Gonzalo Fernández y Silvia Piris
Elkartasuna Eraldatuz, plataforma por una cooperación crítica
GAURKOA

Berta Cáceres vive y se ha multiplicado

Hoy, 3 de marzo de 2017, además de conmemorar los 41 años del asesinato de cinco trabajadores en Gasteiz a manos de la policía franquista, recordamos el primer aniversario del crimen que costó la vida a Berta Cáceres, luchadora indígena y feminista hondureña. Berta, Coordinadora del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (Copinh), encabezó múltiples luchas en defensa de la tierra y el territorio frente a la ofensiva de proyectos corporativos (minería a cielo abierto, hidroeléctricas, monocultivos para la exportación) que ha venido abanderando el gobierno hondureño desde el golpe de Estado que derrocó a Manuel Zelaya en 2009.

Tanto hace 41 años como hoy mismo, el poder violento y neoliberal, la negación de los derechos de las mayorías populares y de la naturaleza, sigue haciendo correr la sangre de los pueblos. En la actualidad son las empresas transnacionales quienes, en un contexto de profunda crisis del sistema dominante y en connivencia con muchos gobiernos, protagonizan la disputa agresiva por apropiarse del agua, de la tierra, de la energía, de nuestras vidas, en definitiva, con el único propósito de mantener la reproducción de sus ganancias a costa del bien común.

Concretamente, Berta fue asesinada por su larga oposición a la construcción de una central hidroeléctrica en el río Gualcarque por parte de DESA, compañía de capital hondureño con apoyos y créditos bancarios europeos, entre otros. La central quería levantarse en pleno territorio lenca, sin consultar con la población del lugar como establecen los instrumentos internacionales de derechos humanos, violando por tanto sus derechos y destruyendo un espacio sagrado. El Copinh desarrolló toda una estrategia que combinó un plantón permanente de más de un año para paralizar la construcción y la celebración de cabildos democráticos para conocer la opinión de las comunidades, así como la extensión global del conflicto, a partir de un llamado a la solidaridad internacional contra el golpe y sus megaproyectos. Lograron paralizar la central, por lo que necesitaban acabar con lo que Berta representaba. La noche del 3 de marzo de 2016 entraron en su casa y la asesinaron, hiriendo además al activista medioambiental mexicano Gustavo Castro.

La mataron por lo que representaba pero, al asesinarla, han conseguido el efecto contrario: Berta se ha multiplicado.

Se ha multiplicado su mensaje de articulación de agendas y sujetos diversos en defensa de los pueblos, de sus territorios, de la primacía de los derechos y de las vidas frente a los mercados y los beneficios; se ha multiplicado su apuesta feminista de las mujeres como sujeto político en primera línea para resistir y enfrentar al poder corporativo y construir otros mundos; se ha multiplicado el reconocimiento al derecho de los pueblos indígenas a la vida en sus territorios como espacios propios de identidad, de presente y de futuro; se ha multiplicado la atención global sobre lo que ocurre en un país como Honduras, azotado por la violencia, la dictadura y el ensayo de dantescas experiencias como la que suponen las ciudades modelo, territorios completos en los que desaparece toda legalidad pública en favor del control empresarial; se ha multiplicado la lucha internacional contra la ofensiva que el capitalismo ejerce sobre nosotras, nuestros cuerpos, nuevos bienes comunes, nuestra democracia, nuestra libertad. Berta vive y se ha multiplicado.

Siguiendo este legado, las organizaciones vascas que conformamos la Plataforma Elkartasuna Eraldatuz nos unimos hoy a todas las movilizaciones que en distintos puntos del planeta se han convocado en recuerdo y reafirmación de la lucha de Berta. Una lucha en defensa del territorio y de la vida digna por la que, según Global Justice Now, más de 350 activistas fueron asesinadas entre 2014 y 2016.

Es por todo esto que seguiremos exigiendo las garantías debidas en el proceso judicial contra los perpetradores y los autores intelectuales del asesinato de Berta Cáceres. En este proceso se ha imputado hasta el momento a ocho personas, entre las que se encuentran un militar y un representante de la compañía DESA. En todo caso, no se ha contado con las mínimas garantías legales, guardándose todavía el secreto de unas investigaciones plagadas de irregularidades. Precisamente por ello, Gustavo Castro ha interpuesto demandas contra el gobierno hondureño ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y contra la jueza del caso en La Esperanza, Intibucá, para que el crimen no quede impune. Creemos fundamental acompañar estos esfuerzos hasta que todas las personas implicadas sean juzgadas y encarceladas.

Queremos fortalecer nuestra solidaridad internacional con el pueblo hondureño en este contexto complejo y violento que atraviesa el país centroamericano; llamar la atención global para evitar que Honduras salga de la agenda, y acompañar y consolidar las alianzas con las múltiples organizaciones sociales y políticas que defienden allá la vida y la democracia, como el Copinh y Vía Campesina. Una democracia de facto y fraudulenta debe ser combatida y denunciada desde el conjunto de la comunidad internacional. Esta solidaridad trasciende Honduras y es extensible al conjunto de pueblos de América Latina que hoy sufre una nueva arremetida de las derechas (nuevas y viejas), que tratan de revertir los avances de las últimas dos décadas mediante golpes de Estado, golpes parlamentarios, recortes sociales y represión. Más allá por tanto de las diferencias políticas, no debemos permitir ningún paso atrás en términos de dignidad, soberanía e igualdad, apostando incluso por una nueva oleada emancipadora. Euskal Herria y América Latina debemos estar, en este sentido, más unidas que nunca.

Vamos a continuar defendiendo la tierra y el territorio aquí y allá, en América y en Euskal Herria, porque solo así podremos enfrentar este injusto sistema. Seguiremos el llamado de Berta a articularnos sindicalistas, feministas, ecologistas, militantes de múltiples movimientos bajo agendas de unidad, a la vez que diversas; a vincular luchas aquí y allá, en contextos diferentes pero bajo parámetros y antagonistas similares, que unan Garoña con las hidroeléctricas, los desiertos eólicos y el acaparamiento de tierras para producir agrocombustibles, por poner solo un ejemplo. A buscar, en definitiva, los nexos comunes más que nuestras diferencias.

Hacemos nuestras las palabras de Berta: «Despertemos, despertemos, humanidad, ya no hay tiempo. Nuestras conciencias serán sacudidas por el hecho de estar solo contemplando la autodestrucción basada en la depredación capitalista, racista y patriarcal».