Mikel CHAMIZO
 DONOSTIA

El espíritu joven de Luis de Pablo, el compositor decano de la vanguardia vasca

Luis de Pablo celebra en 2015, con salud y aún muy activo, su 85 cumpleaños. La Quincena Musical no se ha olvidado de él en esta ocasión especial y, junto con la interpretación de algunas de sus obras en el Ciclo de Contemporánea, organizó ayer un diálogo entre el autor bilbaino y dos compositores de la generación más joven, Paula Álvarez y Jagoba Astiazaran. 

En sus ochenta y cinco años de vida el bilbaino Luis de Pablo ha aportado a la historia de la música vasca un corpus de composiciones vastísimo, heterogéneo y ardientemente original, resultado de una curiosidad insaciable por cada aspecto del inabarcable arte de los sonidos y de una preocupación constante por la reinvención de su propio lenguaje. Su catálogo, que supera ampliamente los doscientos números de opus, desconcierta a veces por su polimorfismo en cuanto a formas, estéticas y técnicas compositivas, pero está siempre unificado por un peculiar e inconfundible sentido poético que recorre cada una de sus páginas y que es, en última instancia, la verdadera llave de acceso a una personalidad única e independiente que nunca se ha dejado atrapar por escuelas o manifiestos. «Soy como un perro de caza que sigue el rastro de la liebre. Yo he seguido mi camino y, cuando he encontrado la liebre, me la he comido», reconoce De Pablo, en una máxima que ha guiado siempre su camino creativo y vital. La Quincena Musical, festival siempre tan cercano a Luis de Pablo, no podía dejar de rendirle homenaje en este 85 aniversario, con la programación de alguna de sus obras en el Ciclo de Música Contemporánea y la organización de un encuentro muy especial que se celebró ayer por la mañana en el Museo San Telmo.  

La idea del encuentro era sencilla: cruzar el camino de Luis de Pablo, con su dilatada experiencia en el ámbito de la creación, con el de dos jóvenes compositores recién regresados de Musikene, el Centro Superior de Música de Euskal Herria. A la manera de una clase magistral, Paula Álvarez y Jagoba Astiazaran presentaron sus obras ante el público y ante el decano de la composición vasca, quien las analizó y les dio consejos salpicados de multitud de anécdotas y experiencias que ha acumulado a lo largo de su vida.  

La obra que abrió la sesión fue “Espacio de silencio” de Paula Álvarez, una segoviana que llegó a Donostia para estudiar composición con Ramon Lazkano y Gabriel Erkoreka, y que ahora reside en Madrid. “Tiempo de silencio” fue estrenada hace unos meses en San Telmo, en el marco de una iniciativa que pretendía vincular aspectos del museo con la creación musical y que volverá a ver una nueva entrega el próximo 9 de octubre, con un recorrido/concierto protagonizado por Smash Ensemble. En su primera edición, seis compositores jóvenes fueron seleccionados para escribir una pieza inspirada en un cuadro o un espacio del museo. Álvarez se decantó por la cripta, donde a menudo se celebran conciertos, pero no quiso plantear una obra tradicional, con los intérpretes sentados frente al público, sino una propuesta teatral en la que los músicos se desplazaran por la superficie de la cripta y en torno al público.

«La obra plantea un recorrido espacial por toda la iglesia, con los pasos de los músicos coreografiados», explicó Álvarez. «Además, como existen diferentes alturas dentro de la cripta, el desplazamiento de los sonidos tiene una dimensión tanto horizontal como vertical. Esto exigió un gran trabajo de coordinación en los ensayos y la necesidad de que los músicos llevasen consigo un cronómetro, al no tener la posibilidad de mirarse entre sí para darse las entradas». Igualmente sorprendente fue la otra creación que presentó Álvarez, titulada “Ertz hutsa” y estrenada en Irun el pasado año. Su gran peculiaridad es que integra entre sus efectivos instrumentales una escultura de Jorge Oteiza, la enorme “Arista vacía” sita junto al Palacio de Justicia de la ciudad, que durante el espectáculo era golpeada por cuatro músicos como si se tratase de un instrumento de percusión.  

