Karlos ZURUTUZA
OFENSIVA CONTRA EL ISIS EN MOSUL, IRAK

EL MOSUL DE NUNCA JAMÁS

Podemos seguir la ofensiva sobre Mosul en directo, pero es muy poco lo que sabemos de una ciudad que contaba con una idiosincrasia única en todo Oriente Medio. Mosul caerá, pero la perdimos antes de llegar siquiera a conocerla.

Cierren los ojos y piensen cuál es la primera imagen que les viene a la cabeza al escuchar «Mosul». ¿Se trata de combatientes embozados enarbolando una bandera negra? Si es así, se confirma que, entre los daños colaterales causados por la irrupción del ISIS en Irak, se encuentra la pérdida de la memoria de lo que era el país antes del califa. O lo que es lo mismo: lo que había antes de 2014 nos suena ya a prehistoria.

Se nos olvida, o quizás nunca supimos, que un año antes los únicos enmascarados eran los soldados de aquel cordón militar chií alrededor de la ciudad. Ese era el Rubicón que uno tenía que cruzar para cubrir unas multitudinarias protestas contra las políticas sectarias que marginaban sistemáticamente a los suníes. Nunca los vimos por televisión ni acaparando portadas, pero eran, precisamente, los mismos soldados del Ejército iraquí que hoy pretenden «liberar» la ciudad.

Paradójico resulta también seguir en directo los avances de los peshmergas. Recuperamos fotos de antes del «año cero» para recordar que eran ellos los que controlaban la parte oriental de la ciudad del Tigris.

«Los problemas empiezan cuando cruzas el puente», avisaban los kurdos hasta 2009. Fue entonces cuando las patrullas mixtas (peshmergas, Ejército iraquí y EEUU) generaron una tensión que acabó por socializar los problemas en ambos márgenes del Tigris, sin distinción.

«Mosul» es un sonoro topónimo al que la delicada muselina debe su nombre, pero que los iraquíes han asociado con «lejanía» y «autoaislamiento», y no solo porque sea la ciudad más distante de la capital. Fue la sangrienta represión sufrida en 1959, a los pocos meses de declararse la República de Irak, la que provocó una desconexión con el resto del país. La población local empezó a recelar de los foráneos, y hasta de los iraquíes, aunque fueran suníes. A pesar de su clima, uno de los más benignos del país, y de sus niveles de desarrollo, pocos iraquíes se mudaban a Mosul. Tampoco eran bienvenidos los estudiantes del resto del país matriculados en su universidad, considerada hasta 2003 como uno de los mejores centros de investigación de todo Oriente Medio.

Rasgo distintivo de Mosul era también el temperamento pesimista con el que sus habitantes se han preparado para múltiples penalidades. Dan fe los centenares de chistes sobre la supuesta tacañería de los mosulíes y su empeño en acumular todo tipo de bienes. Dicen que se debe a la terrible hambruna de 1917 cuando, estando aún bajo control otomano, los almacenes de la ciudad se vaciaron para llenar los estómagos de un imperio a punto de apagarse.

Mosul era igualmente singular en su propia diversidad. Hablamos de la ciudad iraquí históricamente más ajena al chiísmo, pero no había barrio sin iglesia, ni faltaban mezquitas en las que se desplegaba el arco suní en su totalidad: desde el místico sufismo hasta el salafismo más quietista.

De Nínive, esa provincia de la que su metrópoli también desconectó, llegaban los turcomanos, los shabak, los kurdos yazidíes, e incluso los yazidíes que no se decían kurdos sino árabes. La misma categorización de «árabe» en los documentos de identidad mosulíes perdía valor, o lo ganaba, cuando algunos de ellos reivindicaban ancestros circasianos o armenios. Otomanos, al fin y al cabo. Y todo esto lo contaban en su distintivo acento del árabe, que también usan los cristianos iraquíes. Y los judíos, antes de abandonar el país. Tras la llegada del califa en 2014, las casas de los últimos de Mosul fueron marcadas con la letra Y de «Yahud». Luego desaparecieron.

Males menores

La onda expansiva de la invasión de Irak en 2003 provocó un cambio en la ecuación sectaria. Hasta que la estatua de Saddam fue derribada en la plaza del Paraíso de Bagdad, una minoría suní había gobernado un país en el que los chiíes son mayoría. Cambiaron las tornas y los antiguos amos se convirtieron en siervos prescindibles, los cuales recibieron a los yihadistas con los brazos abiertos para luchar contra el invasor. Luego pidieron ayuda a este último para echarlos. Recordemos: fueron los Consejos del Despertar suníes los que derrotaron al Al Qaeda en Irak. Surgieron en todas las regiones suníes menos en Mosul. En eso también se desmarcaba del resto.

