David ESNAULT (AFP)
LAGOS

Los choques entre Ejército y chiíes agitan el fantasma de otra rebelión islamista

«¡No creéis un nuevo Boko Haram!», advierte un alto responsable musulmán del norte de Nigeria tras los violentos enfrentamientos del último fin de semana entre el Ejército y un movimiento chií, que han hecho revivir la amenaza de una nueva insurrección islamista.

Los enfrentamientos estallaron el sábado en Zaria, histórica ciudad de un millón de habitantes en el estado de Kaduna, donde el chií Movimiento Islámico de Nigeria (IMN) organizó una procesión en una carretera, bloqueando el tráfico. Fundado a principios de los años 80, el IMN propugna la instauración de un régimen islámico como el iraní.

Según el Ejército, los chiíes atacaron el convoy del jefe de Estado Mayor, Yusuf Buratai, al que intentaron «asesinar», lo que el IMN negó. En respuesta, los soldados atacaron y destruyeron una mezquita y la casa del líder del IMN, el jeque Ibrahim Zakzaky, quien resultó gravemente herido y detenido y su «número dos», muerto.

Los choques se prolongaron durante dos días y los muertos pueden ser cientos, según testimonios recogidos por AFP.

La máxima autoridad mu sulmana de Nigeria, Alhaji Muhammad Sa'ad Abubakar, instó a las autoridades a la «moderación», advirtiendo del riesgo de crear un nuevo Boko Haram. «No debemos repetir los errores del pasado, que provocaron una insurrección con consecuencias dramáticas», señaló.

Boko Haram, un movimiento fundamentalista religioso, optó por la clandestinidad y la insurrección armada tras la violenta represión de sus militantes y la muerte de su líder, Mohammed Yusuf, por la Policía en 2009.

«Las fuerzas de seguridad nigerianas arrastran una pesada historia de ejecuciones extrajudiciales y violaciones de los derechos humanos», según AI.

«La minoría chií está generalmente bien integrada en la sociedad nigeriana», con 80 millones de musulmanes suníes que habitan en su mayoría en la mitad norte, dice Roddy Barclay, de Africapractice. «Pero el culto a la personalidad en torno a Zakzaky ha sido fuente de tensión con las autoridades y es visto con recelo sobre todo por las fuerzas de seguridad», agrega.

«La confrontación era cuestión de tiempo», confirma Malte Liewerscheidt, analista de Verisk Maplecroft, para quien el hecho de ser una minoría en la gran comunidad suní «ha contribuido a crear una mentalidad de asedio y una radicalización».

«La escalada de los últimos días es una reminiscencia de los primeros días de la insurrección de Boko Haram», dice Liewerscheidt, quien cree que la situación podría degenerar si el castigo es desproporcionado y si Zakzaky y sus seguidores siguen encarcelados sin juicio.

Pero para Barclay, «aunque el contexto de injusticia social, desigualdad y marginación de las minorías religiosas en el norte de Nigeria entraña un riesgo real de violencia, los fieles chiíes de Zakzaky tienen poca afinidad con los milicianos suníes de Boko Haram; son pocos y aislados, lo que limita las posibilidades de una insurrección similar».