Joseba VIVANCO
Athletic

El Williams más íntimo

El jugador rojiblanco reconoce que «los futbolistas vivimos en una burbuja», que cobran demasiado y admite tener «miedo a fallar».

«El destino es el destino», viene a sentenciar el protagonista de ‘‘Un ciudadano ejemplar’’, la última película que le ha gustado a Iñaki Williams. Su destino, hasta el momento, es seguir vistiendo cada fin de semana la camiseta rojiblanca, por muchos halagadores cantos de sirena que lleguen del fútbol europeo, y responder a la enorme ilusión que una afición como la bilbaina deposita en esos canteranos que con su irrupción justifican el amor a unos colores y una filosofía. Pero nuestro protagonista también es humano, muy joven, en crecimiento, y siente el inevitable peso de las expectativas sobre sus hombros. Y lo reconoce: «Cuando salto al campo me digo ‘lo tienes que hacer bien, no hay oportunidad para meter la pata’. La gente te quiere, pero a veces aprieta mucho, y cuando me voy a casa jodido, me machaco la cabeza pensando: ‘ay, qué malo soy, ¿cómo he podido fallar en esta jugada?’. Yo soy el primero que sé cómo he jugado», se confiesa.

Iñaki se ha dejado a un lado la camiseta, botas, se ha desprendido de su rol sobre el campo y por un rato ha vuelto a ser ese chaval del barrio de Errotxapea para abrirse a las preguntas de la publicación juvenil ‘‘Gaztezulo’’, donde responde sin temor al micrófono diario de la prensa, para descubrir al Williams más íntimo, el que reconoce que «nunca había pensando que estar en Primera me generaría problemas para salir a la calle o tener cuidado cuando estoy de vacaciones. Cuando estoy tomando un pote o cenando con la chica no me siento tranquilo, siempre se hace duro cuando voy a un centro comercial o a una discoteca y todo el mundo se me queda mirando». Es más, «me ha pasado estar con mi ama haciendo compras y los de alrededor se nos quedan mirando a ver qué hemos comprado. Y aun así no puedo imaginar cómo lo llevan siendo Ronaldo o Messi». Lo asume, «tenemos pocas oportunidades para disfrutar del tiempo libre», pero «no cambiaría mi vida».

Los orígenes del ‘11’ rojiblanco son de sobra conocidos. Unos progenitores que se conocen en un campamento de refugiados en Ghana, desde allí a Euskal Herria, él nace en Bilbo, pace en Iruñea, y hoy es ídolo de niños, jóvenes y mayores rojiblancos, y esperanza, quiere pensar él, para otros que por su color de piel o su origen pensaban que vestir un día de león estaba vetado para ellos. «Hasta que yo entré en el Athletic muchos niños pensaban que por ser negro o de fuera era imposible jugar aquí. Igual que yo, ellos también lo pueden hacer», se muestra confiado alguien que asume que fuera de aquí algunos se sigan sorprendiendo de que juegue en el Athletic «y me llame Iñaki».

Dos años en el primer equipo que «han ido muy rápidos» pero en los que «intento mantener la cabeza fría». De promesa a realidad, de anónimo a estrella. Su vida ha dado un giro copernicano. Todavía es el día que hay lunes en que se escapa a Iruñea a visitar a sus amigos de la infancia. Esos que, a veces, suelen venir a San Mamés a verle, pero donde sucede que «cuando hay un mal resultado me siento mal, culpable, y ni salgo con ellos». O, al contrario, él se acerca a su antiguo barrio en la capital navarra para ser uno más de la cuadrilla. No perder su esencia. «Hasta hace poco, cuando salía con los jugadores del equipo me parecía una pasada gastarse doscientos euros en cenar y copas. En cambio, con los de Iruña no puedo andar en tonterías y tengo que amoldarme a su ritmo. Mi forma de vestir es también bastante ‘cani’ y aunque me sienta cómodo con la ropa de Nike, no quiero generar envidias. Yo siempre he sido de barrio y no me veo llevando ni Louis Vuitton ni Gucci».

Es la trastienda de esa doble vida del deportista de elite, del futbolista profesional, del que es aclamado por más de 40.000 espectadores en San Mamés al que celebra un gol al futbolín con sus ‘hermanos’ de toda la vida. Y hablando de ‘brothers’, inevitable hablar de Iñaki Williams y no hacerle un guiño a su complicidad con otro navarro, este de la Txantrea, como es Iker Muniain. En el vestuario «nos llaman los ‘Zipi y Zape’, porque siempre estamos liándola». La lían ahí y en el campo. Como en el reciente choque ante el Sporting en que su conexión dio como resultado uno de los goles.

«Antes de venir, en Iruñea, a la gente le había escuchado hablar de Muniain, pero no siempre bien, que era un chulo... Pero cuando le conocí nos hicimos buenos amigos. Es un tío majo, siempre estamos haciendo tonterías y cuando el equipo está bajo de ánimos intentamos animar... Algún día sería la leche levantar un título con él», no deja de soñar mientras vive en un sueño real. «Los futbolistas y el fútbol vivimos en una burbuja. Nos saca de la vida real. Cuando se acabe el sueño del fútbol tendré que aprender a hacer las cosas por mi cuenta», asume.

