Amaia U. LASAGABASTER
Derbi en Ipurua

El derbi fue una fiesta privada

El Eibar se reencuentra con la victoria a costa de una Real que nunca ha puntuado en Ipurua en Primera y que ayer, porque no le dejaron y porque no fue capaz, ni siquiera participó de la fiesta. Illarramendi en propia puerta y Bebé dieron nombre a los goles del partido.

EIBAR 2

REAL SOCIEDAD 0


Las estadísticas siguen sonriendo al Eibar. Por tercera temporada consecutiva, celebró la victoria ante una Real que ayer se fue de Ipurua con la cabeza más baja que nunca. A los donostiarras les faltó fortuna –la excesiva expulsión de Aritz Elustondo les condenó a jugar más de una hora en inferioridad–, pero también todo lo demás. Poco espíritu, poco juego, poca presencia en un derbi que se convirtió en una fiesta privada. Todo, juego, ocasiones, goles sobre tod alegría, fue de color azulgrana.

Lo agradecieron especialmente los jugadores de José Luis Mendilibar, en vísperas de visitar a un Real Madrid frente al que todo lo que no sea perder supone una campanada, y cinco días después de haber encajado su segunda derrota de la temporada en la Rosaleda. Así que de lo que sucediera frente a la Real dependía recoger las primeras hojas del otoño en «crisis», si es que cabe hablar así a estas alturas del curso y a estas alturas de la clasificación, o con velocidad de crucero. El Eibar no quiso arriesgarse y optó por lo primero, aunque tuvo que esperar para confirmarlo.

Tuvo que o, hasta cierto punto, quiso. Al menos Mendilibar se congratuló en sala de prensa de la serenidad con la que se tomaron sus hombres la jugada clave del partido, que por primera vez este curso les dejaba con un hombre más que el rival. Los armeros se supieron más cerca del triunfo pero lo buscaron sin prisas, seguros de que, sí o sí, los tres puntos volverían a quedarse en Ipurua. Una convicción que, por otro lado, confirmaba el discurso del técnico de Zaldibar sobre la confianza, las buenas sensaciones y, en definitiva, el buen momento en el que afrontaba su equipo el choque, pese a la derrota de Málaga.

De ese partido solo quedó ayer el mal recuerdo y tres supervivientes en el once. Porque, tal y como cabía prever, Mendilibar optó por una alineación más reconocible, con Capa, Gálvez, Luna, Dani García, Bebé, Pedro León, Enrich y Kike de vuelta. Y con Escalante en el centro del campo acompañando al capitán, algo que hasta ahora, por raro que suene, solo había pasado ante el Valencia.

Ante una Real menos «refrescada» –cuatro cambios–, el Eibar quiso mandar de inicio pero solo lo consiguió a medias. Por fortuna paa los armeros, justo cuando parecía que su rival empezaba a sentirse más cómodo, llegó la jugada clave del choque. Remate de Pedro León, despeje de Rulli, disparo de Bebé y mano en el área de Aritz Elustondo, que acabó con el lateral donostiarra en la caseta, Pedro León en el punto de penalti... y el balón en Soraluze.

Un disgusto para cada bando, aunque al Eibar le costó menos, también era más sencillo, recomponerse del suyo. Antes del descanso, y pese a tomárselo con más calma de la que habría cabido prever, ya había amenazado la integridad de la portería de Rulli con dos ocasiones claras. Pero fue en la segunda parte cuando se desató definitivamente el huracán azulgrana.

Tras el parche provisional del primer tiempo, con Markel en el lateral derecho, Zaldua entró al campo en la reanudación en detrimento de Zurutuza pero a la Real no le sirvió de mucho. El Eibar sí pisó esta vez el acelerador y, sobre todo por una banda derecha soberbia, se decidió ahora sí a romper el partido. Lo conseguía a la hora de juego, cuando Escalante entraba en el área y su remate cruzado lo acababa de empujar Illarramendi dentro de la portería. Las ocasiones se sucedieron a partir de ese momento, incluyendo una bonita acción de Enrich que repelió el palo, pero solo Bebé acertó, con un zapatazo desde la frontal tras un córner rechazado.

Se relajó después, inesperadamente, el Eibar y la Real lo aprovechó para estirar líneas pero un sustillo y la bronca desde el banquillo volvió a echar arriba a los locales, que pudieron haber ganado con un marcador aún más abultado.