Raimundo Fitero
DE REOJO

Machismo

Apagados los pebeteros, sopladas las velas, acomodados los gritos, los exabruptos, las exageraciones y los patrioterismos, se habla mucho del machismo imperante en la información olímpica. Ganadoras de oro que en los medios aparecen escondidas detrás de un varón que supuestamente las ha encumbrado, medallas de un valor incomparable superior conseguido por equipos de mujeres que no tienen el mismo despliegue informativo en prensa ni en televisión. Detalles que retratan una realidad incontestable: prevalece una mirada macho sobre el deporte.

No es suficiente con que las mujeres ganen medallas, ni que en los medios televisivos la información deportiva sea contada por rostros femeninos, es algo más profundo, una suerte de idea enquistada y colocada en los códigos más ancestrales que no se renuevan porque, además, en términos económicos, no da los mismos resultados de audiencia o de venta de periódicos si gana una mujer un campeonato de tenis que un hombre, y las medallas individuales se convierten en un responso sobre el que detrás siempre hay un hombre, un entrenador, asesor o mánager. Imposible de obviar.

En las ligas de fútbol americano femenino se llega a la máxima expresión del machismo. El vestuario, mínimo, las tomas televisivas la inmensa mayoría de atrás, para que se vean en primer plano los culos de las jugadoras. Un lenguaje audiovisual machista que roza lo penal. Algo parecido sucede con el vestuario de las jugadores de deportes colectivos que en la versión masculina es bastante normal y en el femenino se busca resaltar esos cuerpos como objetos de deseo.  Aunque lo que ahora se denuncia no es solamente eso, sino algo más difícil de entender, la información que reduce el valor de lo logrado por las mujeres de manera grosera. El machismo elemental.