Mikel INSAUSTI
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La familia que bucea unida

Desde que Wes Anderson me cambió la vida con “Life Aquatic” (2004), ya no puedo ver el mundo oceanográfico de Cousteau de la misma manera, y solo me imagino a Bill Murray con el gorro de lana rojo. Para poder entrar en “L’Odyssée” me he tenido que olvidar de esa dimensión imaginaria, y aceptar que Jacques-Yves y su hijo Philippe tienen derecho, históricamente hablando, a tener su biopic familiar. El padre, caiga mejor o peor, fue todo un pionero que revolucionó la práctica de la inmersión en aguas marinas mediante el buceo autónomo. Y donde sí merece nuestro reconocimiento es en su faceta cinematográfica, por todo lo que aportó al documental submarino. Ganó dos premios Óscar al Mejor Largometraje Documental por “El mundo del silencio” (1956) y “Un mundo sin sol” (1964). El primero fue codirigido por Louis Malle, pero a mediados de los 60 tuvo su propia serie televisiva, que vimos con el título de “El mundo submarino de Jacques Cousteau”.

Jérôme Salle ha demostrado predilección por el cine de aventuras en sus anteriores realizaciones, y viendo el concepto homérico elegido para “L’Odyssée” cabía esperar una mayor carga épica o espectacular. Sin embargo, ha optado por una cinta doméstica, y hasta diría que casera, a no ser por que los Cousteau vivían en un barco, lo que supone no poca inestabilidad en medio de un oleaje que vuelve tormentosas las relaciones familiares. El “Calypso” escénicamente ejerce como lugar neutral, el punto de reunión en el que la pasión común por el buceo resuelve las diferencias surgidas durante las breves estancias en tierra, coincidentes con los periodos en que tuvieron que separarse los unos de los otros. Al principio el niño soñador sigue al héroe paterno, y al final se cambian las tornas con el padre tomando conciencia ecologista de las nuevas generaciones.

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