Gloria LATASA
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Rápido y brusco

Las personas habituadas a vivir en zonas con un clima templado disfrutamos con las condiciones meteorológicas habituales –no extremas– y con las diferentes estaciones del año. También nos suele gustar que el tiempo cambie, que no haya largos períodos de frío, de precipitaciones, de viento… incluso de calor y de sol. Quizás por eso, en los últimos días del pasado «eterno verano» se empezaban a escuchar voces pidiendo algo de lluvia.

Como quiera que nuestros deseos y lo que sucede no son lo mismo, en vez de un poco de lluvia, se nos ha echado encima una masa de aire polar. Y con ella, sin hacer escala en el otoño, hemos pasado directamente del verano al invierno de un modo rápido y brusco. Descensos acusados de temperatura, fuertes lluvias, heladas, nevadas… han pasado a ser protagonistas estos últimos días.

Esta importante «transformación» de las condiciones meteorológicas que hemos experimentado esta semana y que tanto ha asombrado a muchas personas es un claro ejemplo de lo que, con una cierta normalidad, suele ocurrir en montaña. Ya que si algo define el tiempo «en altura» es que los cambios de tiempo se pueden producir de modo rápido y brusco.

No tenerlo en cuenta hace que haya personas que se animen a realizar actividades en zonas montañosas sin preocuparse de saber lo que es «normal» que ocurra en estos lugares, de si se podrían producir cambios importantes o de llevar el equipo adecuado a lo que van a realizar. Eso explica que se pueda llegar a ver a caminantes sin mochila, sin ropa a pleno sol o sin agua. Y cuando llegan los cambios bruscos, hasta una sencilla mañanera de verano puede complicarse con una hipotermia.

Teniendo en cuenta que cada montaña tiene sus particularidades y que el tiempo puede cambiar de modo rápido y brusco, antes de realizar una actividad es importante que analicemos lo que podríamos hacer –con nuestro equipo y preparación– en función del cambiante «escenario» que se nos irá presentando.