EDITORIALA
EDITORIALA

Algo muy grande, épico, ante una lacra brutal

Euskal Herria es hoy un caso único dentro de un Occidente que se presenta como modelo para el resto del mundo y ejemplo de la Historia en materia de derechos humanos. Durante más de dos décadas ha sido testigo de cómo un Estado, con gobiernos de signo diferente y la colaboración de fuerzas autóctonas de por medio, ha practicado con imperturbable cinismo, de forma sistemática y arbitraria, la dispersión de los presos políticos vascos. Obligando a miles de compatriotas, familiares y allegados de los presos, semana sí y semana también, nieve, hiele, haga frío o llueva, a echarse a la carretera en un viaje que se sabe cuándo empieza pero no cómo termina. Son miles de ciudadanos vascos a los que se causa un gran sufrimiento emocional y perjuicio económico, que ha dado cuerpo a una sociedad atacada, instalada en la excepcionalidad de una venganza implacable, al margen de todo parámetro regular o racional de convivencia.

Ayer, los familiares y amigos de los presos vascos tomaron las playas del país y, ante curiosos turistas y compatriotas, recordaron un año más la crueldad y el drama humano que acarrea esta política carcelaria. Una política de dispersión que durante tanto tiempo y con tanto costo ha contado con el concurso de fuerzas del país que han decidido quedarse ciegas, sordas y mudas en la asunción de los medios y de los fines (la derrota estratégica del independentismo) que persigue esta lacra.

El objetivo de la dispersión siempre ha sido explotar ese sufrimiento e intentar normalizarlo. Han buscado que las personas que viven esa lacra, gente con un claro compromiso político y una utopía motivadora de sus vidas y acciones, que el pueblo vasco en general, vea como algo natural esa experiencia de dolor, la forma de padecerlo y los mecanismos para afrontarlo. Es urgente terminar con esa barbaridad y reconocer todo el daño que causa. Es obligada la humildad para mirar a los ojos de sus víctimas. Y es justo decir que es algo muy grande, épico, el modo en el que los presos y sus allegados le han plantado cara.