Fede de los Ríos
JO PUNTUA

Gracias a la ONU, 24 horas de felicidad al año

Va para cuatro años que la Asamblea General de la ONU decidió que hoy, 20 de marzo, quedara instituido como el Día Internacional de la Felicidad.

Cuando ya parecíamos haber asumido que la felicidad no entraba en el programa de esta civilización que nos cayó en suerte y que tanto defiende la ONU o EEUU, que ya me lío, ahora se ponen estupendos y su asamblea general remedando a la asamblea de majaras de aquel frenopático que decretara mañana sol y buen tiempo, impele a los habitantes del planeta, sin distingo alguno, a disfrutar de una jornada de felicidad.

¿Y si hoy me viene mal?

Chico, cómo eres. Siempre tan rarito. No sea tan egoísta y piensa un poquito en los demás.

La noción de felicidad de la ONU resulta mucho más práctica y sencilla que la de otros pensadores anteriores.

Para Aristóteles la felicidad era el bien más alto y fin último de nuestras acciones, pero necesita de seguridad económica y libertad personal. Es una felicidad mundana y terrenal, por lo cual está vedada a los esclavos. La moral cristiana vetó la posibilidad de ser feliz en la tierra si se quería la felicidad eterna del cielo. Las obreras que exigían derecho al pan y también a rosas para lograr felicidad estaban erradas. Al parecer las mismas exigencias les impedían de facto la posibilidad de ser felices.

¿Nunca habéis oído aquello de «en la India pobres pero muy felices. Son más espirituales»? Por eso las industrias textiles se instalan allí. La moda necesita de felicidad espiritual.

Este 20 de marzo, gracias a la ONU, entre el barro de los campamentos de refugiados, en las casas de los predesahuciados, en las alcobas de las violadas, entre los parados, en las prisiones, entre los precarizados y tantos y tantos millones de oprimidos, podremos observar un día de felicidad.

Decía Freud que existen dos maneras de ser feliz en esta vida, una es hacerse el idiota y la otra serlo.