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JOHANNESBURGO

El cambio climático reduce la pesca en el Tanganica y el maíz en Leshoto

El lago Tanganica contribuye a alimentar a la población de esta región africana aportando el 60% de las proteínas animales consumidas. Pero el cambio climático está reduciendo notablemente el número de peces. Mientras, en el sur del continente se ha instalado la sequía.

La sobreexplotación pesquera no es la única razón por la que los peces son cada vez más caros de ver en el Tanganica, el lago más antiguo y más profundo de África. El calentamiento climático global también se ha convertido en uno de los principales factores que han provocado esta situación.

A lo largo de este enorme embalse natural de agua dulce –con 673 kilómetros de longitud y con una anchura máxima de 72 kilómetros– confluyen las fronteras de Tanzania, Burundi, la República Democrática del Congo y Zambia.

Un estudio publicado esta semana en “Proceedings of the National Academy of Sciences” –publicación de la Academia de Ciencias de Estados Unidos– muestra que el lago se ha recalentado desde el año 1800 y que ello ha provocado el declive de las algas de las que se alimentan los peces y, por tanto, la reducción del número de peces.

Para llegar a estas conclusiones, los científicos han estudiado los sedimentos del fondo del lago, remontándose 1.500 años atrás para analizar los cambios en su biodiversidad. La profundidad media del Tanganica es de 570 metros, si bien alcanza hasta los 1.470 metros.

Fuente de proteínas

Los habitantes de la región dependen en gran medida del lago, que abastece a la población autóctona hasta con un 60% de las proteínas animales, especialmente por las 200.000 toneladas de peces recogidas cada año.

«Algunos consideran que el problema del Tanganica es que hay demasiados barcos de pesca, pero nuestros trabajos reflejan que la disminución de los peces se inició en el siglo XIX», comenta el autor principal del citado estudio, Andrew Cohen, profesor de Ciencias de la Tierra en la Universidad de Arizona.

«Podemos observar cómo se reduce el número de fósiles en paralelo al aumento de la temperatura del agua», añade.

Cohen asume que la sobrepesca también es un problema, pero incide en que el recalentamiento del lago comenzó antes y que, desde el año 1946, ha reducido en un 38% el hábitat ideal para peces y moluscos.

El Tanganica es conocido por su gran biodiversidad, ya que alberga «cientos de especies que solamente se encuentran en este lago», subraya el profesor. «Sabemos que otros lagos se están calentando igualmente. Esto tiene repercusiones importantes para la alimentación y para el ecosistema, que cambia rápidamente», concluye Cohen.

Sequía y exportación de agua

En el extremo sur del continente, la sequía es la protagonista de otro drama alimentario. En una crónica para AFP, Julie Jammot recoge el testimonio de Mohlakoana Molise, un experimentado agricultor que vive encima del gran lago artificial de Katse. Cuando su país, Lesotho, está pasando por la peor sequía en 35 años, la mayoría de sus abundantes reservas de agua se exportan a África del Sur, cuyo territorio rodea completamente al del pequeño reino.

«Es descorazonador, porque ese agua podría servir para regar nuestros cultivos cuando no llueve. Si al menos pudieran repartirla con los pueblos de la zona... Pero no es el caso», lamenta este hombre de 65 años.

Delante de su vivienda con techo de paja, ordena uno por uno los granos de maíz. La operación no le llevará mucho tiempo porque este año cosechó solo dos grandes bolsas, en lugar de la docena habitual.

A causa del fenómeno climático de El Niño, que también modifica el régimen de lluvias en esta zona del planeta, las cosechas de maíz en Leshoto han caído a 25.000 toneladas en esta campaña, frente a las 78.000 de 2015, según datos del Programa Alimentario Mundial (PAM).

Paradójicamente, Leshoto debe importar alimentos de Sudáfrica, también afectada por la sequía, y el precio del maíz ha aumentado el 60% en un año.