Sammy KETZ-Ammar KARIM (AFP)
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Las tribus suníes se dividen ante el Estado Islámico en Siria e Irak

Las tribus suníes en Siria e Irak están profundamente divididas frente al Estado Islámico, que intenta tanto seducirlas como someterlas por la fuerza. En Siria los yihadistas ofrecen una parcela de poder que habían perdido con Bashar al Assad, y en Irak aprovechan la frustración suní. Aun así, algunas tribus resisten, expuestas a matanzas.

La guerra en Siria e Irak ha puesto en cuestión la legendaria solidaridad tribal. Para el Estado Islámico (EI), ganar el apoyo de las tribus es fundamental para asegurar el control del territorio. «Estamos todos en el mismo barco, el Estado Islámico es nuestro Estado», proclamaba un jeque en Ramadi el pasado mayo, donde la mayoría de las tribus había resistido a los yihadistas durante año y medio antes de que la desbandada del Ejército iraquí abriera la puerta al EI.

La escena de fidelidad se repite en Faluyah, y en Siria ya tuvo lugar en Raqa y Deir Ezzor en 2013, regiones en las que las tribus se extienden a ambos lados de la frontera. «Le desafío a encontrar una tribu que haya prestado fidelidad en su totalidad al EI, el frente Al Nosra o a los rebeldes. Hay individuos que los apoyan, pero no representan a toda la tribu, como máximo al 20% de un clan», asegura el jeque Nawaf al Mulhem, líder tribal de la región de Homs y diputado en el Parlamento sirio.

Incluso en la tribu de los Albou Naser, en Irak, a la que pertenecía Sadam Hussein, hay disidentes. Para el jeque Salah Hasan al Nada, refugiado en Erbil, «una tribu nunca podrá sumarse en su totalidad a Daesh (EI). Si todas las tribus suníes se hubieran unido, habrían roto el equilibrio de fuerzas en Irak», sostiene. Haian Dukhan y Sinan Hawat, autores de un estudio titulado “El Estado Islámico y las tribus árabes del este de Siria”, avanzan tres razones para esta obediencia de los jefes tribales. «Lo que hace aceptar al EI es primero el beneficio económico y la protección, después el miedo y la intimidación, y luego el rechazo del régimen», explican.

Señalan que en la época de Hafez al-Assad los jefes tribales se beneficiaban de puestos oficiales y subsidios y combatían contra los Hermanos Musulmanes y los kurdos. «Formaban parte del movimiento que apoyaba al régimen». La situación cambió con la reforma económica impulsada por su hijo Bashar y que aprovechó el EI, que ofrece una parcela de poder a los jefes tribales. Pero no a aquellos que resisten, como la tribu de los Shaitat, en la que 900 miembros fueron masacrados. En Irak el acercamiento al EI también está motivado por la frustración tras la invasión de EEUU, acentuada por la persecución por parte de gobiernos chiíes. Grupos que han pasado del baazismo al yihadismo constituyen la base militar y política del EI. Es el caso de los Albu Ajil, acusados de la masacre contra soldados chiíes cerca de Tikrit, o el de la confederación Obaid, de Mosul.

En cambio, los Jughaifa rechazaron entregar a 150 personas que el EI consideró enemigos, lo que fue percibido como una declaración de guerra. Su feudo, Haditha, es una de las pocas localidades de la provincia de Anbar que resiste, asediada y amenazada con el exterminio.

 

Intensos bombardeos sobre el feudo yihadista de Raqa

La coalición liderada por EEUU lleva a cabo ataques aéreos sin precedentes sobre Raqa, la «capital» del EI en Siria, dejando más de 30 muertos –seis civiles– y dañando infraestructuras de los yihadistas, pero también utilizadas por la población civil. El objetivo era cortar sus rutas de suministro entre Siria e Irak. En el frente de Alepo, continuaron los combates entre el Ejército y las dos coaliciones rebeldes que intentan avanzar en la mayor ofensiva desde 2012. GARA