Jon ORMAZABAL
FINAL DEL CUATRO Y MEDIO 2015

Urrutikoetxea, la revolución serena

Se dice que las revoluciones comienzan de una chispa, muchas veces de la manera más inesperada y aquella pelota que a principios de junio fracturó el dedo de Bengoetxea dio inicio al cambio del status quo pelotazale. Ayer una pelota a la chapa de Irujo con 10-20 y la final en sus manos, prendió la revolución imposible que confirma a Urrutikoetxea.

URRUTIKOETXEA 22

MARTÍNEZ DE IRUJO 20


Y con el de Zaratamo de por medio, la rebelión tenía que ser serena. Callando, sin aspavientos ni excentricidades, pero con un tesón envidiable y una fe que engordó, en aquella final del Manomanista, mucho más de lo que el zaratamoztarra en su asombrosa evolución física, Mikel Urrutikoetxea ya no solo cuestiona la supremacía de Aimar Olaizola y Juan Martínez de Irujo, sino que los ha derrumbado en dos finales espectaculares. Eso sí, el de Goizueta y el de Ibero, como se confirmó ayer, venderán caras sus derrotas y el que quiera ocupar su posición tendrá que echarlos.

Ya fuera por la mimetización de los pelotazales con el pelotari al que fueron a apoyar, clara mayoría vizcaina en las gradas, por los controles de seguridad en la entrada o por el nulo pique entre los dos aspirantes a la txapela, la final comenzó bastante fría, y Juan Martínez de Irujo se encargó de silenciar a un Bizkaia muy correcto.

Porque siguiendo la trayectoria del año pasado, el pelotari que saltó a la final no dio ninguna señal de encontrarse incómodo en una distancia que dice no gustarle y a la que ayer seguro cogió algo de tirria por el desenlace, no por todo lo que jugó en una treintena de tantos casi perfectos por su parte.

Porque hasta el 20-10 Irujo parecía infranqueable. El duelo comenzó con un tanto de 19 pelotazos en el que el de Ibero mandó fuera un dos paredes, pero desde el saque inicial dio Urrutikoetxea sensación de no haber entrado con todo al partido. Los siguientes siete tantos, incluido uno de 27 pelotazos, lo confirmaron. El delantero de Aspe, sacando con velocidad y colocación, desarboló al de Zaratamo, que tampoco daba sensación de ser ese restador infalible de todo el campeonato.

Pero también en el peloteo fue bastante superior el navarro, con una derecha muy fresca en cuanto a golpe y acertando a la hora de cortar la pelota hacia la pared izquierda. Remate, primorosa defensa, e incluso intuición en las pocas ocasiones en las que Urrutikoetxea pudo pasar al ataque, Irujo lo aunó todo para poner la directa hacia su cuarta txapela y, ni siquiera la falta de saque cometida en el 5-11 parecía desviarle de su camino al cartón 22.

De hecho, después de que el de Ibero elevara el 10-20 al marcador tras una buena cruzada, el silencio que se adueñó del gigantesco frontón, los rostros de las autoridades que se habían acercado del palco a la boca de vestuarios y todos los gestos y comentarios cruzados hablaban de una victoria azul que nunca llegó a producirse.

Cortocircuito

Se habían dado signos, un gesto efusivo de Urrutikoetxea tras hacer el 6-11 después de mover bien de lado a lado a su oponente, señales, como el enfado del de Zaratamo tras la decisión de los jueces de no conceder vuelta en una pelota recogida por el pelotari de Asegarce desde la contracancha que fue a chocar con el metacrilato de protección del cámara de ETB que seguía el juego desde el frontis, de que la tormenta perfecta se podía dar, pero nadie supo predecirla.

Bueno, sí que hubo dos personas que, desde el set de descanso de los pelotaris, creyeron en que había una opción de que todos los elementos se conjugasen para que la ciclogénesis explosiva desatara su violencia.

Fue como si en ese silencio que se fue apoderando del Bizkaia, Urrutikoetxea encontrase la paz y el sosiego que le habían faltado en la primera parte de una final asimétrica, mientras que a Martínez de Irujo le entró el miedo a ganar.

La chapa escupió un saque-remate de Irujo que pudo haber dejado la final a falta de la sentencia. Que ese gancho hubiera ido un par de centímetros más arriba, hubiera, muy probablemente, cambiado la historia que les estamos contando, pero dio en la chismosa, y cuesta explicarlo, pero a partir de entonces se desencadenó una de esas remontadas que quedarán para el recuerdo y el aprendizaje.

El fallo del de Ibero fue la chispa que prendió, pero se conjugaron todos los factores para que triunfara la revolución serena. Por un lado, un cortocircuito se apoderó de un Irujo al que se le agarrotó el brazo y que se fue del partido. Había aprovechado los descansos de tres minutos televisivos para esconderse en la intimidad del vestuario, pero a partir de ese punto de inflexión, su cuerpo siguió sobre la cancha, pero resulta más complicado saber dónde fue su mente.

También es necesario reconocer que la suerte tampoco le acompañó, porque no es normal que ninguno de los remates que intentó un pelotari al que le había salido todo, encontraran el tanto. Una escapada, un remate, una defensa, un error rival, le hubieran dado la txapela, pero nada de eso se produjo.

Con el brazo encogido, lo que sí se dieron fueron errores propios, disparates como el saque que fue a restar de aire, dejó pasar pensando que era pasa y dio pie al 16-20, alguna protesta por estorbadas y el de Ibero se perdió en esa confusión que otras veces le ha dado txapelas.

Sin salirse un milímetro

Por contra, Urrutikoetxea no se desvió un milímetro del camino correcto, ni siquiera cuando el frontón había alcanzado el punto de ebullición a medida que los tantos se fueron sumando al casillero colorado. Más centrado, física y, sobre todo mentalmente más poderoso, el de Zaratamo se fue creciendo y dejó en anécdota el vuelco de la liguilla en el propio Bizkaia.

La alternativa Urrutikoetxea ya es real y sus empresarios deben mimarlo. No parece el momento de ser «revolucionarios» con él en el Parejas.