Jose Angel ORIA
Ocupación de Palestina

La visita de Biden dispara la «intifada de los cuchillos»

Lo que muchos medios llaman la «Intifada de los Cuchillos», para otros «de Al Quds», es un fenómeno con el que no saben qué hacer los gobernantes de la potencia ocupante ni las fuerzas políticas palestinas. Es, sobre todo, efecto de una situación insostenible.

En determinados momentos se dispara el número de ataques, que siempre ofrecen un balance trágico para el agresor (188 muertos palestinos, 28 israelíes, 2 estadounidenses, 1 eritreo y 1 sudanés desde el pasado 1 de octubre, según el recuento que hacía ayer AFP). Es lo que ha ocurrido esta semana con motivo de la visita a tierras palestinas del vicepresidente estadounidense, Joe Biden: en total se produjeron seis ataques diferentes durante su visita, incluyendo una agresión con arma blanca el martes en Tel Aviv en la que murió un turista estadounidense. El ataque del martes tuvo lugar cerca de la zona portuaria de Jaffa, junto al lugar donde Biden mantenía una reunión con el expresidente de Israel Shimon Peres. ¿Es sólo una casualidad que la visita del número 2 de la potencia que sostiene al régimen sionista termine causando una multiplicación de ataques por parte de jóvenes que no sacan nada de ello? Seguramente, no.

A la hora de analizar un fenómeno como éste puede resultar muy útil estudiar la cronología del mismo. En lo que se refiere a la Intifada de los Cuchillos, hay quien señala, como detonante de los ataques, los enfrentamientos registrados en la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén en el verano de 2015. Eso parece colocar las disputas de componente religioso en el centro del tablero, lo que viene bien tanto a las fuerzas islamistas (palestinas y del resto de los países musulmanes) como a las más extremas del bando ocupante. Sería, por tanto, una cuestión más visceral que otra cosa. Mal terreno para que las razones se abran paso y sea posible soñar con una Palestina realmente democrática.

Pero si repasamos nuevamente los sucesos previos al 1 de octubre, veremos que durante esas semanas también se produjeron ataques de las fuerzas sionistas contra palestinos. Además de los choques de la Explanada de las Mezquitas, tan desiguales como siempre en este conflicto que va para eterno, tuvo lugar un suceso que causó indignación dentro y fuera de Palestina: el 31 de julio moría un bebé palestino en el ataque y posterior incendio de una vivienda en Duma, protagonizado por colonos judíos. Días después morirían los padres de la criatura como consecuencia de las heridas sufridas. Sólo sigue vivo un hermano, de cuatro años, cuya imagen –con el 80% de su piel afectada por las llamas, en compañía de su abuelo– ha contribuido a que crezca aún más entre los palestinos el odio a la fuerza ocupante. ¿Cómo no indignarse?

Lo cierto es que la generación de palestinos que lleva a cabo estos ataques tiene todos los motivos del mundo para no confiar en sus propios gobernantes (demasiados años de complicidad con quienes impiden que el pueblo palestino tenga un futuro) ni en un relato sobre supuestas negociaciones de paz que siempre terminan engordando al más poderoso. Esas negociaciones han sido siempre la historia de una gran estafa en cientos de capítulos, con el árbitro (Washington) comprado y teniendo que jugar con los pies atados (la impotencia del presidente Abbas y su corrupta camarilla).

El descrédito de los partidos

Por el momento parece que nada puede detener a estos jóvenes de ambos sexos decididos a pasar a la acción en medio de una situación de absoluta desesperación. Tienen ante sí un horizonte totalmente bloqueado; no se percibe un mañana ilusionante por ningún lago. El «no future» de los punkis en su máxima expresión. Ni siquiera pueden soñar con huir a la Europa rica, como han hecho durante el pasado año sus vecinos sirios, porque esas puertas están cerradas para ellos desde hace mucho tiempo.

Algunos de los palestinos que han atacado con armas blancas o con vehículos (también se han dado ataques con armas de fuego) a israelíes han dejado bien claro que su acción era «por Palestina», no por ninguna de sus organizaciones políticas, lo cual pone en muy mal lugar a éstas. La Autoridad Palestina de Abbas se ha destacado por tratar de aplastar la Intifada, pero sin conseguirlo, y los otras veces todopoderosos servicios de seguridad israelíes no pueden adelantarse a ninguno de estos ataques, demostrando que son más eficaces contra organizaciones (donde pueden infiltrar a sus agentes) que contra jóvenes desesperados.

