Pablo GONZÁLEZ
BONN
Elkarrizketa
LEV SHLOSBERG
GANADOR DE PREMIO «BORIS NEMTSOV»

«Las autoridades rusas trabajan en contra de los intereses de la población»

El espíritu de Bolotnaya, nacido de las protestas de 2011 y 2012, estrena su propio premio, el «Boris Nemtsov», y se consolida como un movimiento por una Rusia alternativa, más democrática de lo que creen es el actual Estado ruso. GARA habló con su ganador, el político y periodista Lev Shlosberg.

El 12 de junio, coincidiendo con el día nacional de Rusia, en Bonn, Alemania, se entregó el primer premio de la Fundación Boris Nemtsov al coraje en la lucha por los valores democráticos en Rusia. El galardonado fue Lev Shlosberg, político y periodista de Pskov.

Con más de veinte años de trayectoria política vinculada al partido Yabloko, siendo diputado regional en 2014, Shlosberg fue uno de los responsables de la publicación de datos sobre la muerte de paracaidistas rusos en Ucrania, lo que, según manifiesta, es una prueba de la participación del Estado ruso en la guerra en ese país. Ha recibido amenazas e incluso una paliza a raíz de hacer públicas esas informaciones.

Se barajaron un total de 46 candidaturas para recibir este premio fundado por familiares, amigos y colaboradores del líder opositor abatido a tiros a unos centenares de metros del Kremlin en 2015. Se entregará con una periodicidad anual y en su primera edición ha servido para reunir a activistas y políticos enfrentados al poder establecido en Moscú.

A día de hoy no tienen unidad interna, como informó recientemente GARA, ni posibilidades reales para luchar por el poder político en Rusia, pero su labor demuestra que el espíritu de Bolotnaya (plaza de Moscú, epicentro de las protestas que tuvieron lugar en 2011 y 2012) sigue activo.

¿Cual es la situación actual en la Federación Rusa?

Rusia está en estos momento en una situación que recuerda mucho al estancamiento vivido durante la época soviética. Es un tiempo en el que domina el cinismo, la gente no cree en las cosas que se dicen y se distancia del Estado, intenta vivir sin relacionarse con él en la medida de lo posible. El país se vuelve más pobre, sus capacidades para mantener el bienestar social se están reduciendo y eso afecta a la mayoría de la población. Como resultado de los acontecimientos de los últimos años, sanciones y crisis incluidas, todos han perdido.

Objetivamente, las autoridades rusas trabajan en contra de los intereses de la población y cuanto más se prologue esta situación, más intereses se verán afectados.

¿Cómo se mantiene entonces la relación entre la sociedad y el Estado?

La ciudadanía empieza a ver la falsedad de la información y propaganda oficial y eso, paulatinamente, va minando la confianza en el Estado, pero es un proceso que puede durar bastante tiempo.

Si buscamos una manera de explicarlo, sería la de la putrefacción. No es una desintegración, es una putrefacción que puede prolongarse mucho dependiendo de lo que la sociedad sea capaz de hacer para defenderse a sí misma, ya que, por ahora, la mayoría de los ciudadanos rusos utilizan como reacción defensiva la adaptación y rehuyen entrar en conflicto directo con el régimen.

Por eso el propio régimen se endurece, porque, según sus cálculos, puede hacer frente y luchar efectivamente contra esa cantidad de gente. Si los que le plantan cara fueran 50 millones de personas, no podrían poner en marcha el aparato represor, pero si en todo el país los descontentos son cinco millones, es una cantidad que el Estado cree que puede reducir con la represión. Todas sus últimas acciones son de intimidación: sales tres veces a una manifestación solitaria y te encierran, como a Ildar Dadin (en prisión por participar en tres ocasiones en un piquete en solitario), pero si fueran 100.000 sería muy diferente.

Y aun así, la gente no protesta de forma masiva...

Las reservas de reformismo de la sociedad se gastaron tontamente en muy pocos años en la década de los 90. Las reformas se hicieron tan mal que la mayoría no ganó, sino que perdió, y la palabra «democracia» empezó a asociarse con la disminución del bienestar de la gente.

En los 90, más de la mitad de la población de la URSS quería una democracia que pensaban que traería bienestar, pero la primera ola de demócratas rusos no logró cumplir la tarea de llevar a cabo con eficacia las reformas. Lo hicieron mal y la gente vio que la democracia era algo malo.

Para que la sociedad vuelva a estar madura para la protesta masiva, para que el deseo del cambio sea masivo, todavía debe pasar mucho tiempo. Incluso tanto como para que la generación que lo perdió todo en los años 90 deje de ser importante para la sociedad por simple envejecimiento. Es necesario que crezca una generación que ya no quiera vivir aislada en una lata de sardinas.