Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «El cumpleaños de Ariane»

Fantasía felliniana como regalo para la musa inspiradora

Si Roma es a Fellini lo que Marsella a Guédiguian, no es de extrañar que el cineasta marsellés haya pensado en una fantasía felliniana como regalo para su musa inspiradora Ariane Ascaride, en un personaje que podría haber sido perfectamente escrito para Giulietta Masina. Lejos de ocultar dicha filiación, la hace explícita mediante un homenaje a “La dolce vita” (1960).

En la ficción Ariane es una buena samaritana, alguien siempre dispuesta a ayudar a los demás y que, como la Alicia de Lewis Caroll, se pierde en su viaje imaginario entre seres extraños. Puede que la pesadilla que vive nazca de su temor a no ser correspondida, a que su generosidad innata no encuentre respuesta. De ahí la diferencia entre el sueño y la realidad de la fiesta de cumpleaños.

El principio y el final pueden parecer muy simples, como de cuento de hadas, pero lo interesante está en lo que hay en medio, en la odisea onírica. Robert Guédiguian basa el desarrollo de la narración en el mito de “El hilo de Ariadna”, tal como queda expresado en el título original de “Au fil d’Ariane”. Y la secuencia mitológica hace que las historias aparentemente inconexas conduzcan a sus diferentes protagonistas a un mismo destino común.

El trayecto es muy similar a la postre al de la épica de los héroes clásicos, con animales que cobran cualidades humanas (la toruga parlante), u hombres que adquieren una dimensión divina (el inmigrante africano con sus rituales mágicos). Y la heroína consigue su propósito cuando canta en el antiguo teatro de la isla de Frioul, descubriendo una localización no tan alejada de L’Estaque, pero diferente a esa ambientación portuaria que sirve de lugar común al realismo social del autor. Por primera vez prueba con otro registro, más ensoñador y no menos liberador, al que llega por la vía de la improvisación y ciertas licencias visuales (una maqueta virtual o la pantalla múltiple).