Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Un día perfecto»

La ayuda humanitaria en medio del sinsentido bélico

Nunca he dudado de lo gran cineasta que es Fernando León de Aranoa, y confiaba en que iba a poder recuperarse del puntual revés que supuso en su ejemplar carrera “Amador” (2010), como así ha sido. Pero con todo, su capacidad para reinventarse con “Un día perfecto”, una película superior y diferente a cuanto venía haciendo dentro de la temática social, me deja boquiabierto. Su salto al cine internacional no solo no conlleva ninguna concesión a la industria o la crítica, sino que por el contrario se salda con un ejercicio arriesgadísimo, casi suicida, del que en mi opinión sale triunfante.

Fernando León de Aranoa es en “Un día perfecto” muy fiel a una idea de partida explosiva que no traiciona en toda la película, aún a sabiendas de que camina sobre un campo minado, y de que el humor histérico que maneja le puede estallar en la cara. Pero me imagino que esa utilización de la broma tan desesperada, tan al límite, es lo que le ha atraído precisamente de la novela original de la cooperante Paula Farías, y de ahí que los chistes aparezcan incluidos en el manual de supervivencia de los voluntarios que se ofrecen para viajar a países en guerra.

Todos los que me conocen saben que para mí Robert Altman es intocable, pero he de reconocer que “Un día perfecto” ahonda mucho más que la magistral comedia antibelicista “M.A.S.H.” (1970) en el sinsentido de la ayuda humanitaria en medio de los conflictos armados, dentro de una tradición macabra según la cual los ejércitos bombardean a la población civil y luego mandan a la Cruz Roja a recoger los despojos. Se ha descrito mil y un veces la toma de conciencia del soldado ante el horror del campo de batalla, pero nunca antes se había puesto nadie, cinematográficamente hablando, en el pellejo de los cooperantes, situados como decía el título de la película de Danis Tanovic «en tierra de nadie».