, insistió en que la «única prueba» contra los jóvenes son sus inculpaciones durante la incomunicación y argumentó que el fallo debía ser la absolución, tal y como ocurrió con 40 jóvenes en 2014. Además, censuró los arrestos previos a la sentencia. «Quieren cortocircuitar la solidaridad con detenciones ilegales», afirmó, tras denunciar la «impunidad» de los responsables de los malos tratos a los jóvenes.

Con el muro casi formado, el abogado Aratz Estonba tomó la palabra para hacer un llamamiento a la resistencia pasiva ante la posible provocación de la Ertzaintza. De hecho, agentes de la Policía autonómica hicieron acto de presencia varias veces. Solo eran amagos. Tras el grito de «herri harresitik, ez dira pasado», los uniformados abandonaban las cercanías sin siquiera bajarse del vehículo.