Mikel ZUBIMENDI
UN PIONERO DE LA ARQUITECTURA VASCA

ISIDRO MONZÓN, BORDA VASCA PARA UNA REVOLUCIÓN DE ESTILO

La aún poco conocida obra arquitectónica de Monzón está empezando a ser estudiada y puesta en valor. En ruptura con el estilo neo-vasco, su apuesta fue otra: entroncar la borda en el paisaje del Larrun, con la modernidad y las vanguardias internacionales.

La vida y la obra de Isidro de Monzón Ortiz de Uruela (Bergara, 1906) son extraordinarias, polifacéticas, aunque no muy conocidas para el gran público. Quienes le conocieron y trataron dan testimonio de su categoría y de sus remarcables cualidades, de cómo la historia y el sentimiento se hacían uno cuando expresaba sus recuerdos con su oratoria profunda y agradable.

Nacido en el seno de una familia aristocrática, hijo de euskaldun y de andaluza, Isidro Monzón tuvo una vida de película. Estudió Matemáticas en Madrid y culminó su carrera formativa en la Real Academia de Arquitectura de Bruselas. Fue capitán de gudaris en el frente de Intxorta y terminó la guerra como comandante de zapadores. «Estábamos condenados a perderla. No había un sentido profesional, teníamos valor y energía para regalar, pero con eso no era suficiente», declaró en su día. Refugiado en Venezuela, aviador en África, conectado con las vanguardias artísticas o las casas reales europeas, poeta, arquitecto, amigo y confidente de “Argala”, su figura quedó un tanto eclipsada por la arrolladora personalidad de su hermano mayor, Telesforo Monzón. Este, consejero de Interior del lehendakari Agirre, fundador de Herri Batasuna, poeta y autor teatral, letrista de canciones populares que marcaron a generaciones de vascos, es mucho más conocido que su hermano menor.

No obstante, en los últimos tiempos está creciendo mucho el interés por la obra de Isidro Monzón, especialmente en torno a su concepción arquitectónica. Tras ser expuesta en Donibane Lohizune, Laboratorium Museoa de Bergara, acoge ya una interesante muestra sobre su obra y su propuesta artística. Animada por Jean Idiart, licenciado en Bellas Artes y exdirector del Museo Vasco de Baiona, uno de los mayores estudiosos y divulgadores del estilo y las referencias de Monzón, en la misma podrán verse planos, bocetos y fotografías recopiladas por el afán y la inquietud de Idiart por reconocer y dar a conocer el gran legado de Isidro Monzón en Ipar Euskal Herria.

Menos es más en el espacio horizontal

Monzón estuvo influenciado en sus inicios por el trabajo que dos hermanos que formaban parte de la comunidad judía de Baiona, Louis y Benjamin Gomez, hicieron una década antes. Ellos crearon el estilo “neo-vasco”, una arquitectura y decoración «muy nuestra», muy visible en ciertos edificios públicos y «villas» de gente rica de Lapurdi, novedosa en su tiempo –de ahí el lema que utilizaba Benjamin Gomez «lehen hala, orain hola, gero ez dakit nola»– pero ya convertida en tradición.

Pero como se pregunta Idiart: «¿Por qué y cómo encontró Isidro Monzón sus propias referencias en la arquitectura de las bordas de pastores vascos del monte Larrun hasta crear un estilo arquitectónico propio?». No es fácil determinar su trayecto intelectual y teórico para ello. Sin embargo, de sus textos tan claros y punzantes, de su voraz apetito por el conocimiento, se puede deducir la influencia que tuvieron en él dos teorías de la arquitectura de aquel momento, revolucionarias en su tiempo, que dirigieron a Isidro Monzón hacia la borda vasca como vía de conexión con las vanguardias artísticas de la arquitectura mundial.

Sin duda, el alemán Ludwig Mies van der Rohe y el estadounidense Frank Lloyd Wright fueron referencias válidas para él. La filosofía conceptual de Mies van der Rohe, su apuesta por el «menos es más», su afán por esforzarse en reducirlo todo al mínimo, a lo estrictamente funcional y estructural para lograr la máxima calidad espacial, y su idea de «lo importante es lo esencial», sin especular estéticamente, doctrinariamente o perderse en formalismos, impactaron en Isidro Monzón. El lenguaje arquitectónico del bergararra, sin artificios ni ornamentos, apostó por una sencillez que dice mucho más de lo que aparenta. Y dejando a un lado las villas para ricos de estilo neo-vasco, por su maravillosa integración en el paisaje, Monzón apostó por las bordas de nuestros pastores como los edificios nucleares de su propuesta arquitectónica.

Lloyd Wright tuvo también un gran impacto en la obra de Monzón. Si el primero se inspiró en el amplio y llano paisaje del Medio Oeste norteamericano para concebir el estilo de las «Casas de la Pradera», el segundo pudo componer e integrar sus obras en las laderas soleadas del Pirineo vasco y no como un recurso impuesto al paisaje. Wright fue precursor del ideal del binomio arquitectura-naturaleza. Su particular estilo de carácter compacto y de austeridad decorativa, su concepción del espacio horizontal como muestra de protección y serenidad bajo el dominio maravilloso del cielo, de la comodidad con la que siempre quiso caracterizar sus casas, su apología del horizonte, «esa línea doméstica, democrática y liberadora», y su apuesta por la extensión del interior sobre la configuración exterior pueden verse nítidamente en la obra de Isidro Monzón.

Un futuro para nuestro pasado

No obstante, Jean Idiart sugiere otra explicación más intuitiva, o si se quiere más poética, para explicar la apuesta arquitectónica de Monzón y su devoción por el paisaje y las bordas. Estas, adaptadas al contexto donde se ubican, señalarían al alma vasca, al espíritu protector del entorno y a su conocimiento profundo, a la deidad del hogar que cuida de la vida de toda la familia que vive en la casa. Monzón no solo integraba sus casas en el paisaje, también gestionaba el paisaje de manera muy inteligente. Ambos parecían no haber sido nunca manipulados, hasta el punto de que daban la impresión de que siempre habían estado ahí, en las laderas del Larrun o en la costa labortana, que el tiempo no pasaba para ellos.

Entre los años 1970-1985, su aportación fue clave en la renovación y el renacimiento de un estilo de arquitectura en Ipar Euskal Herria. Construyó treinta casas entre Sara, donde residió en su espectacular borda de la colina de Aldunlarre, y la costa de Lapurdi y su propuesta, el «estilo Monzón», tuvo un gran éxito entre sus clientes adinerados. Ya antes, no había otro arquitecto que trabajara la piedra como él. Había estudiado al detalle el trabajo secular de los canteros vascos y aprendido de otro con el que coincidió en su destierro venezolano, Segundo Achurra.

Utilizó siempre la piedra de Larrun, colocándola como hacían nuestros antepasados, uniendo lo interior y lo exterior en una composición armónica, abriendo grandes naves hacia el sur o logrando vistas magníficas. De los humildes espacios de la borda era capaz de crear habitaciones sofisticadas que satisfacían las demandas de comodidad moderna de sus clientes.

Además, como remarca Idiart, fue también pionero en otro aspecto. En un tiempo donde preservar el paisaje rural no era común, Monzón supo cómo hacerlo: con estilo, con su particular e inigualable estilo.