Pablo CABEZA
BILBO
Elkarrizketa
ALFONSO GUILLÓ
BAJO Y VOZ DE KOSKA

«Koska fuimos parte de una sociedad y una generación que demandaba cambios»

Reunidos en un compacto, el sello Elkar reedita dos grandes y admirados clásicos del rock euskaldun de los setenta. Se trata de «Koska» y «Bihozkadak», dos discos fundamentales dentro de nuestra historia. Más una banda, Koska, pionera en trasladar el euskara al rock y reformularlo.

En 1977 acudimos a un concierto de un grupo que tocaba en el Aula Magna de la Universidad de Deusto. En un momento dado tocaron “Race with the devil”, una canción que nos había impactado tiempo atrás, de un original del grupo Gun. Koska nos conquistaron. Obviamente no fue solo la versión –que aún toca de vez en cuando Guilló con amigos en el local de ensayo y ahora con texto en euskara–, sino “Koska”, el excelente álbum debut de esta banda de Elgoibar pionera del rock euskaldun con su elepé “Koska”, 1976, y el posterior y último “Bihozkadak”, 1978, más sofisticado que el primero y con aires progresivos ya intuidos previamente. Elkar reedita los dos elepés –muy apreciados en Ebay por coleccionistas– en un compacto que se echaba de menos, y que recuerda que el quinteto apostó por el rock cuando aún los solistas, los kantaldis, las verbenas... y el pop formaban el núcleo de la música vasca. Recobrar a Koska es un momento de justicia y felicidad.

«Hace unos pocos años veía que todo el pasado musical se diluía por el efecto del tiempo y se quedaban en casa muchos recuerdos que quizá podrían ser interesantes para esa gente que quiere hurgar en el pasado próximo e investigar qué se hacía y quizá hasta por qué se hacía. Entonces decidí compartir recuerdos que yo tenía en casa a través del blog. Digitalicé por mi cuenta los dos discos y los puse a disposición del curioso o curiosa de turno que se pusiera a mirar el blog. Como sigo en el tema de la música también he comunicado otras experiencias más recientes. Y mira por dónde, ocurre que Ruper Ordorika versiona nuestro tema ‘Garraztasuna’ en ‘Azukre Koskorrak’ y Elkar se hace con la discografía de IZ y de Xoxoa. Y luego van y nos dicen que van a reeditar los discos. En fin, que todo da vueltas, por fortuna».

Se ha jubilado recientemente del trabajo común, pero de la música parece que no.

Es una afición constante desde muy niño, con altibajos y modos de expresión diferentes. Actualmente me muevo en dos facetas diferentes, en un dúo, A2an!!, junto a Gabi Agirregomezkorta, con temas rock de otra época y algo de Koska y con un grupo de música de influencia latina, Aterri, con sede en Eibar, con percusión latina mayormente (Iñaki Lores), piano (Isabel Laspiur), guitarra eléctrica (Gabi) y yo tocando ahora el contrabajo.

¿Qué sensación le produce que los dos discos se digitalicen, que vuelvan a ser actualidad?

Para mí es un reconocimiento por el que estoy muy agradecido, no solo porque el formato tiene más posibilidades de prevalecer, sino por ser parte de los testimonios de una época musical y social que vivimos. Que sea actualidad es algo paradójico, cuando vas inexorablemente a ser tragado poco a poco por el túnel del tiempo y del olvido.

Expresión Sonora fue el antecedente de Koska. Es acercarnos a la prehistoria del rock en EH.

Expresión Sonora duró de 1969 a 1971. Todos éramos aficionados autodidactas (muy autodidactas), y aprendimos copiando discos, con poco o ningún conocimiento musical previo. Fue un grupo de versiones.

¿Qué recuerda del entorno musical de la época?

Llegaban ecos de grupos de Donostia que alguna vez tocaron en Deba: Los Selene y Los Rayos, también Los Tañidores de Bilbao que ofrecieron un recital en Eibar. Son los que recuerdo, aunque yo no les pude escuchar, pues era muy joven entonces. De estos últimos nacieron Los Mitos, siendo este ya un grupo de proyección estatal. Una vez que empieza Expresión Sonora recuerdo a 96 Lágrimas y Los Sonidos del Silencio de Eibar, Los Mansos de Soraluze y que luego serían Akelarre, Los Sombras Azules de Zarautz, Leok’k de Zestoa, Los Dalton de Zarautz, Los Ágaros de Donostia, Los Jaguars de Arrasate, Egan de Azpeitia y desde el comienzo, en la segunda actuación, que fue en la sala Lorea de Beasain, entablamos amistad con Los Escápolis, de Idiazabal, compuesto por Alberto Peláez, q.e.p.d., muy conocido en la zona de Ordizia y padre de Freddy Peláez [respetado músico tanto por su estudio de grabación como por instrumentista] que anda también en las cosas de la música, y sus hermanos Gonzalo y Jose Mari (“el peque”) que pasarían a formar parte de la formación más duradera de Egan.

Usted y Gabi Agirregomezkorta dan el salto a Koska.

