Claudio Lomnitz
Escritor y antropólogo

¿Socialismo del siglo XXI?

En qué consistió el mal llamado «socialismo del siglo XXI»? Para quienes nos interese el socialismo democrático, importa deslindar ese ideario de las prácticas económicas y políticas del chavismo. Lo de Venezuela no es, ni ha sido, socialismo. Redistribución de la renta petrolera a sectores populares –a veces con recursos creativos y positivos– también. Pero ¿un nuevo socialismo democrático? ¿Un enfoque creativo ante la economía del siglo XXI? No.

En Venezuela la economía está herida de muerte. Hay una escasez que engendra protestas multitudinarias, aun frente a la represión callejera, la amenaza de encierro y la violencia paramilitar desatada y sin cortapisas. La institucionalidad democrática se desfondó y es sustituida por el uso politizado del aparato estatal como instrumento de cooptación y coerción. Pan o palo, como don Porfirio. Pero ya queda poco pan, y la represión la administran guardias y hampones. Hay desconexión entre Maduro y la ciudadanía, cosa que se nota incluso en órganos de prensa chavistas, y una sangría brutal de la clase media venezolana a todos los países de la región. Hay «mafia en el poder» y hay, siempre y sobre todo, dependencia petrolera.

Es verdad que el proceso venezolano ha promovido algunos elementos de socialismo y de democracia –son aspectos que se deben destacar y rescatar–, pero están subsumidos a una negociación constante entre los movimientos sociales y la estructura clientelar del Estado caudillista; subsumidos a la lógica implacable de una economía rentista.

Es cierto que lo que ha habido en Venezuela es también antiimperialismo, sólo que entendido frecuentemente como chovinismo nacionalista, y como sentimiento contrario al imperialismo de EEUU. El expansionismo capitalista chino, por ejemplo, no ha sido objeto de la crítica. Los aliados más defendidos de Hugo Chávez fueron figuras como Gaddafi, Ahmadinejad y Putin, que poco tenían o tienen de socialistas. Los amigos de Chávez podían ser valientes en su determinación de contrariar al Gobierno de EEUU, pero es imposible calificarlos de demócratas o de socialistas.

¿Hubo, acaso, un ideario económico del chavismo? Da la impresión de que el ideario, en la medida en que haya existido, fue un recalentado del pensamiento desarrollista de mediados del siglo XX: «sembrar el petróleo», como se decía entonces. El chavismo experimentó también con programas de construcción de vivienda de gran envergadura, aunque de naturaleza no tan distinta de los que hay en economías neoliberales, como la de Chile. En el campo, el reparto agrario fue altamente desordenado, clientelar, violento y pleno de inversiones corruptas, al grado de que Venezuela depende más que nunca de importaciones de comida, sólo que ahora, con la baja en los precios del petróleo y los niveles inestimables de incompetencia del madurismo, llegan a Venezuela mucho menos importaciones de las que se necesitan.

Los sectores de izquierda que se decidieron por apoyar al chavismo lo hicieron por varias y distintas razones. Así, la economía brasileña se benefició enormemente de las políticas desarrollistas de Chávez, y quizá por eso, Lula apoyó a Chávez y Maduro, pese a su evidente diferencia con el relativo buen gobierno y con los preceptos democráticos del PT.

Hoy ya no hay mucho beneficio que pueda repartir Venezuela allende sus fronteras. Sólo queda el desastre económico, y algo del espíritu socialista y de lucha de sectores aguerridos de la población. Finalmente, el imaginario económico del chavismo se parece demasiado a la borrachera petrolera que en su momento padeció el presidente José López Portillo: «administrar la riqueza». Cuando baja el precio del petróleo, se termina la magia del mal llamado socialismo del siglo XXI. Hubo en el chavismo un ideario valiente en algunos aspectos, y ocurrente en otros. No cabe duda. Pero la altanería política del régimen fue de la mano de una falta de pensamiento económico innovador, y se reveló insuficientemente comprometido con el proceso democrático.

©La Jornada