Yahvé M. DE LA CAVADA
JAZZ

No lo llames jazz, llámalo equis

Tiene gracia que, en un festival de jazz con unos cuantos pesos pesados del género en el cartel del día, el mejor concierto del viernes en Jazzaldia no fuese precisamente de jazz. ¿O sí? No vamos a ponernos a establecer parámetros a ese respecto aquí y ahora, pero sí podemos afirmar que el concierto del cantautor norteamericano Ryley Walker, sin ser un concierto de jazz, fue un dechado de improvisación y música creativa, convirtiéndolo en el más interesante del día y, por el momento, del festival.

Walker practica un folk chamánico y sugestivo que tiene sus raíces en Tim Buckley y en gran parte de la escena folk y sicodélica de los 60, influencias que arrastra al siglo XXI para crear una música atemporal y más personal de lo que puede parecer en un principio. Los influjos jazzísticos en su propuesta empiezan por su colaboración con varios nombres claves en la improvisación actual de Chicago, como los de Frank Rosaly, Jason Adasiewicz, Anton Hatwitch o Fred Lonberg-Holm –que formaban parte de la banda de Walker en la grabación de su alabado “Primrose Green”– o el baterista Charles Rumback, con quien recientemente editó el fabuloso álbum a dúo “Cannots”.

Siguiendo esta misma línea, en su concierto en Donostia Walker se acompañó de los noruegos Julius Lind y Ståle Liavik Solberg, dos músicos versados en la libre improvisación europea más que en el folk (Solberg ha tocado con luminarias del free-jazz como Steve Beresford, John Russell, Alan Silva o Martin Küchen, y organiza el Blow Out! Festival junto a Paal Nilssen-Love, el volcánico baterista de The Thing, Atomic y decenas de proyectos junto a Ken Vandermark o Peter Brötzmann, entre otros). Con estos compañeros de viaje y su capacidad para construir hipnóticas texturas con la guitarra acústica, Walker ofreció un concierto intenso y mágico, infectando sus canciones de improvisación y cambios de intensidad para construir algunos momentos de clímax imponentes. Folk jazzificado o jazz en forma de canciones folk, poco importa: música creativa de primer orden, servida sin complejos y con un compromiso total con la libertad expresiva de los músicos.

Algo parecido, aunque más ambicioso y menos redondo, ocurrió a media tarde en el Kursaal, donde Brad Mehldau, John Scofield y Mark Guiliana presentaban su recién formado supergrupo. El proyecto parece una extensión del dúo de Mehldau y Guiliana, Mehliana, en el que Scofield aporta su voz y convierte la música en algo realmente comunitario. El resultado es muy interesante, con Mehldau explayándose de forma gloriosa al piano y al rhodes, o cubriendo los solos del guitarrista tocando los bajos con un sintetizador, Scofield alternando entre sus improvisaciones y acompañar a Mehldau con el bajo eléctrico, y Guiliana tejiendo polirritmos de forma incansable. Sin embargo, aunque los tres músicos son apabullantes, el proyecto adolece de cierta falta de dirección, probablemente por su corta trayectoria. En los momentos buenos sonaba como los mejores Return To Forever, actualizados y pasados por el lenguaje de Mehldau y Scofield, pero en ocasiones los temas se alargaban innecesariamente, con ambos improvisando más de una vez en cada pieza, dando al resultado un denso aire de jam session de élite que llegó a rozar peligrosamente el aburrimiento. Eso sí, si siguen con esto, de aquí puede salir algo realmente grande.

Honi buruzko guztia: JAZZ