Koska nace con los componentes más jóvenes de Expresión Sonora. Dimos el salto para componer temas propios y cantar en euskara. Eso coincidía con que estaba terminando magisterio y empecé a aprender euskara y con otras músicas que estábamos oyendo y nos gustaban. Estuvimos un tiempo con el nombre de Koska [1974] antes de grabar, donde se fue haciendo el sonido del grupo y modelando un repertorio. Recuerdo que las versiones ya iban con letras en euskara que nos hacía Antton Aranburu, maestro en la ikastola de Elgoibar. Cuando llegó lo del disco tuvimos que definirnos muy rápidamente.

¿Qué entorno internacional les influye más?

Habíamos oído ya antes y durante Expresión Sonora lo que en EEUU llamaron la British Invasion (Beatles, Animals, The Rolling Stones, The Kinks, The Who...), pero sin dejar esta influencia de lado, Jethro Tull, John Mayall, Cream, Vanilla Fudge, Santana con su percusión latina exuberante, Jimmy Hendrix, o el doble de “Llena tu cabeza de rock”, toda la sicodelia y el mundo hippie, y Pink Floyd. No sabría decir qué influenció más a Koska, pero alguna vez que he vuelto a escuchar aquellos temas, advierto en el segundo disco la complejidad de la estructura de las canciones, algo que vino de esa época tan creativa donde se hicieron propuestas musicales tan dispares.

¿Dónde se actuaba preferentemente? ¿Se podía vivir de la música?

Expresión Sonora era un grupo que tocaba normalmente en bailes. Tuvo su éxito local por su repertorio de temas escogidos del rock, poco conocidos, pero que gustaban mucho a la gente más joven. Mucha gente los conoció a través de nosotros. Para esa época de Koska se había dado un cambio: aparecieron las discotecas y se acabaron los bailes con orquestas o grupos. Koska se movió mucho en festivales, en general de iniciativa popular. Compartimos escenario en los festivales con todo tipo de gente, con otros grupos de rock vasco, por ejemplo en el Cinema Social de Basauri o en las campas de Forua, y también con grupos vocales como Oskarbi en Elgoibar, con el dúo Xeberri y Gontzal Mendibil o cantautores como Imanol en un pueblo de la Rioja alavesa. Todo el dinero que cobrábamos se lo llevaba el equipo de música, los gastos de viajes, furgoneta, comida, instrumentos… Nosotros, al menos, ni vivimos ni ganamos con todo esto. Pero disfrutamos mucho.

Se adelantaron por poquito a Errobi. Y a Itoiz, Sakre, Enbor, Lisker... La nueva generación rockera euskaldun.

Lo cierto es que, a ver si no se me olvida nadie, tanto Anje Duhalde como Mixel Ducau, Ruper Ordorika, Juan Carlos Perez o Niko Etxart hablando de los primeros pasos o de los pioneros del rock cantado en euskara siempre nos han citado públicamente y es de agradecer. Aquel primer disco de Koska se publicó en 1976 y se grabó en Madrid a principios de julio. Recién vuelto de Madrid esperaba atento y con ilusión cuándo se oiría nuestro disco en las emisoras de radio. No voy a entrar a ver cuál de los dos fue el primero, porque creo que fuimos parte de una sociedad que demandaba cambios y de una generación que rompió también la barrera de que el rock no era música vasca, pero tengo el recuerdo claro de que, al menos en Hegoalde, aquel verano del 76 fuimos Errobi y Koska los primeros que nos hicimos escuchar con rock y en euskara.

Aquel primer disco de Koska se publicó en 1976 y se grabó en Madrid a principios de julio. Recién vuelto de Madrid esperaba atento y con ilusión cuándo se oiría nuestro disco en las emisoras radio. Creo que fuimos parte de una sociedad que demandaba cambios y de una generación que rompió también la barrera de que el rock no era música vasca, pero tengo el recuerdo claro de que, al menos en Hegoalde, aquel verano del 76 fuimos Errobi y Koska los primeros que nos hicimos escuchar con rock y en euskera.

Del notable primer álbum con su suite al maravilloso segundo solo pasan dos años, se mantiene el estilo, en parte, cierta esencia, pero el sonido cambia mucho. Es menos primitivo en los desenlaces, menos tosco en la sonoridad e instrumentos. Micros, pedales, tomas… Todo cambia. Son más atrevidos, más complejos, más progresivos.

Sí, es cierto. Son muy diferentes. El primero es muy espontáneo, consta de temas sueltos y de la suite de tres partes que citas, “Bizitzaren poema”, mientras que en el segundo se plantea todo el disco como una obra con un hilo conductor de acontecimientos y letras que aluden a la historia del país desde el punto de vista que teníamos entonces. Musicalmente nos explayamos en cuanto a estructuras y arreglos más o menos barrocos, con sonidos de pedales que lo hicieron bastante más complejo para escuchar y poco convencional.

Segundo disco grabado con Xoxoa y el admirado y recordado Jaime Yarritu.

Tras el primer disco empezamos a tocar de aquí para allá. El ambiente que nos rodeaba fue aún más expansivo. Nosotros habíamos madurado y vimos horizontes más lejanos en el aspecto creativo y llegó «Bihozkadak». A Jaime le conocimos por su proyecto Agerki que pretendía dar profesionalización a la música vasca mediante un sistema de contratación centralizado que crearía una infraestructura básica. Jaime fue un emprendedor inteligente y con visión de futuro para la música vasca. Tras la fase de Agerki vino la de Xoxoa y entonces grabamos con él.