Dabid LAZKANOITURBURU

Un ataque por delegación desde y al corazón de Europa

Los atentados de Bruselas evidencian que el ISIS cuenta con una quinta columna de yihadistas europeos, bregados en las guerras de Irak y Siria, capaces de desafiar a la presión policial y atacar en cualquier momento. Al Califato le basta con poner luego su sello al reivindicar los atentados.

Europa asiste conmocionada a una progresión cuantitativa y cualitativa de ataques yihadistas. Cada escasos meses, una capital occidental se ve sacudida por un ataque sangriento e indiscriminado. Visto en perspectiva –y es sabido de que la visión desde la distancia temporal atempera la percepción del drama–, parecería que hemos pasado de la sucesión más o menos pausada de una serie de atentados en la década de 2000 –que tuvieron su inicio en el 11-S de 2001 y su continuidad en el 11-M madrileño y en el 7-J londinense–, a una vorágine de ataques que se superponen en el tiempo sin solución de continuidad en los últimos meses. Y que, por su complejidad logística y por sus objetivos, en el caso de ayer el corazón político de la UE, suponen un nuevo y macabro salto en la osadía y capacidad de sus autores y diseñadores.

La memoria es frágil y convendría recordar que ninguno de los ataques que asolan a Europa ha dejado un saldo de víctimas mortales (más de 3.000) equiparable al 11-S ni ha llegado a un grado de «logística maquiavélica» semejante a los ataques contra EEUU, con el uso de aviones de pasajeros como arma de guerra.

Aunque esta constatación no sirve de consuelo alguno –menos para las víctimas y los familiares del 22-M en Bruselas–, y sin olvidar que la inmensa mayoría de las victimas del yihadismo no son europeas, hay un elemento que, por comparación, enciende muchas alarmas sobre lo que está acaeciendo en los últimos tiempos en el Viejo Continente: el Estado Islámico cuenta con una quinta columna de europeos, de origen magrebí y/o árabe pero europeos, que en su día acudieron a la llamada de la yihad a Siria o a Irak pero que han regresado y tienen la capacidad, el arsenal y la experiencia militar necesaria para atentar en cualquier momento, y despreciando sus propias vidas, dejando en evidencia a todas las policías europeas.

Porque si se confirmara, como parece probable, que el 22-M está conectado con el 13-N, sería la primera vez que una misma red de comandos es capaz de atacar dos veces y con un intervalo de cuatro meses en dos escenarios, París y Bruselas, con éxito.

Más aún, y en espera de la eventual identificación de los autores o sospechosos de los atentados de ayer, la nacionalidad de los implicados en los atentados de París evidencia que estamos ante un fenómeno no demasiado lejano.

Así, de los nueve considerados autores de los tiroteos de París y muertos ese día o en el asalto policial del 18 de noviembre en Saint Denis, cinco eran franceses y dos belgas, eso sí, todos de origen marroquí o argelino. Los dos restantes se registraron con falsos pasaportes sirios cuando entraron en Europa por Grecia y el ISIS los presentó como iraquíes. Para rizar el rizo, los dos miembros del ISIS que reivindicaron los atentados, los hermanos Clain, serían franceses oriundos de la isla colonia africana de Reunión y devotos católicos antes de su conversión.

Por lo que toca a la última redada en Moolenbeck, tanto los detenidos como los que están en busca y captura son igualmente belgas o franceses.

Más allá de las biografías personales de cada uno de ellos –muchos expertos destacan el nihilismo de buena parte de estos conversos de última hora al yihadismo–, esta constatación no minimiza sino que agrava más si cabe el alcance del desafío político que supone el califato instaurado por el ISIS entre Siria e Irak.

Un desafío que se nutre de escenarios de crisis. El ISIS nació con la ocupación de Irak, se consolidó con la guerra siria y, más allá de los reveses que esté sufriendo o vaya a sufrir en su feudo central, sigue medrando en el Estado fallido en el que se ha convertido Libia o en el Egipto postgolpista de Al Sissi.

Europa es un continente en crisis global –política, económica y de valores– y su gestión del drama de los refugiados no es sino un síntoma de ello. El ISIS lo sabe. Y continuará golpeando una y otra vez. Desde el mismísimo corazón del continente.