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El referéndum constitucional muestra una Italia polarizada

Si los sondeos a pie de urna se confirmaban, el «no» habría ganado en el referéndum constitucional celebrado ayer en Italia, convertido en un plebiscito sobre el Gobierno. Liga Norte y Forza Italia se apresuraron a pedir la dimisión inmediata de Matteo Renzi.

La expectación era máxima anoche al cierre de las urnas en Italia. Las últimas encuestas habían vaticinado la victoria del «no» a la propuesta de reforma constitucional planteada por el primer ministro, Matteo Renzi, del Partido Democrático (PD) y los sondeos a pie de urna apuntaban en esa misma dirección minutos después del cierre de los colegios electorales, a las 23.00.

El canal público de televisión, RAI, indicaba que el «no» podría haber vencido por entre un 54% y un 58% de los votos, mientras que el «sí» habría obtenido entre un 42% y un 46%. El grupo privado Mediaset situó también la victoria del «no» entre el 55% y el 59%, frente al 41%-45% del voto favorable a la reforma.

El escrutinio del referéndum, al que estaban convocados unos 51 millones de electores, comenzó tras el cierre de las urnas y pasada la medianoche se esperaba una comparecencia ante los medios del primer ministro, Matteo Renzi, quien se jugaba su carrera política con esta consulta en la que participó 68,99% de los italianos.

El resultado del referéndum, para el que no era necesaria una participación mínima, como en otras ocasiones, es vinculante y podría forzar la renuncia de Renzi, que vinculó su continuidad al resultado de la consulta, y afectar la estabilidad de la tercera economía de la Unión Europea (UE).

La votación se convirtió en un plebiscito sobre Renzi, en el poder desde 2014, quien decidió someter a referéndum los cambios que propone de la Constitución de 1948, entre ellos una drástica reducción de los poderes del Senado con el fin de facilitar la gobernabilidad y acelerar el proceso legislativo.

La Liga Norte y Forza Italia se apresuraron a pedir la dimisión inmediata de Renzi. Sus líderes estimaron que se trata de una «victoria del pueblo» contra los «poderes tácticos» y los «poderosos grupos de influencia».

Estabilidad política

La reforma atañe principalmente una serie de cambios en el Parlamento para garantizar mayor estabilidad política, uno de los grandes males de Italia, que ha tenido 60 gobiernos en 70 años de democracia.

Para ello propone el fin del actual sistema parlamentario, el llamado «bicameralismo perfecto» que otorga el mismo poder a la Cámara de Diputados y al Senado, y la reducción del número de senadores, de 300 a unos 100, los cuales no serán nombrados por elección directa, sino por los gobiernos regionales, convirtiendo el Senado en una Cámara territorial.

La mayoría de la clase política, desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha, e incluso críticos de la propia formación de Renzi, el Partido Democrático (PD), habían mostrado su oposicón a una reforma que, en su opinión, otorgaría demasiado poder al jefe de Gobierno.

El primer ministro, que no perdió ocasión para defender la reforma en todos los medios de comunicación posibles, la considera un «paso histórico» para modernizar Italia y la campaña encendió los ánimos y dividió al país y a muchas familias.

La reforma de Renzi desató también importantes críticas de prestigiosos intelectuales y expertos en la Constitución, quienes consideran las nuevas medidas «un retroceso democrático», de corte «autoritario».

Más de cuatro millones de italianos residentes en el extranjero, entre ellos 650.000 en Argentina, tuvieron plazo hasta el jueves para votar y su papeleta podría ser decisiva si el resultado es muy cerrado.

Muchos votantes rechazan el método con el que Renzi quiere reformar la Carta Magna, un texto para muchos sagrado, redactado en 1948 tras la II Guerra Mundial y los veinte años de Gobierno fascista, y que tuvo como objetivo evitar otro dictador como Benito Mussolini.

«Voté un ‘no’ claro», declaró en Roma a AFP Fernando Angelaccio, de 77 años. «La Constitución no se toca. Renzi sólo quiere más poderes, su prioridad es salvar a los bancos no a los jubilados», añadió.

Antonio, de 84 años, votó en cambio entusiasmado por el «sí»: «Hace 40 años que esperamos una reforma y nadie hizo nada. Necesitamos un Gobierno que tenga suficientes votos, que pueda durar cinco años, sólo después cambiaremos».

 

Una consulta que puede servir de trampolín a los populistas

Tras Roma y Turín, por qué no Italia. El Movimiento Cinco Estrellas (M5S), al frente ya de una treintena de ciudades, contaban con la victoria del «no» para acercarse un paso más al poder.

«Creo que deberíamos darle la oportunidad de llegar al poder», dice Elena Piccolo, de 21 años, atraída por el «discurso diferente» del M5S.

Y los llamamientos de líderes internacionales a votar «sí» solo dieron alas el carismático líder del M5S, el cómico Beppe Grillo. «Si gana el ‘no’ iremos a elecciones», afirmó en uno de sus mítines, aunque unas elecciones anticipadas son poco probables en el futuro inmediato.

Impulsado por la ola populista que aprobó el Brexit y eligió a Donald Trump, el M5S quiere tomar las riendas del país «sin demora». Muchos observadores, sin embargo, consideran que el joven M5S no está a la altura de sus ambiciones. Para algunos, se ha acomodado en su posición de opositor.

Además de 17 euro parlamentarios, el M5S tiene 91 diputados, 35 senadores, 88 consejeros regionales y varios centenares de concejales. «Las muchas propuestas presentadas en tres años muestran que, además de oposición, somos una fuerza de propuestas constructivas», sostiene Gianluca Perilli, asesor regional en Lazio.

A quienes citan su inexperiencia, los electos del M5S recuerdan que Renzi, exalcalde de Florencia, «nunca se había sentado en el Parlamento ni tocado un texto legal».GARA