Oihane LARRETXEA
DONOSTIA

Un trabajo de hormigas que se cuece entre bambalinas

Mañana llega el gran día, pero las comisiones llevan meses trabajando y atando cabos: uniformes, ensayos, charangas, incluso dónde tomar el caldo que entone el cuerpo. Un trabajo a veces invisible pero siempre indispensable.

Efímera, fugaz y muy intensa. Así es el día de San Sebastian que Donostia y Azpeitia empezarán a saborear a partir de medianoche. Un día, solo uno, para redoblar tambores, izar banderas y arriarlas. Después, toca lavar los trajes, aparcar el barril y desear que la fiesta vuelva pronto. Son 364 días de espera para gozar una sola jornada, aunque no erramos si afirmamos que hay personas para quienes la fiesta, más bien el trabajo que supone organizarla, empieza mucho antes y acaba después, cuando el resto casi lo olvidó.

Las comisiones de cada tamborrada, de colegios, asociaciones, clubes o sociedades, se toman un minucioso trabajo que muchos no ven pero que resulta indispensable, pues se ocupan de que las piezas del engranaje encajen y funcione la compleja maquinaria del día D.

Este será el sexto año en que desfile por las calles de la Parte vieja Kale Lagunak, la compañía más multitudinaria. Cuenta con 210 participantes y hay unas 150 personas en lista de espera. Gestionar y organizarlo no es tarea sencilla, pero han aprendido año tras año de forma autodidacta.

Miren Altuna forma parte de la comisión, junto a cinco personas más, donde las responsabilidades están repartidas y son fijas. Por ejemplo, contratar la charanga, algo que se hace de un año para otro. «Contratarlos, fijar la fecha del ensayo general, reservar los bocadillos para que puedan comer…». El de Kale Lagunak, además, es un caso particular, pues este año, al refuerzo de instrumentos que habitualmente llevan, se le suman más miembros. «Las calles son estrechas y somos mucha gente, así que al doblar las esquinas la parte más alejada deja de oir. Este año hemos contratado más músicos para que el sonido llegue bien a todas partes. Todo esto se comienza a gestionar en octubre», señala.

El material es otro aspecto que supone quebraderos de cabeza. Los palillos, uniformes, barriles, tambores, banderas… «Cada año hacemos un inventario, anotar qué falta, comprarlo y asegurarse de que siempre quede un pequeño stock. Esto tiene que estar cerrado para diciembre». Además, según cuenta, cada año hay entre 20 y 25 bajas, por lo tanto el material que dejan estas personas hay prestárselo a las que entran desde la lista de espera. Se comprueban las tallas y que tienen todo lo que necesitan. Al acabar cada edición se hace otro inventario.

Pero hay muchas más tareas, como la correspondencia con los miembros, enviar y responder correos, hacer los papeleos con el Ayuntamiento, pedir subvenciones, gestionar el sitio y el horario para los ensayos, llevar la tesorería… incluso acordar qué sociedades van a poder sacar un caldo caliente durante el recorrido. En este caso, la sociedad Aitzaki nunca falla a su cita con los fogones para entonar los cuerpos de Kale Lagunak.

«Empezamos a ponernos en marcha en octubre, hemos ganado en experiencia y hacemos menos reuniones». También en noviembre hacen una asamblea general, en la que presentan a todos los socios las cuentas, se les explica en qué se ha gastado y cuánto, y se toman decisiones a mano alzada entre todos los asistentes.

Cuatro meses de trabajo, de reuniones, gestiones, que hoy culminan con la única preocupación de disfrutar.

El trabajo en las ikastolas

Otro tanto le sucede a la comisión de la ikastola Herri Ametsa, formada por dos profesoras y tres padres y madres. Aunque en este caso la organización empieza mucho antes, a finales de setiembre, concretamente, según cuenta Gotzone Arbona.

Lleva once años con esta reponsabilidad. Por lo tanto, hay experiencia, y mucha, pero también bastante trabajo. A las pocas semanas de poner en marcha el nuevo curso, una vez pasado el ajetreo inicial, se revisan los trajes y el material, y se repone lo que haga falta en caso de que sea necesario. Al igual que en Kale Lagunak, las tareas están asignadas: uniformes, material, la comunicación con los participantes, calendario de ensayos… no obstante, hay que gestionar otras cosas, como el autobus para llegar mañana por la mañana a Alderdi Eder.

A diferencia de Kale Lagunak, que inicia los ensayos en enero, los 100 chavales de Herri Ametsa comienza a prepararse en noviembre, y termina de ensayar un par de jornadas antes del día grande. Por lo tanto, casi dos meses de pruebas.

El pasado año salieron por primera vez madres y padres, y eso también hay que gestionarlo, pero la experiencia fue tan buena que repiten; es más, se han apuntado más personas para desfilar por el barrio. «Se organiza todo de forma independiente –dice–, pero empezamos a moverlo al mismo tiempo».

Mañana también será un día para disfrutar, pero también hay trabajo, porque hay que cuidar de un centenar de niñas y niños. Después, recoger los trajes, revisarlos y pasarlos por la tintorería. Entonces si, cuando se recogen con el último planchado, se aparcan estos menester hasta setiembre… que llega antes de los previsto. En Herri Ametsa, como en muchas otras ikastolas, pasan la mitad del año trabajando en ello, pero asegura Arbona que compensa porque, pese al trabajo, pesan más las alegrías que da.