César Manzanos
Doctor en Sociología
JO PUNTUA

Abolir el poder

Alo largo de la historia se ha definido de muchas maneras el poder, en qué consiste y, sobre todo, se ha vinculado el cambio en las relaciones sociales tanto interpersonales como estructurales a la capacidad de detentarlo. Se plantea la conquista del poder o el contrapoder como la forma de conseguir derrocar a quienes lo detentan para instaurar otro modelo de sociedad o, en su caso, se propone crear un poder paralelo frente al instituido para combatirlo, deslegitimarlo y arrebatarlo. Pocas han sido las propuestas que han cuestionado la propia idea de poder, es decir, considerarlo como un problema en sí mismo, puesto que en su acepción más comprensible significa decidir o gobernar mediante una autoridad impuesta, sin tener en cuenta, y/o en contra de, la voluntad de quienes son sometidos a él.

Las revoluciones son inútiles si solo cambiamos algunas estructuras, sin cambiar la mentalidad de las personas. Esta es una cuestión transcendental sobre la virtualidad de cualquier revolución. La clave está en devolver el poder al lugar de donde nunca debió ser extirpado, al cerebro, único lugar donde residen la libertad y la conciencia y por tanto este se desvanece. Para ello quizás podamos plantear el «impoder» y el «antipoder» como forma de pensamiento y acción política y así ir dando pasos. El primero, dejar de legitimar a quienes lo ejercen. El segundo, dejar de depender de quienes lo detentan y no solo nos referimos a las élites de propiedad, políticas y tecnocráticas sino, como bien explicó Foucault, también a la microfísica del poder, a su capilaridad, que penetra en todas las relaciones íntimas, en el trabajo, en la escuela, en la familia, etc., como espacios de producción y reproducción del clasismo, del heteropatriarcado o del racismo. El tercero, una vez de empoderar a cada sujeto, desposeer de su fuerza a quienes lo han ejercido. El último y más importante paso, conseguir que nadie vuelva a ostentarlo. A partir de aquí podremos debatir y practicar formas de entender la autoridad legítima, delegada y controlada, sin confundirla con el poder. Podremos reinventar eso que llaman democracia.