Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Elvis & Nixon»

Una foto oficial en la Casa Blanca sin historia detrás

La calificaría de la película tonta del año, de esas a las que prefieres no darles importancia para no tener que llegar a odiarlas. Y es que cuando ya falla el concepto de partida no hay nada que hacer, porque la anécdota de la foto que se sacaron en la Casa Blanca el año 1970 el presidente Nixon y Elvis Presley, por muy solicitada que sea, no tiene una gran historia detrás para ser contada. Un trío de guionistas ha sido incapaz de encontrar un mínimo desarrollo argumental, y la acción se limita prácticamente al encuentro en el despacho oval, sin tema suficiente para llegar a la hora y media de duración. A modo de relleno se alarga la anodina conversación de manera exagerada, con lo que se pierde todo asomo de humor inteligente en los, por otra parte, infantiles diálogos.

Las caricaturas son pésimas, indignas de dos actores de la categoría de Michael Shannon y Kevin Spacey. A falta de parecido físico, se entregan a la parodia más burda, como si de una fiesta de disfraces o una carnavalada se tratara. Esto no se entiende en una producción estadounidense, puesto que allí es donde nació la amplia y extendida tradición del “impersonator”, un tipo de imitador que tiene precisamente a Elvis Presley como principal figura referencial. Y choca que fuera la realización argentina de Armando Bo II “El último Elvis” (2012) la que mejor ha profundizado en esa subcultura.

Tampoco logro comprender que todavía haya en la industria de Hollywood proyectos sobre personajes musicales de fama mundial, sin disponer de los derechos de su música o de sus canciones. En toda la película no suena una sola canción del Rey, por lo que el asesor musical de turno ha buscado temas grabados entre finales de los 60 y los 70 de artistas sobradamente reconocibles, como Sam & Dave, Credence Clearwater Revival, Otis Redding, Rufus Thomas o Blood, Sweat & Tears. A mí todo me suena a patraña, a querer vender una moto sin ruedas.