Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Toni Erdmann»

Las cambiantes diferencias generacionales

Parte de la crítica ha creído encontrar en “Toni Erdmann” una alternativa adulta e intelectual a la comedia de Hollywood, pero difícilmente esta película puede representar a una nueva comedia europea, cuando ni siquiera pertenece a dicho género. No hay más que fijarse en su duración de casi tres horas para darse cuenta que es imposible mantener un ritmo cómico durante tanto tiempo, porque el tercer largometraje de la cineasta alemana Maren Ade es una obra seria, en la que los golpes de humor son más bien un grito desesperado para llamar la atención del otro, en plena era de la incomunicación y del vacío existencial que tanto dificultan las relaciones personales.

Maren Ade propone como la máxima expresión de esa falta de entendimiento un conflicto paternofilial, que ha sabido retratar de forma original y rompedora, al ir directa al verdadero contenido de las diferencias generacionales que han dado un giro de 360 grados desde los años 60 hasta la actualidad. El padre tiene una sensibilidad artística como pianista que es, por lo que mantiene una actitud imaginativa y rebelde frente a la vida. La hija, en cambio, es todo lo contrario, en su rol de consultora de una empresa multinacional del petróleo. Ella se adapta a la época que le ha tocado en suerte, imbuyéndose de sus prioridades materialistas con un talante conservador.

Lejos de provocar el distanciamiento entre padre e hija, como suele suceder en la mayoría de los casos de familias divididas, el protagonista de “Toni Erdmann” recurre a la terapia humorística, a fin de romper las barreras formales y convencionales que les separan, hasta dar con la tecla que toque la fibra sensible que les devuelva al nido de amor que un día formaron. Para encontrar la emoción perdida de esa niña nace el payaso del título con su peluca, su dentadura postiza y el rallador de queso. Solo haciéndola reir de nuevo la recuperará intacta.