Pablo CABEZA
BILBO
Elkarrizketa
MIKEL URAKEN
SOLISTA

«Detrás de mi música no hay más que sinceridad, no sirve vender humo»

A primeros de 2005 Mikel Gutiérrez es parte de Loan, trío bilbaino que deja para la historia dos discos. Previamente había tocado la guitarra en Istripu. Concluida la polvorienta experiencia sonora de Loan, nace el proyecto en solitario Mikel Uraken, aventura explorativa y sensorial.

Loan fue formación bilbaina orientada hacia el prototipo musical de bandas como Neurosis o Unsane. El trío se movió intensamente en sus años de agitación, aunque siempre por espacios tan dinámicos como ceñidos. Tras una demo y dos discos llegó la dispersión. Su guitarrista Mikel transfiguró su pasado musical para convertirse en Mikel Uraken, proyecto intimista donde no faltan susurros dramatizados aún con acústica. No cuesta cruzarle entre otro Mikel (Laboa) y Eneko “Mobydick”. La intensidad y cromatismo de una canción como “Trapu zaharren mauka” le define, pero el sol y la penumbra (sea la emocional envoltura coral de “Anabasak ainale”) le persiguen. Tiempos medios y belleza, crispación y miradas de seda. Algo tiene el todo de post-rock entre formas de alt-folk oscuro próximo a la americana dolida.

Uraken grabó en 2013 “Folk songs for tormented souls”, en 2014 “Omenaldi xumeak” y continúa presentando “Neguaren ostean”, vinilo grabado con Kaki Arkarazo y compartiendo textos con su excompañero Mikel Vega (bajo y voz en Loan).

«Loan lo formamos Mikel Vega [hoy en Killerkume] y yo. Tuvimos varios baterías, pero el eje principal del grupo lo formábamos nosotros. Sacamos dos discos “Kobazuloan saiakerak” en 2007 y “Hontziria” en 2009 con la ayuda del sello cántabro Odio Sonoro. Nos separamos en 2010. A partir de ahí sentí la necesidad de cambiar de aires, probar otra manera de tocar y componer canciones. Poco a poco comencé a tocar la guitarra acústica y a componer mis primeras canciones en solitario, tratando de reinventarme y poniéndome a prueba en todo momento”.

¿De qué barro a moldear proviene Mikel Uraken?

Comencé a tocar la guitarra a la par a la que a escuchar música, con unos 15 años. Supongo que por esa edad la música puede ser una gran via de escape y de creatividad para cualquier adolescente a la vez que se convierte en su refugio. La música que escuchaba era la típica de esa época: M.C.D., Eskorbuto, Cicatriz, Kortatu.. Casetes que intercambiaba con mis primos. En aquellos años Bilbao respiraba rock y punk por los cuatro costados, y a pesar de ser una ciudad diferente a la actual, era verdaderamente acogedora e integradora. Echo de menos muchas cosas de esa ciudad en la que crecí desde mi barrio, Santutxu. Se puede decir que todo mi entorno social ha ejercido una influencia determinante en mi música.

Además del idioma, añade apuntes identitarios tradicionales como el irrintzi de «Grina oskolduna» y «Ez dok hamairu».

El irrintzi es una de la expresiones mas extendidas y conocidas de nuestra cultura y una cosa a llevado a la otra. “Neguaren ostean” es mi particular homenaje a la cultura euskaldun de la que formo parte, y a la que he querido añadir mi visión particular.

En un corte como «Trapu zaharra mauka», y quizá en otros, pueda advertirse una querencia con ciertos aspectos emocionales de la música de Mikel Laboa. Además lleva un «Ez dok hamairu», con ese tipo de acordes, aunque el movimiento se llamó Ez Dok Amairu.

No puedo obviar la aportación e influencia de Mikel Laboa. Somos un pueblo pequeño, y todos estamos mas interrelacionados de lo que creemos. Por otro lado, mi canción “Ez dok hamahiru” tiene ese título como pequeño homenaje al grupo Ez Dok Amairu. Decidí poner la hache por dos motivos. Por un lado porque hubiera sido demasiado evidente no ponerla y se habría diluido con el grupo. Por otro lado, “amairu” es la manera antigua de escribir “hamahiru”. Al escribirlo en el batua actual, estoy reivindicando también el relevo generacional en la cultura euskaldun y el momento actual, donde no cabe estar permanente mirando al pasado repitiendo esquemas que ya no dan frutos ni resultan atrayentes.

No obstante, su propuesta entre dramática, emocional y épica en algunos tramos cabe imaginar, y casi aseverar, que tiene antecedentes más cercanos en el tiempo.

Todas esas características que mencionas de mi música se pueden percibir en mayor o menor medida en mis proyectos anteriores. Mi actual propuesta musical aunque vista desde fuera pueda parecer un punto y aparte respecto a mi pasado, no es sino una evolución entrelazada bajo mi lógica particular.

¿Le convencen inquietudes como las de Eneko «Mobydick»?

Habré visto a Eneko una veintena de veces en directo, además de haber compartido escenario alguna que otra vez (memorable la noche en Bonberenea). Siempre disfruto de sus bolos y tengo una gran relación con él. Lógicamente tenemos muchos puntos similares, gustos y amigos en común, pero supongo que cada uno lleva su proyecto a su manera, con sus propios ritmos y visión particular.

«Anabasak ainak» es denso, acogedor y muy ambiental: es una composición para dejarse llevar. ¿No mira el reloj –siete minutos– mientras haya liturgia que contar e interpretar?

Mirar el reloj es uno de los mayores errores que puede cometer un músico a la hora de crear. Hay que dejar libertad a cada canción para que dure lo que tenga que durar para que consiga crear el efecto deseado tanto en el compositor como en el oyente. En mi caso no es otro más que la abstracción.

Gran parte de su aportación vocal pare más un apoyo instrumental que una melodía.

Más o menos así es. Al no haber otros músicos ni instrumentos mas que mi voz y mi guitarra, procuro siempre sacarles el mayor partido posible dentro de mis posibilidades. La voz no solo sirve para transmitir mensajes, defiendo que el propio sonido puede transmitir tanto como la letra más sobrecogedora.

La propuesta es sencilla, pero no evidente. ¿Y en su vida?

Soy bastante sencillo y me gusta ir al grano en la música y en mi vida. Detrás de mi música no hay más que sinceridad, no sirve de nada vender humo.

En vinilo, autoeditado y muy cuidado en todos los aspectos, el gráfico incluido.

El disco ha sido financiado euro a euro a través de lo que he ganado en mis conciertos, y así lo seguiré haciendo en mis próximos trabajos. Mikel Laboa en “Txinaurriak” cuenta la historia de una hormiga que hace acopio de alimentos durante la primavera para hacer frente a la llegada del invierno, y la verdad es que me siento bastante identificado con esa manera de proceder. El dinero nunca está mal invertido si lo haces en lo que crees y guiado por el corazón y no el bolsillo. Dentro de esa lógica, he considerado que la mejor inversión era editarlo en vinilo en lugar de en cedé, ya que, además ese, tipo de soporte era el ideal para un disco como el mío que ha sido grabado en analógico. Respecto al diseño no puedo sino sentirme afortunado de poder contar con la ayuda de mi amigo Asier García Azkue que sabe plasmar mejor que nadie mi música y lo que quiero transmitir en papel.