Arantxa MANTEROLA
BAIONA
Elkarrizketa
ALICE HAKIZIMANA
PERIODISTA DE BURUNDI EXILIADA

«La de ahora es una crisis política que el poder pretende, interesadamente, ‘etnitizar’»

Ha obtenido recientemente el asilo político en el Estado francés, donde tuvo que exiliarse hace unos meses. Desde allí sigue trabajando para que en Burundi se respete la democracia y no vuelva a estallar una guerra fratricida «o entre etnias, tutsis y hutus», que es como algunos, «interesadamente», quieren vender la última crisis –«fundamentalmente política», subraya–, que fue provocada por la repetición anticonstitucional del presidente en su cargo, en julio de 2015.

Trabajó durante más de diez años en la radio Bonesha FM de Burundi y a partir de 2010 tomó otro rumbo profesional, pero siempre ligado al ámbito de los medios de comunicación ya que desde entonces ha estado formando a periodistas en el seno de varias ONG. La periodista tutsi tuvo que huir hace unos meses de su país junto con sus dos hijas después de haber sufrido el acoso de la Policía hasta en su propio domicilio, en el que entraron «poniéndolo todo patas arriba» el 16 de octubre pasado. Ha estado estos días en Ipar Euskal Herria, donde GARA ha podido entrevistarla.

Muchos medios de comunicación independientes han sido cerrados y los periodistas están sufriendo una feroz represión. El pasado 22 de julio uno de ellos, Jean Bigirimana, del periódico “Iwacu”, desapareció. ¿Lo conoce?

Sí. Somos amigos. Hemos solido trabajar juntos y conozco a su familia. Hace unos días alguien de los servicios de información comunicó al director del periódico que está encarcelado en una prisión del centro del país y que ha sido torturado. La Policía, sin embargo, niega que haya sido detenido. No hay nada claro y eso es muy preocupante. No sabemos si lo encontraremos vivo.

¿Por qué se está atacando tanto a los medios de comunicación?

Desde que el presidente Pierre Nkurunziza decidió el año pasado presentarse por tercera vez a la jefatura del Estado, algo contrario a lo que establece nuestra Constitución, que solo permite dos mandatos, los medias independientes y la sociedad civil han apoyado con fuerza la campaña de los «antitercer mandato», como se les denomina. Han denunciado esa jugada sucia que viola la Constitución y el Acuerdo de Paz de 2000 firmado en Arusha (Tanzania). Evidentemente, al régimen del presidente no le gusta esa oposición y pretende acallar los medios que ya anteriormente denunciaban las ejecuciones extrajudiciales, la corrupción o la mala gestión del Gobierno en general.

En mayo de 2015, cuando se dio el intento frustrado de golpe de Estado, que esos medios anunciaron, aprovecharon para cerrar muchos de ellos y enviaron a comandos para saquear el material, las dependencias, etc. Ya no queda ninguna radio independiente y el único medio escrito que perdura es “Iwacu”.

En su opinión, ¿por qué algunos jefes de Estado, muchos de ellos africanos, buscan con tanto ahínco perpetuarse en el poder?

Hay intereses personales y también los de sus respectivos grupos sociales. Por ejemplo, el presidente Nkurunziza es un antiguo rebelde cuyo partido fue antes un movimiento que estuvo luchando en la guerra diez años. Se dice que no han estado guerreando durante tanto tiempo para estar luego solo diez años en el poder. No quieren renunciar a las ventajas y privilegios del poder. Eso sucede frecuentemente en África, mucho más en los países de la África francófona que en los anglófonos. En estos últimos, en general, el traspaso de poder se produce con normalidad.

¿Con qué aliados podrían contar las fuerzas pro-democráticas de Burundi en África?

El continente africano tiene tantos problemas que los demás estados no quieren inmiscuirse mucho en los asuntos internos de otro país. En la Unión Africana predomina la idea de que es mejor no crear problemas a su vecino porque mañana van a necesitar su apoyo. Ejemplo de ello es lo que sucede en Sudán, donde desde hace tiempo existe una orden de arresto internacional en contra de su presidente y los países africanos nunca han querido colaborar en ello. Los presidentes de los países africanos se apoyan mutuamente y es por ello que algunos conflictos perduran durante largo tiempo.

Y fuera de África, ¿tendrían algún apoyo?