Su alta cláusula de rescisión, esa que se anuncia ahora equipos como el Liverpool o Borussia Dortmund estarían dispuestos a pagar este verano, asciende a 50 millones de euros. Es su precio. «Sí, suelo hablar de eso con mis amigos. Ellos creen que no deberíamos ganar tanto dinero... A mí también me parece exagerado eso de 50 millones. Un médico debería ganar más, es verdad, pero así me ha tocado...». Iñaki no escurre los temas, no regatea ni deja atrás a la carrera las preguntas incómodas como si estuviera en una comparecencia de prensa en Lezama. Allí, las declaraciones de los jugadores suelen ser siempre políticamente correctas. Alguien dijo una vez que «a menos que sean argentinos, los futbolistas no suelen utilizar en público las oraciones subordinadas». Toda una indirecta a sus tópicas y típicas respuestas. ¿Les falta un poco de sal a los jugadores a la hora de hablar? «No es fácil –responde–. Hablamos así por lo que pueda pasar. Nos gustaría decir otras cosas pero tenemos que andar con cuidado, porque la gente se puede enfadar. Nos miran con lupa».

Así que al lío. ¿Cobrarías menos dinero, entonces? «Sí... pero no. No es justo que tengamos esta vida, pero me gusta mucho mi forma de vida y lo he conseguido por trabajar duro. Me lo merezco por todo el esfuerzo que he hecho para llegar aquí».

Es un privilegiado, bien pagado, hace lo que más le gusta, y tiene por delante un futuro más que prometedor. Lo tiene todo. Pero eso no es garantía de nada. «Tengo miedo a fallar... Que dentro de tres años nadie se acuerde de mí. A veces he estado un par de meses sin hacer goles, y me dicen que ‘qué malo soy’, y me echan en cara que no hago más que correr. En cambio, otras veces cuando meto un par de goles me dicen que eres excelente y que me quieren mucho». ¿Te importa lo que diga la gente de ti? «Según quién lo diga. Las gradas del estadio están llenas de ‘entrenadores’, pero el que de verdad es experto sabe que los delanteros tenemos periodos... Mira Aduriz, lo han echado dos veces y ahora mete goles uno detrás de otro», reflexiona.

Iñaki seguro que sigue hoy rumiando ese cabezazo que no vio ni siquiera portería, con todo a favor, en la derrota en el Camp Nou. Y seguro que sueña con volver a pisar San Mamés el sábado. Quizá al día siguiente ocupe titulares de prensa en positivo. Como ese con el que, revela, espera despertarse una mañana: «Williams hace un hat trick en la final de la Europa League y se lleva el título con el Athletic». Hasta entonces, seguirá jugando y viviendo a ritmo de reguetón.

Gorka y Kepa, similar porcentaje de remates parados

El amor es como el papel higiénico, se va acabando con cada cagada. Perdón por la cita que seguro a más de uno le ha llegado vía Facebook o WhatsApp, pero resume mejor que cualquiera de las recurrentes frases acuñadas a Paulo Coelho la, tampoco para nada novedosa, turbulenta situación de Gorka Iraizoz con buena parte de la afición rojiblanca tras el gol que le ‘coló’ Messi. Desde luego, el navarro ha sido el principal señalado en la abultada derrota, lo que ha dado pie a reabrir el enésimo debate sobre la portería, ahora incluso defendiendo algunos que sea hasta el joven Remiro quien supla al veterano Iraizoz. El ensañamiento hacia el guardameta con el que Messi ha ejecutado los últimos lanzamientos a balón parado solo es comparable al que se puede leer en las redes sociales para con el portero. Del run-run en San Mamés al lapidamiento verbal de quien ha defendido la meta bilbaina, que no se olvide, en 385 partidos.

Acciones puntuales en los últimos encuentros y traducidas en goles, algunas indecisiones a la hora de salir bajo palos ante cesiones de sus defensas o balones en esa peligrosa tierra de nadie entre ambos, han colocado al navarro en la picota. Porque si a los números nos atenemos, Gorka y Kepa han jugado cada uno 11 partidos como titulares y la estadística sobre remates a portería parados viene a ser pareja. Gorka ha detenido un 65,9% de ellos, mientras Kepa un 66,6%, lo que les sitúa en la zona media de la tabla de porteros con mayor porcentaje de balones detenidos; Rulli, por ejemplo, tiene un 66,67%, Joel un 68,5% y Fernando Pacheco un 73,6%. Tampoco hay que olvidar que los rivales que ha tenido enfrente Iraizoz en Liga han sido el Barcelona, por dos veces, Atlético, Real Sociedad o Madrid, en tanto Kepa se ha medido a Sevilla, Villarreal o Eibar.

Que Kepa debe recobrar la titularidad es evidente; que sobra el linchamiento a un jugador con diez temporadas en el club, también. Hasta entonces, como alguien dijo sobre los porteros, la calidad se demuestra en el próximo partido.J.V.