Luis de Pablo valoró en Álvarez «el interés por ser algo más que compositora. Ella entiende la música como parte de algo más amplio, con una sensibilidad muy marcada por lo multimedia». Insistió en que la teatralidad está muy de moda entre los jóvenes y que eso «no es algo negativo, porque la música no tiene por qué ser una especialidad aislada de las demás artes». Pero advirtió también que está integración de elementos extramusicales «tiene unas consecuencias muy claras en la fisonomía de la música, que puede llegar a simplificarse en exceso. La necesidad de elaborar los aspectos teatrales y de movimiento a veces conlleva que la música quede supeditada a los demás elementos, amordazada, sin el desarrollo rítmico e interválico óptimo ni una causalidad sonora bien desarrollada». Según De Pablo «componer no puede ser nunca descomponer», y advirtió de esto a Álvarez, quien emplea en sus creaciones elementos musicales muy sencillos. La segoviana parecía entender la cuestión desde otro punto de vista, ya que para ella la simplificación «no es una pérdida, ya que no tengo la necesidad de esa complejidad. Si mi idea es moverme en bicicleta no necesito echarle gasolina». No le faltó valentía a Álvarez al dar esta respuesta, que evidenció claramente que, pese a la conocida apertura de miras de De Pablo, la brecha generacional existe y que determinados preceptos del modernismo, aún muy vivos en la vanguardia musical, están siendo abandonados definitivamente por muchos compositores jóvenes.

El otro protagonista de la mañana fue Jagoba Astiazaran, natural de Zestoa, quien además de componer es un activo txistulari. Presentó una obra concertante llamada “Xare”, para txistu solista y un conjunto de doce músicos, que dio pie a debatir sobre el uso de los instrumentos folclóricos en las obras escritas para salas de conciertos. De Pablo aprovechó la ocasión para hablar de “Zurezko olerkia”, una de sus creaciones más célebres entre las relacionadas con la cultura vasca y una de las primeras, si no la primera, que usó la txalaparta en el contexto de la música de vanguardia. Estrenada en Madrid 1977, “Zurezko olerkia” fue escrita para los hermanos Artze, responsables en los años 70 del renacimiento del ancestral instrumento. En ella, De Pablo contempló la realidad de que la mayoría de los txalapartaris «no saben solfeo, ni lo necesitan. Yo les pedí que usaran sus técnicas improvisatorias ciñéndose a unas reglas muy concretas, pero siempre se generaba una parte de azar que se integra en la obra». “Zurezko olerkia”, que sigue generando un gran impacto aún hoy por su uso de los coros y la infinitud de instrumentos construidos en madera, oculta sin embargo un secreto: «Su inspiración no fue vasca, sino canadiense, concretamente la música y los instrumentos construidos en madera y hueso de los indios arloquinos», reveló De Pablo.

Instrumentos autóctonos

El compositor defendió asimismo que para apropiarse del espíritu de la música folclórica no es imprescindible emplear los instrumentos autóctonos. «Nunca acabaríamos de encontrar y clasificar instrumentos folclóricos, y siempre aparecería otra tribu con una nueva técnica de golpear lo que sea». El autor bilbaino piensa que lo importante es entender lo que está detrás de la forma de tocar esos instrumentos. «En la música iraní, por ejemplo, la reina es la voz humana», explicó. «A través de la voz se expresa la pasión, el resto de los instrumentos buscan una expresividad que se aproxime lo más posible a la humana, con sus características fisiológicas y quiebros vocales». Aseguró que él no puede pedir a un violinista que coja y manipule su instrumento como si fuera un violín persa, «porque me mandaría a la porra. Pero sí puedo imitar esas características de las músicas no occidentales a través de la escritura». Lo ha hecho, en obras fundamentales de su catálogo como “Ofrenda” o el “Concierto para violonchelo y orquesta”.

Astiazaran opinó, sin embargo, que folclóricos como el txistu pueden seguir evolucionando y entrar en las salas de conciertos en igualdad de condiciones que violines, pianos y otros instrumentos modernos. Defendió que para lograrlo es necesario ofrecer a los compositores herramientas que les faciliten el acceso a ellos, y anunció que él mismo estaba trabajando en un manual en el que se recopilan todas las posibilidades técnicas y sonoras del txistu, desde las tradicionales a las más experimentales.