Entre los factores que alimentan esta revuelta desesperada está la propia represión israelí, con medidas tan inhumanas como destruir la casa familiar donde residía el agresor o quedarse con los cadáveres durante semanas. Este tipo de medidas, además de animar a algunos palestinos a lanzarse con un cuchillo o unas tijeras contra el que consideran enemigo, está haciendo que se multipliquen las respuestas pacíficas y resistentes de la sociedad palestina, aunque rara vez logran estas iniciativas que los grandes medios de comunicación se ocupen de ellas.

Tel Aviv responde del único modo que parece conocer: apunta deliberadamente a los activistas, los encarcela, les impone arrestos o les ordena abandonar su ciudad, por ejemplo. Pero así no convence a ningún palestino de lo justo y adecuado de la ocupación. Aunque los grandes medios no nos lo cuenten, lo cierto es que la resistencia popular palestina avanza en terrenos como el boicot, dibujando un futuro bien distinto al que quieren Netanyahu y los suyos.

 

El plantón a obama del primer ministro Netanyahu

Las relaciones entre Israel y EEUU sufrieron un nuevo golpe el pasado martes al revelarse, horas antes de la visita de Biden, que el primer ministro israelí declinó una invitación de la Casa Blanca para reunirse con Obama. Tel Aviv aspira a incrementar el monto actual de 3.000 millones de dólares anuales hasta los 5.000, como «compensación» por el pacto nuclear firmado el pasado año entre Irán y cinco potencias. La Casa Blanca ofrece un incremento de 500 millones de dólares anuales, según la prensa. La oficina de Netanyahu dice ahora que no quiere interferir en las primarias de EEUU, pero el pasado año no dudó en aceptar la invitación de la Cámara de Representantes que tanto irritó a Obama.GARA

 

Cuando las políticas más inhumanas abren la puerta a la «nueva Palestina»

La ocupación y la consiguiente resistencia son constantes en Palestina, aunque demasiadas veces parezca que la ocupación no es tal porque la lleva a cabo una presunta «democracia» y a pesar de que a las actividades resistentes no se les preste atención mediática, a no ser que vayan acompañadas de un relato con muertos (israelíes, porque las víctimas del otro lado ya no cuentan para la mayor parte de los medios occidentales).

La retención por parte de las autoridades de Israel de los cadáveres de los palestinos muertos es una de las prácticas consideradas más inhumanas por parte de muchos palestinos. Según explica Budur Yussef Hassan en Electronic Intifada, «Israel ha puesto condiciones represivas para entregar los cuerpos, explotando el aislamiento geográfico y político de la población palestina de Jerusalén: las familias deben enterrarlos del otro lado del Muro que Israel ha construido alrededor de la ciudad, limitar la cantidad de personas presentes en el funeral, enterrar los cuerpos sólo a última hora del día, o pagar una fianza para levantar dichas condiciones».

Las demoliciones punitivas también fueron incluidas en el paquete de medidas aprobadas en octubre. El Supremo israelí les dio luz verde, aunque constituyen atroces violaciones de derechos humanos contra la población palestina de Jerusalén. Paradójicamente, han impulsado a la comunidad a movilizarse. Yussef relata que el 1 de diciembre un grupo de jóvenes organizó un concierto en el Teatro Nacional Palestino para apoyar a las familias con hijos en la cárcel y a las que están esperando los cuerpos de sus hijos e hijas muertos por las fuerzas israelíes. En la sala más grande del teatro no cabía un alfiler. Lo recaudado fue destinado a la reconstrucción de las viviendas destruidas. «La solidaridad comunitaria organizada por las y los habitantes del campo de refugiados de Shuafat después de la destrucción de la vivienda de Ibrahim Akari fue replicada en toda Cisjordania, especialmente en Ramala y en Nablús».

Hijazi Abu Sheih y Samer Abu Eisheh montaron una carpa en el jardín de las oficinas de la Cruz Roja. Si bien fue instalada como refugio para los dos activistas cuando rechazaron la orden de expulsión de Jerusalén, «pronto se transformó en un vibrante espacio de desobediencia civil. Durante dos semanas, desbordó energía y espíritu revolucionario, libre de las divisiones sectarias. Charlas, debates, conciertos... A los palestinos nos preguntan mucho cuál es la alternativa a nuestros corruptos gobernantes. Quienes visitaron la carpa vieron un atisbo de cómo podría ser esa alternativa», la «nueva Palestina» a construir.J.A.O.