Mikel ZUBIMENDI
NUEVO GABINETE DE TRUMP

Donald Trump nombra un equipo de generales, magnates y extremistas

Con la elección de Rex Tillerson como secretario de Estado, Trump ultima un equipo en el que sobresalen la presencia de ultras y de grandes magnates. Enamorado desde su adolescencia de la fanfarronería marcial y del general Patton que popularizó Hollywood, tendrá a tres generales en el Gobierno más militarizado desde la II Guerra Mundial.

Con la elección de Rex Tillerson, magnate del petróleo y amigo del presidente de Rusia, Vladimir Putin, como jefe de la diplomacia de EEUU, Donald Trump da forma definitiva a su equipo. No obstante, este nombramiento ha levantado ampollas. Y es que como director de operaciones exteriores de Exxon Mobil, el tejano Tillerson había dado luz verde a inversiones multimillonarias en Rusia que solo pueden dar dividendos si las sanciones que impuso Obama contra ese país se levantan. La fina línea entre sus intereses como magnate del petróleo y su rol como jefe de la diplomacia va a ser escrutada muy de cerca, como ya han adelantado legisladores republicanos y demócratas.

Trump finalmente ha optado por Tillerson, sin ninguna experiencia diplomática previa, en detrimento de su otrora enemigo Mitt Romney, que llegó a calificar en las primarias al presidente electo como «fraude» y «farsante» –hay quien dice que le ha ofrecido el puesto de secretario de Estado como caramelo, para que se hiciera ilusiones antes de desecharlo, en definitiva, para «torturarlo»–; del exalcalde de Nueva York Rudolph Giuliani, o del general de cuatro estrellas, David Petraeus. Trump, vía Twitter, declaró que «Tillerson juega en otra liga» y que su experiencia en hacer acuerdos para los negocios, «la mejor de todo el mundo», será muy útil para la diplomacia de EEUU.

Hacer fortuna en los negocios

Una rápida mirada al Gabinete de Trump sirve para percatarse, siguiendo su deseo de rodearse de «hombres que han hecho fortuna en los negocios», de la presencia de magnates de gigantes del petróleo como Exxon Mobil (secretario de Estado), de las finanzas como Goldman Sachs (secretario del Tesoro), banqueros de la lista Forbes especializados en el «rescate» de compañías en quiebra (secretario de Comercio), junto con generales del Ejército (secretarios de Defensa y de Seguridad Interior y asesor de Seguridad Nacional) y extremistas ideológicos que se sitúan en posiciones supremacistas blancas, como el estratega jefe de la Casa Blanca, o negacionista del cambio climático, como el que dirigirá la Agencia de Protección Medioambiental.

Como con Tillerson, Trump tiene en el director de la Agencia de Protección Medioambiental, Scott Pruitt, a otro aliado de las petroleras, un negacionista climático que pretende cambiar drásticamente el curso de los compromisos adquiridos por la Administración Obama. Pruitt había batido todos los récords interponiendo demandas y recursos contra el «Clean Power Plan», el paquete de medidas impulsadas por Obama que, entre otras cosas, plantea que las inversiones que reciben las industrias de energías fósiles pasen a las renovables. Partidario de nuevas licencias para el fracking y de cortar todos los subsidios a las energías renovables, su nombramiento indica cuál será su actuación en esta cuestión, máxime cuando considera el cambio climático como una «farsa de los políticos» y no una «evidencia científica».

Los guardianes de la «ortodoxia» de las grandes compañías de finanzas también tendrán a alumnos aventajados en la Casa Blanca. Steve Mnuchin, exdirector de finanzas de la campaña de Trump, al que este considera como «un banquero y hombre de negocios de clase mundial», será el nuevo secretario de Comercio tras dos décadas en Goldman Sachs. Llama la atención que otro miembro de su equipo, el estratega jefe Steve Bannon, también trabajó para la misma firma que, sin esconder su alegría, ha manifestado que «es una muy buena noticia que alguien que entiende cómo funciona esta industria dirija el Tesoro de este país».