Athil al-Nuyaifi, último gobernador del Mosul de la «prehistoria», decía en estas mismas páginas que tanto Siria como Irán habían apoyado a algunas células de Al Qaeda en las zonas de mayoría suní «para evitar una reestructuración de la sociedad civil local». El resto ya es historia. Llegó Maliki, aquel dirigente que ningún iraquí se merecía tras cinco lustros de Saddam, y luego un nuevo grupo de embozados tomó la ciudad. Su acento delataba a los hijos de Bagdadi, algunos de los cuales eran de la misma provincia; de Tel Afar, de Rabia… gente de las aldeas limítrofes que buscaba dominar a la élite urbanita mosulí. Odiaban la ciudad del mismo modo que los talibanes, o Ahmad Sha Massud, odiaban Kabul.

Pero los mosulíes se quedaron. ¿A dónde ir? Los kurdos aceptaban a los cristianos pero recelaban de los árabes. Y la vecina y suní Anbar tampoco era una opción tras el azote de las milicias chiíes.

Desde su exilio en Erbil, Nuyaifi pedía ayuda a Bagdad para entrenar a una milicia formada por mosulíes «de toda la vida».

El apoyo no llegó de Bagdad sino desde mucho más cerca, y hoy son los turcos los que entrenan y abastecen a las Fuerzas de Movilización Nacional.

Quizá los mosulíes acepten la presencia turca como un mal menor, como lo fue en su día izar la bandera negra. Hoy sabemos que aquel gesto acabó mutando en un mal ya deontológico. Desde Bagdad, Basora o Nayaf se sigue acusando a los mosulíes de apoyar al ISIS, olvidando que es ahí donde los hijos de Bagdadi han matado más. Dos años después del califa, ése, y no otro, es el rasgo más distintivo de Mosul.

Las tropas iraquíes entran en los barrios del este y toman la televisión

Las tropas iraquíes entraron ayer en Mosul por el este, tomando posiciones en el barrio de Judaidat al-Mufti. «Es el comienzo de la verdadera liberación de la ciudad de Mosul», anunció el general Taleb Cheghati al-Kenani, jefe del Comando Antiterrorista Iraquí (CTS), las tropas de élite del Ejército.

«Nuestro objetivo final es la liberación» total de Mosul, agregó Taleb Sheghati al-Kenani en la localidad de Gogjali, aledaña a Mosul, ocupada por el Ejército antes de entrar en el bastión del Estado Islámico (ISIS). Pocas horas después de penetrar en Kukyeli, en el extremo oriental de la urbe, las tropas recuperaron el control de la televisión de Mosul, situado al final del barrio.

«Tomar la televisión de Mosul significa tomar la ciudad», aseguró a los periodistas Sheghati en la base militar de Bartala. «Es una buena noticia para el pueblo de Mosul porque es cuando realmente hemos empezado a liberar la ciudad», añadió.

Grupos armados de habitantes de Mosul también se enfrentaron con milicianos del ISIS en varios distritos orientales de la urbe

En un discurso televisivo el lunes, el primer ministro iraquí Haider al-Abadi anunció la inminente entrada en Mosul, un momento simbólico de la ofensiva lanzada el 17 de octubre.

En declaraciones difundidas ayer por la televisión oficial Al-Iraquiya, subrayó que el ISIS solo tiene dos salidas, «rendirse o morir».

Expertos militares pronostican una férrea resistencia de los entre 3.000 y 5.000 yihadistas atrincherados en el centro de Mosul, según estimaciones estadounidenses.

Desde el inicio de la ofensiva, más de 17.900 personas han huido de sus hogares, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Los habitantes de las localidades situadas en los alrededores de Mosul y de las que ya han expulsado al ISIS, están regresando a ver sus viviendas, pero no podrán ocuparlas antes de muchos meses, el tiempo necesario para desactivar las minas y bombas diseminadas por el ISIS.

La ONU ha advertido de que los futuros combates podrían causar la huida de un millón de personas de Mosul, donde se estima que actualmente hay 1,5 millones, y provocar otra catástrofe humanitaria.GARA