Joseba VIVANCO
DESDE LA GRADA

Rivales y sin embargo vecinos

Un canterano de Lezama compartía estos días en su Twitter el mensaje de alegría que en la misma red social colgaba la nueva perla de Zubieta Mikel Oyarzabal, por su renovación con el primer equipo, en la que fue la semana fantástica del joven realista. Rivalidad dentro del campo, pero inmensa alegría fuera de él porque un amigo y compañero en la selección vasca había alcanzado esa meta con la que muchos proyectos de futbolista sueñan tanto en el Athletic como en la Real. Y cuando uno lo consigue, el resto se siente identificado, defienda la camiseta que defienda. Un gesto que normaliza lo que debiera ser normal y no sinónimo de deslealtad. Lo más alejado del provincianismo rancio e interesado con el que muchos enredan estos derbis, nada que ver con los días en que incluso el vecino compartía alegrías cuando unos y otros lideraron para el fútbol vasco aquellos gloriosos primeros años ochenta de la Liga. Hoy, la rivalidad bien entendida, esa que empieza un domingo y acaba un viernes, con más faroles que una partida de mus, trata de ser sustituida por muchos por un resentimiento visceral hacia el vecino que no tiene ningún paralelismo en los verdaderos protagonistas, los jugadores, rivales durante 90 minutos y no 365 días al año. Umberto Eco, cuyo fallecimiento conocimos ayer, también opinaba sobre fútbol: «Yo no odio el fútbol, odio a los apasionados del fútbol».