Por su parte, el nuevo secretario de Comercio, el multimillonario Wilbur Ross, banquero con intereses en la industria del acero y proyectado como «experto» en rescatar compañías en quiebra, tendrá la complicada misión de promocionar el negocio exterior de EEUU y defender el proteccionismo interno que anuncia Trump. Ferviente crítico con China, a la que acusa de «estafar a gran escala», Ross advierte de que utilizará «todos los medios a su alcance» para defender a los trabajadores estadounidenses y a las fábricas del país, «si hace falta, imponiendo tarifas». Aunque, eso sí, no como un final de la partida, sino como un instrumento de presión negociadora, «hasta que nuestros socios comerciales cesen de estafarnos».

«General de generales»

El presidente electo está enamorado desde su adolescencia de la fanfarronería marcial y del general Patton que popularizó Hollywood. Reitera en sus tuits una famosa cita de este: «Que Dios se apiade de mis enemigos, porque yo no lo haré». Repite constantemente la frase que abre la primera escena de la película: «Los americanos aman al ganador y no permitirán un perdedor». Quizá por todo ello es por lo que está llenando su Gabinete de generales a los que llama «general de generales».

Ciertamente, nombrar generales no es algo sin precedentes para un comandante en Jefe. Otros presidentes también se rodearon antes de personas con experiencia militar en múltiples niveles. Pero los nombramientos del presidente electo, por su número, y particularmente porque estos se habían retirado recientemente de la carrera militar, es bastante inusual.

Donald Trump ha reiterado en numerosas ocasiones que la mejor manera de prevenir guerras es que los generales, y no los políticos, tomen las decisiones. Aun siendo muy discutible esa aseveración, lo cierto es que con la elección de los generales James "Perro Loco" Mattis (secretario de Defensa), Mike Flynn (asesor de Seguridad Nacional) y John Kelly (secretario de Seguridad Interior), su Gabinete será el más militarizado desde la II Guerra Mundial. Además, el temperamento y los exabruptos de estos militares, incluso en plena campaña electoral, dejan entrever que no serán todo lo responsables y equilibrados que requiere su cargo. Todo lo contrario. Dan miedo y no tienen ningún afán de dejar de darlo.

Una de cal y otra de arena

Al margen de los dos republicanos del ala más derechista que servirán como fiscal general, Jeff Sessions, y como director de la CIA, Mike Pompeo, dos hombres tendrán la responsabilidad de coordinar todo este equipo y dirigirlo desde la sala de máquinas de la Casa Blanca. Ambos, de perfiles en teoría muy diferentes y al parecer con varios enfrentamientos mutuos a sus espaldas, se sitúan en los vértices de una estructura de poder donde el equilibrio no será aparentemente fácil. Reince Priebus, jefe de Gabinete y producto típico del aparato del Partido Republicano, tendrá que «competir» con Steve Bannon, estratega jefe y representante más incendiario de la llamada «Alt-right» o derecha alternativa de EEUU.

La elección de Priebus, al margen de dar la oportunidad a Trump de nominar a su sustituto al frente del aparato de los republicanos, le ofrece canales de comunicación directa con sus otrora críticos en el partido, como Paul Ryan o Mitch McConnell, jefes de la mayoría en el Congreso y en el Senado, respectivamente. Por contra, nominar a Bannon, con una reputación de agitador incendiario, de ser un racista, un fascista de extrema derecha que ahora influirá directamente en el Despacho Oval, a pesar de generar duras críticas en el establishment republicano, manda un mensaje cálido y acogedor a esa «nueva derecha troll» que ha sido decisiva en la victoria de Trump.

En definitiva, se postuló para la Casa Blanca como un outsider y un pragmático. Pero ha preparado un equipo que será el más ferozmente ultra en décadas.