Mikel ZUBIMENDI
Donostia

Davos se preocupa por la salud de las democracias occidentales

Los empresarios, líderes internacionales e intelectuales selectos que analizan estos días los desafíos del mundo en la estación alpina de Davos, Suiza, presentan en su informe una coyuntura global «enferma», con un proceso febril que preludia serias amenazas.

El Foro Económico Mundial, en su reunión anual en Davos (Suiza), ha presentado un informe político donde muestra de manera desinhibida su preocupación por la salud de las democracias occidentales, donde el Brexit y la victoria de Donald Trump serían los mayores indicativos de una coyuntura política enferma, que sufre un violento proceso febril. Vivimos un momento histórico crucial que no tiene respuestas claras. Tampoco las tiene el Foro de Davos tras analizar lo que está ocurriendo con tantos partidos políticos tradicionales en crisis, con la desafección hacia el juego democrático que se expresa mediante unas muy bajas tasas de participación electoral o el aumento del apoyo hacia movimientos antes periféricos o marginales.

Hay quien dice que castigar a los políticos del stablishment, a los de toda la vida, que tanto han fallado a la hora de defender a sus representados, es una de las grandes virtudes del proceso democrático. Otros, por contra, creen que la tendencia que muestra ese voto de castigo va más allá y llega a amenazar el funcionamiento de la democracia.

Es un fenómeno de viejas raíces que se expresa de maneras diversas. Tiene diferentes mimbres, a ambos extremos del espectro político, pero también unas temáticas comunes: reclama la soberanía nacional y rechaza a las élites. En muchos casos, apela a los derechos de los «nativos», a restaurar los valores y jerarquías «tradicionales».

Como bien recuerda Davos en su informe, estos movimientos aún no han ganado muchas elecciones. Pero también es cierto que han tenido éxito a la hora de cambiar el centro de gravedad de la política. Con una retórica que desafía tabúes, adicto a la provocación, a cometer herejías, han explotado al máximo la llamada «ventana Overton», hasta hacer cambiar la actitud popular hacia conceptos antes considerados totalmente inaceptables.

Tres procesos preocupan especialmente a los empresarios, líderes internacionales e intelectuales selectos que analizan estos días los problemas del mundo. A saber, el impacto de un crecimiento económico rápido y del cambio tecnológico; la agudización de la polarización social y cultural; y la emergencia de un debate «post-verdad».

Lanza preguntas como mazos a las que no responde: ¿Cómo hacer más inclusivo el crecimiento? ¿Cómo asegurar el cambio que demandan los votantes manteniendo la continuidad de los sistemas de gobierno? ¿Cómo reconciliar la identidad nacional con la diversidad de la social? ¿Qué hacer para que la información no sea cada vez más fragmentada, polarizante y deshonesta, y tan amplificada por las «cámaras de eco» on-line hasta hacer que las comunidades se replieguen y solo se hable con la gente que piensa igual o comparte los mismos gustos?

Cambiar manteniendo la continuidad

Las estadísticas que maneja Davos muestran que la globalización crea crecimiento y acorta la diferencia entre los países ricos y los emergentes. Pero reconoce que su fama está por los suelos. Que los «súperricos», ese 1%, ganan ahora un 31% más, en comparación con el 99% restante, que sube un 0,5%. Que los ingresos de la clase media se estancan, que es cada vez más escuálida. Que 540 millones de jóvenes de las 25 economías más avanzadas solo tienen la perspectiva de madurar para hacerse más pobres que sus padres. Eso sí, en contra de lo que claman los «populistas», dice que el imparable desarrollo de unas máquinas cada vez mejores en tareas físicas y cognitivas tiene «más culpa» de la pérdida de puestos de trabajo que la globalización. Y que apostar por el proteccionismo es una respuesta simple que crea más problemas de los que soluciona.

Preocupa también la emergencia de un debate político «post-verdad», los «fake news» (las falsas noticias) que han dominado la campaña electoral de EEUU. Se agudiza la tendencia donde los hechos objetivos tienen menos influencia para crear opinión pública que los llamamientos a las bajas pasiones y las creencias personales. Los contenidos más populares se propagan viralmente sin importar su veracidad factual. El 63% de los usuarios accede a las noticias mediante redes sociales. La cultura del anonimato, el «todo vale» para formar o polarizar a la opinión pública, tiene unas consecuencias políticas y económicas brutales.

Sin ofrecer soluciones. el informe sí marca una dirección: dar respuesta a corto, atender algunas demandas populares, reformar puntualmente ciertas instituciones, pero manteniendo la continuidad del sistema y sus mecanismos de control. Buscar un equilibrio entre el cambio y la continuidad.

Por último, se muestra preocupado con los referéndums que tratan temas complejos con preguntas binarias. Y, como solución potencial, plantea un mejor uso de la tecnología en el proceso de gobierno, establecer una especie de «plaza pública digital» que posibilite una comunicación más directa.