Emir Sader
Sociólogo y politólogo
KOLABORAZIOA

¿Todo es igual, nada es mejor?

La nueva estrategia de la derecha latinoamericana tiene en los intentos de destruir la reputación de los más grandes líderes populares de nuestros países su eje central de acción. No pueden comparar los gobiernos que hicieron –o que hacen ahora– con los llevados a cabo por esos líderes, porque pierden en todos los campos, entonces se dedican a intentar denigrar las imágenes de los dirigentes responsables de los más grandes avances que nuestros países han tenido.

Cristina, Lula, Dilma, no son más los presidentes que han rescatado sus países de las peores crisis de su historia, que han disminuido drásticamente la desigualdad, la miseria, la exclusión social de sus sociedades, que han afirmado la soberanía de sus países en el mundo. Lo mismo pasaría con Evo, Rafael Correa, Pepe Mujica. Son, según la derecha y sus portavoces, dirigentes corruptos, comprometidos con malos manejos de los recursos públicos, que han logrado el apoyo popular en base al uso de dinero mal habido. Total, serían como los dirigentes de la derecha: Menem, Collor, Cardoso, De la Rua, Macri, Temer. Todo sería igual, nada sería mejor.

Así, la derecha cree abrir camino para volver a gobernar sin sustos a nuestros países. No tendrían que soportar más a los sindicatos, a los movimientos sociales, a los recursos canalizados para garantizar los derechos de todos. Tendrían de nuevo el Estado en sus manos, para promover y reforzar el interés de las minorías ricas, que habían dejado de poder manejar el Estado y los gobiernos a su gusto.

Las campañas en contra de Cristina, Dilma, Lula, solo son posibles porque la derecha sigue manejando el monopolio de los grandes medios, cuenta con la complicidad del Poder Judicial, que calla frente a las monstruosidades que los gobiernos de derecha hacen, pero se presta a perseguir, sin ninguna prueba, a los dirigentes populares, cuyo comportamiento es inaceptable para la derecha, porque han demostrado que se puede y se debe gobernar para las grandes mayorías, en contra de los medios y de los partidos de la derecha.

La destrucción de reputaciones por parte de los medios y del Poder Judicial es un proceso de manipulación de la opinión pública como nunca se había conocido en América Latina. Acumular sospechas sin pruebas, para provocar mecanismos de rechazo de liderazgos con amplio apoyo popular, pero que en las capas medias suscitan fuertes resistencias, como si ellos fueron culpables de algo.

Destruir la imagen de los liderazgos que más han fortalecido a la democracia en nuestros países, porque le han incorporado el apoyo de amplias capas del pueblo, antes siempre excluidas y olvidadas por las élites, es un crimen en contra de la democracia, perpetrado por quienes quieren dirigir gobiernos antipopulares por sus políticas, pero que,  para ello,  necesitan inviabilizar los liderazgos que han hecho exactamente lo opuesto de lo que ellos hacen, con lo que tratan de acostumbrar a la gente que se gobierna para las minorías más ricas del país.

Liderazgos como Cristina, Lula, Dilma, Evo, Rafael Correa, Pepe Mujica, entre otros, son patrimonios de la democracia latinoamericana, ya pertenecen a nuestra historia como dirigentes que han recuperado el prestigio de la política con gobiernos que reconocen los derechos fundamentales de las grandes mayorías, que han proyectado la imagen de nuestro continente en el mundo con políticas soberanas y de integración regional y con todo el Sur del mundo.

Para la derecha es indispensable afirmar en cambalache, que ellos son corruptos, sí, pero todos lo serian. Que igual por igual, gobiernan ellos, como siempre lo han hecho. Pero aquellos líderes prueban que no todo es igual, que hay, sí, algo mejor para el pueblo, para la democracia, para nuestros países.

* Artículo publicado en Alai