Amalur ARTOLA
DONOSTIA

Cardarelli: «El espectador debe conquistar esa materia prima que está en él»

Jorge Cardarelli presenta en la galería Kur de Donostia «No des vida a cosas feas», exposición que engloba obras que el pintor donostiarra ha creado durante los últimos años y siete motos cedidas por Cafe Racer SSpirit. Mediante la muestra, el autor invita al espectador a mirarse a sí mismo y plantearse qué papel quiere jugar en la vida.

«Da vida a cosas que sean hermosas; no des vida a cosas feas. No tienes demasiado tiempo, demasiada energía que desperdiciar. Es tan corta la vida, con recursos tan limitados de energía, es una lástima desperdiciarla en tristeza, ira, odio, celos». Es esta frase de Osho la que da nombre y, a la vez, resume la esencia de la exposición que Jorge Cardarelli acaba de inaugurar en la galería Kur de Donostia (Zurriola, 6).

El artista donostiarra cuenta que “No des vida a cosas feas” hace referencia a la necesidad de parar y tomar tiempo para mirarse a uno mismo y plantearse ciertas preguntas que, según afirma Cardarelli, cuesta hacerse: «Creo que es necesario que nos cuestionemos cuál está siendo nuestra actitud en la vida. Vivimos aletargados, trabajando en un sistema que tiene unas reglas horribles que lo único que hacen es aturdir al ser humano, aletargarlo, confundirlo, llevarlo a la extenuación de un dolor ilimitado, porque entra dentro de una cadena de deseo que le hace sufrir. Y la cadena de deseo la forman todas esas tentaciones que este sistema crea para hacer de los individuos máquinas que no se cuestionan realmente su esencia».

Cardarelli lleva diez años practicando el Zen, escuela budista que le ha ayudado a «desprogramarse del dolor adquirido» y mirar la realidad desde otra perspectiva. Afirma que el arte le sirve de vehículo para transmitir a la sociedad que se puede vivir de otra manera, y mandar «un mensaje de amor, ilusión y generosidad».

Diálogo entre los elementos

En la exposición se muestran varias obras llenas de color y algunas referencias a las artes orientales que el artista donostiarra ha realizado durante los últimos años, junto a siete motos de la marca BMW, cedidas por Cafe Racer SSpirit, firma que se dedica al customizado y personalizado de motos por encargo. Seis de ellas son de coleccionista, la más antigua de 1928, y una de ellas ha sido intervenida por Cardarelli.

«Las motos son obras de arte, igual que cualquier otra obra escultórica. Funcionan perfectamente como elemento tridimensional para hacer un diálogo con las piezas más policromadas, con los cuadros que están expuestos», opina Cardarelli, que se reconoce amante de las motos: «Siempre me han gustado, me gusta todo lo que me haga sentir libre».

La moto que ha intervenido es de 1975, y ha sido totalmente restaurada por Juan Pablo Santinelli en la parte mecánica y por Cardarelli en lo que se refiere al diseño. «Le hemos puesto Lichi, que es la fruta del amor, porque es fruto del amor que siento yo hacia el arte y ellos hacia la ingeniería mecánica. Es una joyita», afirma, orgulloso del trabajo realizado. Cardarelli ha seleccionado el color de cada elemento, la tapicería –«que por supuesto es falso cuero, porque soy vegano»– y ha diseñado dos depósitos y el casco.

Estas motos entran en diálogo con las creaciones de Cardarelli. Sobre sus obras, el autor explica que «es un arte alquímico, con cierto misticismo, porque canaliza la energía de quien contempla la obra de arte», expresa Cardarelli.

Entre los cuadros, la mayoría de gran tamaño y en las que prevalecen los colores intensos y el contraste, llama la atención una serie en la que el autor ha dibujado formas en amarillo y en los que el espectador puede verse reflejado en el espejo dorado que ha utilizado de fondo. «Sugiere la luz. Todos llevamos dentro un torrente ilimitado de virtud, que he reflejado mediante el espejo oro. Me gusta que el espectador se vea reflejado cuando contempla la obra porque, en definitiva, tiene que conquistar esa materia prima que está en él. Es una invitación a la reflexión, al ¿qué soy? y al ¿qué estoy haciendo?».

También llaman la atención dos obras que tienen por base la fotografía de un samurai, imagen que inspira al autor para hablar de los «guerreros de la luz». «Estos samurais son guerreros de la luz –afirma Cardarelli–. Todos los seres humanos somos guerreros de la luz, todos intentamos liberarnos de la carga adquirida por sociedad, familia, religión, universidad, ocio... para buscar realmente la luz que nos pertenece, que es nuestra propia libertad. Utilizo la figura de los samurais, que son luchadores, para hacer un símil con los guerreros de la luz».

La calma del Feng Shui

Al bajar por las escaleras que dan acceso a la galería se respira un aire de calma. La luz que alumbra las obras es tenue, y el silencio baña la sala. Cardarelli afirma que esa sensación se debe a que la exposición está montada desde el Feng Shui. «He querido hacer una exposición muy recogida, muy silenciosa y meditativa. No soy una persona superficial, soy un librepensador, un anarquista, rebelde y revolucionario como no te puedas llegar a imaginar, y lo que quiero es transmitir ese mensaje de libertad al mundo. Mediante la iluminación y la disposición silenciosa de estos elementos tan poderosos, hemos creado una corriente energética que abraza al espectador cuando llega».

Cardarelli enfatiza en que todos esos detalles son «guiños para raspar la emoción de las personas» y tratar de «desperezarlo de su sueño». «Un día, te das cuenta de que estamos rodeados de un montón de personas que no florecen. Están vivos, son árboles con tronco, raíz y ramas, pero no hay frutos. Todos mis cuadros están llenos de frutos, de flores, de color, porque quiero transmitir un mensaje de plenitud, de bondad y de belleza. Si nos condujéramos todos así, este planeta no experimentaría la rabia, la ira, el sufrimiento, las guerras, las hambrunas, la enfermedad... ¿Qué sentido tiene buscar vida en Marte si aún no respetamos la vida que hay aquí?».

Por el momento, parece que la exposición ha gustado. A la inauguración acudieron unas quinientas personas, y ya ha vendido algún que otro cuadro. «Esta pieza la ha comprado Ainhoa Arteta», afirma, mostrándonos una obra en la que se puede apreciar una fotografía en blanco y negro de María Calas en su interpretación de “Madame Butterfly”, de Puccini, rodeada de motas de colores intensos. «Siempre sale el color. Como la efusividad, las ganas de vivir, de ser felices, de compartir con los demás. De encontrar la plenitud de la que somos capaces».