Isidro ESNAOLA
Economista
¿HACIA DÓNDE VA LA ECONOMÍA CHINA?

El gigante asiático reajusta su crecimiento

Desde China llegan a diario noticias sorprendentes y, en algunos casos, alarmantes. La República Popular China es la segunda economía del mundo y la principal productora de mercancías, con lo que, queramos o no, lo que allí ocurre repercute en el resto del mundo.

Durante el mes de agosto, el Gobierno de China ha tomado varias decisiones de fuerte contenido económico. Fundamentalmente ha sido la devaluación del renminbi al modificar el sistema para establecer el tipo de cambio con otras divisas. Esta reforma unida a algún indicador de coyuntura cuyo valor ha sido menor de lo esperado ha sido interpretado como un intento de insuflar aliento a una economía que pierde ritmo de crecimiento, lo que ha provocado una caída de las bolsas chinas y, por contagio, de las del resto del mundo, en unos porcentajes que no se veían desde la crisis financiera del año 2008. En esta tesitura la pregunta que surge es clara: ¿la situación de la economía china es tan mala que nos aboca a una nueva crisis económica mundial?

Es posible que nos encontremos ante una coyuntura económica mundial desfavorable, pero no parece que la causa se encuentre en la economía china. Bien es cierto que desde noviembre del año pasado se han producido algunos hechos sorprendentes en las bolsas. En este periodo los mercados de valores han conocido revalorizaciones de los índices de hasta un 53%, entre noviembre y abril, y también bruscas caídas a principios de julio y ahora a finales de agosto, que han obligado al Gobierno a tomar medidas drásticas y, entre ellas, suspender la salida de nuevas empresas a bolsa, prohibir la venta de acciones a aquellas personas que posean más del 5% de una compañía, permitir a los fondos de pensiones comprar acciones y la intervención directa del Gobierno en el mercado de acciones a través de un fondo creado al efecto (China Securities Finances) con capital público.

Esta última medida, por ejemplo, ya ha sido desechada. Posiblemente, el Gobierno haya buscado que la corrección de los valores de la bolsa fuera menos brusca para evitar consecuencias indeseadas y en ese camino ha maniobrado utilizando diferentes instrumentos para mantener la situación bajo control. El profesor Kamel Mellahi de Warwick Business School apunta en ese sentido que «China está preocupada porque una interferencia agresiva en el mercado puede sembrar la semilla de problemas futuros, sobre todo el empeoramiento del crecimiento del crédito, que ya es alto y podría salirse de control».

Esos cambios tan bruscos en los índices bursátiles parece que tienen que ver más con las dinámicas de la propia bolsa que con otros factores económicos. Se ha especulado con la retirada de inversores extranjeros, pero estos poseen solamente el 2% de las acciones, tal y como apunta Mark Williams, economista jefe para Asia de Capital Economics, por lo que su influencia queda bastante limitada. Las Ofertas Públicas de Venta (OPV) que han llevado a cabo las empresas chinas si han sido importantes. La consultora británica Ersnt & Young calcula que durante el primer trimestre de 2015 el 28% de todas las salidas a bolsa en el mundo se han realizado en China.

Esta ampliación de la oferta de acciones ha animado a los inversores locales, que han abierto cuentas para comerciar con valores en la bolsa a un ritmo de más de un millón a la semana. Habiendo sido grande la afluencia de nuevos inversores en los últimos meses, todavía representan una pequeña parte de la población las personas que poseen acciones, aproximadamente uno de cada treinta. Este interés por la bolsa unido a la posibilidad de poder especular a crédito ha incentivado esas grandes subidas que se han convertido en bruscas caídas cuando algún indicador de coyuntura no ha cubierto las expectativas.

La «nueva normalidad». El resto de indicadores de coyuntura de la economía china no ofrecen cambios sustanciales respecto a los meses anteriores, ni tampoco muestran grandes desequilibrios que puedan condicionar el devenir económico. Sí es cierto que el crecimiento de la economía china se ha ralentizado. Los órganos de planificación del Gobierno chino calculan que este año crecerá «solo» un 7%.

