Iraia OIARZABAL
ABUSO SEXUAL EN LA INFANCIA

CÓMO CONVIVIR CON CICATRICES QUE MARCAN MÁS ALLÁ DE LA PIEL

SER CAPAZ DE PONER VOZ Y NOMBRE A LOS ABUSOS SEXUALES PADECIDOS DURANTE LA INFANCIA ES EL PRIMER RETO QUE HAN DE AFRONTAR LAS VÍCTIMAS EN EL PROCESO PARA TRABAJAR LA MEMORIA Y EL RELATO DE LO OCURRIDO. ALGO REALMENTE DIFÍCIL POR SER UNA CUESTIÓN POCO TRATADA, TODAVÍA TABÚ EN MUCHOS ÁMBITOS, QUE DEJA PROFUNDAS SECUELAS.

«Para que no haga daño, la memoria coloca las cosas como puede», con esta afirmación explica la sicóloga Pilar Polo el proceso que llevan adelante las víctimas de abusos sexuales en la infancia para, primero explicarse y afrontar lo sucedido, y después construir su relato. Ahora bien, tiene claro que olvidar, no se olvida nunca. Sí puede ocurrir, no obstante, que durante una parte de su vida la víctima no sepa poner nombre a lo que ha padecido y sea en la edad adulta cuando recupera la consciencia de los hechos.

De todo ello habló Polo el viernes en Donostia, en una conferencia organizada por Jakiunde sobre «Memoria, olvido, relato y reconocimiento en víctimas adultas de abusos sexuales en la infancia». Sicóloga de la Fundación Vicki Bernadet de Barcelona, Polo trabaja con víctimas adultas de abusos sexuales durante la niñez y, en ocasiones, también con agresores. Su experiencia constata que estamos ante un tema todavía tabú, aunque cada vez se destapen más escándalos. Desde 2001, la fundación ha abierto más de 9.000 expedientes y solo en 2016 recibieron 1.028 llamadas y 570 visitas a sus asistentes.

La atención, primordial

¿Qué tiene el abuso que lo diferencia de otros traumas? Tras esa pregunta, Polo respondió con crudeza: un niño que ha padecido abusos quizá nunca reciba ayuda y tampoco hay certeza de que la vaya a recibir cuando termine el trauma. Una de las raíces del problema es que muchas veces la víctima no sabe poner palabras a lo que está sucediendo. Otras veces entra en juego la vergüenza a contarlo o el miedo. Como dato, conviene tener en cuenta que alrededor del 85-90% de los abusos suele venir del entorno de confianza y casi nunca se dan una sola vez, el 40-50% lo padecen varias veces. Todo ello en víctimas doblemente vulnerables por su corta edad. «Para muchos el abuso se convierte en rutina. Creen que es lo que hacen todos los adultos hasta que se dan cuenta de que no es así», afirma.

En este sentido, Polo explica que la memoria traumática la conforman los recuerdos sobre hechos con una valencia negativa y un alto impacto emocional. Por extraño que parezca, expone que en el caso del abuso para muchos niños el impacto emocional no es muy alto porque es lo que ocurre siempre. Añade que, el hecho de que el abuso «se venda envuelto en amor y muy pocas veces como violencia» –con afirmaciones del tipo «lo hice porque le quería»– dificulta el proceso a la víctima. El que muchas veces la figura abusadora tarde mucho en salir a la luz y que incluso no se le ponga nombre es muestra de ello.

Afortunadamente, en algún momento la víctima decide pedir ayuda. ¿Por qué? ¿De pronto recuerdan? «La mayoría explican que siempre ha estado ahí pero no le habían dado significado o no creían que era importante porque ya eran adultos. Otros cuentan que de repente empiezan a recordar cosas de forma muy viva», expresa Polo. También puede suceder que la víctima tenga grandes lagunas, hasta afirmar que no recuerda su infancia. «Para bloquear lo que les hace daño han borrado todo», señala. Pero, tal y como destaca Polo desde su experiencia, las cicratices no se pueden borrar, hay que aprender a convivir con ellas.

Por ello, la atención a las víctimas desde el momento que deciden dar el paso de contar lo que ha pasado y el acompañamiento en la construcción de su relato son fundamentales. Explica que muchas veces el sentimiento de culpabilidad o responsabilidad por lo que ha ocurrido, por no haber gritado más fuerte o no haber dicho «no» marca a las víctimas. Ello hace que tengan que enfrentarse a un proceso para construir su identidad personal desde la asunción del trauma vivido. Es decir, cómo explicarse ante el mundo y a uno mismo. Y es que, como recuerda la sicóloga, aquello que no se nombra no existe.