Es cierto que se percibe cierta movilización por parte de la comunidad internacional. En países como Bélgica o EEUU se ha manifestado la oposición a esta violación de la Constitución por parte del presidente, pero creo que las vías de presión al régimen están bastante limitadas. Quizás, interrumpir las ayudas y su apoyo al Gobierno… Francia ha planteado una resolución en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para enviar 228 policías con el fin de proteger a los civiles en Burundi, pero el Gobierno se ha negado tajantemente a ello.

Dados los antecedentes de su país y de los países vecinos, en particular Ruanda, muchos observadores alertan sobre la posibilidad de un nuevo genocidio.

Desde hace un tiempo es el poder quien está interesado en que este conflicto sea un conflicto étnico, y no político, como en realidad es. Hay mucha gente, tanto hutus como tutsis, que han denunciado el incumplimiento de la Constitución por el presidente. Están maniobrando para desviar el núcleo del debate. En la actualidad, las principales víctimas que están matando son jóvenes tutsis que se han manifestado contra el presidente o militares de las antiguas fuerzas armadas. El sistema hace todo lo posible para que este conflicto sea étnico pero, afortunadamente, en el seno de la población la gente sigue unida. Incluso en el partido del presidente hay personas, hutus como él, que lo han criticado y que han sido liquidadas o han tenido que exiliarse.

La generación de los hijos de los hutus que fueron masacrados en 1972 (decenas de miles de muertos) por los tutsi que entonces estaban en el poder es la que está ahora en el Gobierno, como el propio presidente, cuyo padre mataron. En sus discursos utilizan mucho ese argumento, pero lo de ahora es una crisis fundamentalmente política que el poder pretende «etnitizar».

¿Hay entonces un riesgo real?

Es cierto que existe un riesgo pero desde que algunos medios han empezado a alertar sobre el peligro de un nuevo genocidio, el poder se ha percatado de que no es inteligente masacrar a la gente a gran escala y han puesto en marcha la operación «uno a uno». Es decir, que hoy matan a seis personas aquí, mañana a otras cinco por allá, para que no se evidencie que se está dando un genocidio masivo. Si se contabilizan los muertos desde que empezó esta crisis, lo que ocurre es verdaderamente muy preocupante. La comunidad internacional debería entender que la máquina genocida está en marcha y que no hay que quedarse quietos a la espera porque mañana puede explotar de golpe y en todo el país.

Precisamente, ¿qué debería hacer la comunidad internacional para que Burundi recupere una normalidad democrática?

Es bastante simple. Burundi no tiene grandes recursos y vive prácticamente de las ayudas internacionales. Deberían presionar al Gobierno, cerrar el grifo de las ayudas y proceder al embargo del aprovisionamiento de armas que utilizan para masacrar a su propia población.

¿Y la población civil no sufriría con ese eventual cese de las ayudas?

Existen ayudas directas a la población vía ONG y otras estructuras independientes del Gobierno en el campo agrícola, educativo, sanitario, etc. Por supuesto, esto no puede pararse porque se asfixiaría a la población. A lo que me refiero es a la retirada de las ayudas directas presupuestarias al Gobierno porque, gracias a ellas, sigue actuando como actúa. Mantenerlas es una absurdidad, y no es la única que se da en nuestro país.

¿A qué se refiere?

Hoy en día Burundi está presente en operaciones de mantenimiento de paz en otros países (Somalia, República Centroafricana...). No es normal que la comunidad internacional siga apoyando a militares burundeses allí, supuestamente para garantizar la paz, cuando en su casa hay una crisis tan grave. Esto no puede ser, habría que repatriarlos cuanto antes.

¿Qué le parece el tratamiento de los medios de comunicación franceses y europeos en general respecto a la realidad actual de Burundi?

No hablan lo suficiente sobre ello y cuando lo hacen es de forma bastante caricatural y no muy objetiva. Pero lo cierto es que ahora tampoco se puede entrar en Burundi para comprobar in situ lo que está sucediendo. Para muestra, lo que les ha pasado recientemente a los periodistas de “Le Monde” que fueron detenidos. No es fácil. Sin embargo, allí se está masacrando a mucha gente y el mundo no se entera.

A pesar de la situación, ¿espera que más pronto que tarde pueda retornar a su país con garantías?

Sí. Tengo esperanza porque hay una nueva generación que está emergiendo y que no está dispuesta a dejar que nuestro país siga hundiéndose en la crisis bajo los pretextos falaces de algunos políticos. Los jóvenes, sean hutus o tutsis, quieren parar esa maquinaría de muerte y no desean que haya gente que se perpetúe en el poder sin aportar nada a la población. Es complicado pero sigo siendo optimista y creo que esto terminará y podremos volver pronto.