Ese menor ritmo de crecimiento se debe en gran parte a una decisión política del Gobierno que consideraba que un crecimiento excesivamente dependiente del sector exterior, es decir, del resto del mundo, convertía a China en un país muy vulnerable. A fin de reducir esa dependencia de las exportaciones, el Gobierno chino apostó por ampliar el mercado interno, lo que supone modificar completamente el modelo económico. Un cambio en los objetivos del desarrollo económico transforma necesariamente las prioridades de inversión que, a su vez, suelen traer aparejadas inevitablemente transformaciones en la estructura económica y, en consecuencia, en los ritmos de crecimiento económico. Es más, en China ya se habla de ese menor crecimiento como «nueva normalidad».

En este momento se está discutiendo en la Asamblea Popular Nacional el 13º plan quinquenal para el periodo 2016-2020, que contempla, además de profundizar las reformas y dar un papel central al mercado en la distribución de recursos, prestar especial atención a los asuntos que afectan directamente a la ciudadanía, entre los que incluyen la distribución del ingreso, los servicios sanitarios y educativos y la seguridad social. Todo ello significa que el Gobierno chino continuará en el futuro el curso hacia un mayor desarrollo del mercado interno en detrimento del sector exterior.

Primacía de lo político. Esta intervención continua del Gobierno en los asuntos económicos, no solo marcando pautas de desarrollo, estableciendo planes u organizando instrumentos, sino también actuando directamente sobre los movimientos de capital o sobre los tipos de cambio de la divisa, no es del agrado de los economistas liberales que, teóricamente, abogan por dar libertad plena a los mercados, pero en la práctica están a favor de la intervención, siempre que esta sea más ortodoxa y se ejecute a través de instituciones supuestamente neutras, pero con una gran carga política, como son los bancos centrales. China rompe la ortodoxia neoliberal y por eso son tan feroces las críticas que lanzan y tan sesgados los análisis que difunden.

La intervención del Gobierno en la vida económica, más que una cuestión ideológica, es una cuestión política de primer orden. China ha sido siempre un país con poca tierra y mucha gente, lo que obligaba a una estricta organización para aprovechar al máximo los recursos disponibles. De ahí que en China, a diferencia de lo que ocurre en la mayoría de las economías del mundo, el poder político esté por encima del poder económico. Además, es el partido el que controla las finanzas del país, el que nombra al presidente del banco central y a los presidentes de los principales bancos del país que forman parte del comité central. De esta manera, el partido mantiene en sus manos los principales resortes para dirigir la economía en función de las prio- ridades que establezca en cada momento y que no tienen que coincidir necesariamente con los intereses de las corporaciones privadas o de otros agentes económicos.

El Estado chino es consciente del papel subordinado que desempeña China en el mundo en la era de la globalización, o como se decía antes, sabe cual es el lugar que ocupa en la división internacional del trabajo. A partir de esa evidencia establece una dirección en la que moviliza todos sus recursos de forma que pueda cumplir los objetivos de garantizar la integridad y la soberanía del estado y el bienestar de la población. Para ello recurre a veces a medidas de tipo administrativo, como por ejemplo la política de hijo único o prohibiciones de residencia, discutibles desde diferentes puntos de vista, que además suelen tener efectos indeseados, pero que también han permitido mantener bajo control el crecimiento de la población y de las ciudades en un país pobre y en un mundo superpoblado.

Un nudo de contradicciones. El cuadro macroeconómico chino no presenta grandes desequilibrios y la economía se dirige desde criterios políticos, es decir, como corresponde: los medios se subordinan a los fines. En cualquier caso, no conviene olvidar que China concentra en su interior todas las contradicciones de un modelo de desarrollo industrial insostenible, tanto económicamente, como social y medioambientalmente. Y cualquiera de esas contradicciones puede estallar en cualquier momento, como ha reventado hace unos días el puerto de Tianjin por un uso totalmente inadecuado.

Posiblemente haya más problemas en las economías del resto del mundo que vieron como se hinchaban con la emisión masiva de dólares tras la crisis financiera y ahora, esos mismo dólares, se retiran dejando a todas esas economías con una capacidad de compra muy mermada y con los precios de su principal fuente de ingresos, las materias primas, en mínimos.