Mikel CHAMIZO
 DONOSTIA
Elkarrizketa
MANFRED HONECK
DIRECTOR DE ORQUESTA

«Llevo casado 34 años y lo mismo me gustaría con las orquestas»

Nacido en Austria en 1958, Manfred Honeck es una de los grandes especialistas actuales en la interpretación del repertorio clásico vienés, que abarca a autores como Haydn, Mozart y Beethoven. Nombres que estuvieron presentes en el concierto que ofreció anoche en la Quincena Musical de Donostia junto a la prestigiosa Mahler Chamber Orchestra, y que volverán a estarlo hoy en su segunda actuación en el auditorio Kursaal. 

Manfred Honeck y la Mahler Chamber Orchestra ofrecen esta tarde su segunda actuación en la Quincena Musical, con la “Sinfonía nº93” de Haydn y la “Gran misa en Do menor” de Mozart, esta última junto a las voces de la Coral Andra Mari de Errenteria. 

 

Creció en una gran familia de nueve hermanos en la que todos ellos tocaban un instrumento. Algunos han llegado muy lejos, como su hermano Rainer, concertino de la Filarmónica de Viena. ¿Ha marcado su personalidad como director esta forma de iniciarse en el mundo de la música?

Lo más importante en una familia de esa envergadura no es que tus padres te introduzcan en la música sino que logren crear el ambiente propicio para que todos sus miembros se sientan felices, en conexión los unos con los otros pero también libres. En mi niñez, incluso más que la música, fue muy importante la cercanía con la naturaleza, pues vivíamos en un pequeño pueblo en los alpes y pasábamos mucho tiempo recorriendo las montañas. Ahora mi vida transcurre entre orquestas y auditorios, pero sigo valorando mucho esa vivencia de primera mano que tuve con la naturaleza y que, sin duda, ha influenciado mi forma de entender el arte y la música. Por supuesto, al pertenecer a una familia en la que todos hermanos tocábamos instrumentos, viví mis inicios en la música de una forma especial, entendiendo que no se trata de una actividad individual sino un ejercicio que solo cobra pleno sentido al ser compartido con otras personas. Esa es una toma de conciencia vital para quienquiera que desee ser director de orquesta.

En los inicios de su carrera fue usted un brillante violinista, tocó con la Filarmónica de Viena y en el foso de la ópera de la ciudad. ¿Fue importante esta experiencia como músico de orquesta en su posterior salto a la dirección?

Los directores tenemos a casi cien intérpretes profesionales frente a nosotros, por eso sería justo que, además de conocer la partitura a la perfección, fuéramos capaces de tocar un instrumento a nivel profesional, para saber hasta dónde podemos llegar en una interpretación y hasta dónde podemos llevar a los músicos de nuestra orquesta. Por lo demás, sentarme entre los atriles de la Filarmónica de Viena me permitió trabajar y observar a los mejores directores del mundo, y hacerlo desde dentro, sintiendo el funcionamiento interno de la orquesta y cómo reaccionaban sus engranajes a cada requerimiento del director.

¿Tiene algunos referentes entre todos esos grandes directores con los que trabajó?

Fui asistente de Claudio Abbado por dos años, que por supuesto me marcó, pero diría que uno de mis mayores influencias, aparte de Bernstein y Karajan, fue Carlos Kleiber, quien tenía una técnica muy especial, una manera de ensayar que me impresionó mucho. No quiero enfatizar en ídolos, porque la dirección es una suma de muchas experiencias y personalidades, pero también admiraba a Nikolaus Harnoncourt, que era capaz de concebir cualquier música de una forma completamente distinta a como lo hacían los demás, introducía aire fresco en las interpretaciones.

Muchos grandes directores han sido violinistas. ¿Aporta esto una visión particular sobre la orquesta?

Es cierto que una parte fundamental del sonido de una orquesta depende de la cuerda, que es aproximadamente el cincuenta por ciento de todos los músicos. Si eres capaz de comunicarles con todo detalle cómo quieres que produzcan el sonido, mejor que mejor. Pero es innegable que ha habido muchos grandes directores de orquesta que no eran violinistas, empezando por Karajan o Barenboim. Es perfectamente posible ser director sin tocar un instrumento de cuerda, pero sí pienso que es una desventaja. Por eso recomiendo a todo el que quiera ser director que tome clases de violín, le será de gran ayuda.

Desde 2007 es titular de la Orquesta Sinfónica de Pittsburgh, con la que seguirá, al menos, hasta el 2020. Hoy en día no hay muchos directores que pasen tantos años junto a una misma orquesta. ¿Qué se está perdiendo en la dirección orquestal con la desaparición de los Kapellmeister?

Cuando trabajas con una orquesta no consigues resultados inmediatamente. Si quieres obtener una sonoridad concreta, una forma de ejecución particular, necesitas trabajar largo tiempo con el mismo grupo humano. El sonido que logró George Szell en la Orquesta de Filadelfia o Karajan en la Filarmónica de Berlín es producto de un proceso profundo de muchos años, que ha dejado unas huellas tan indelebles que aún hoy se pueden percibir. Si quieres construir algo así no tienes más remedio que embarcarte en un compromiso de años, pero en una época en que cambiamos de teléfono móvil cada pocos meses es difícil imaginarse un compromiso como ese. Yo, personalmente, prefiero las relaciones verdaderas, fieles a una misma orquesta. Llevo casado con mi mujer 34 años y lo mismo me gustaría con las orquestas, puedes obtener mucho más cuando vuestras mentes están sincronizadas.

Usted que trabaja a ambos orillas del Atlántico, con orquestas que se organizan económicamente de forma tan diferente. ¿Cuáles han resultado más dañadas en los artístico por la crisis económica?

No creo que haya habido grandes daños en lo artístico, porque las orquestas, aunque tengan problemas de financiación, suelen dar lo mejor de sí mismas cuando se suben al escenario. Lo que sí ha existido es el riesgo de desaparición de varias de ellas, o que hayan entrado en bancarrota en los últimos años y hayan tenido que reducir su plantilla, lo que sí ha podido afectar a su rendimiento. La crisis, en cualquier caso, ha sido mucho más fuerte para las orquestas americanas. En Europa la mayoría de las orquestas están subvencionadas por el Estado, pero en América sobreviven con fondos privados, de donaciones y mecenas. Y muchas personas y compañías que habitualmente donaban a las artes ya no han podido seguir haciéndolo.

En Donostia presenta dos programas vieneses y puramente clásicos. Siendo usted austriaco, ¿le gusta especialmente este repertorio?

Yo crecí musicalmente en Viena así que siento esta música muy cercana y conozco los matices estilístico que pueden hacer que suene muy vienesa. No diría que estoy especializado en este repertorio, porque hago muchas más cosas, pero reconozco que disfruto especialmente dirigiendo el clasicismo vienés. Me parece que los que traemos a San Sebastián son programas perfectos para un festival tan importante como la Quincena, y a mí me hace mucha ilusión presentar esta música a la manera como yo la entiendo, desde mi tradición vienesa, para un público que quizá esté acostumbrado a escucharla de otra manera.