Víctor ESQUIROL
CRÍTICA «El rey de los belgas»

El rey de la Desunión Europea

Bélgica es ese país extraño convertido en el centro neurálgico de la Unión Europea. Una decisión que cabría poner directamente en el saco de momentos más estelares de la humanidad, al convertirse esta en el más despiadado de los metaguiños posibles. Y es que más allá de la cerveza, la burbuja del fútbol moderno y otros tópicos más o menos acertados, Bélgica destaca por ser un país profundamente dividido.

En un terreno más pequeño que Catalunya, conviven dos pueblos (los valones y los flamencos) que tienen en común el odio que se profesan recíprocamente. A lo mejor, se podría ampliar la lista a las selecciones nacionales deportivas y a la figura del Rey. Así, en mayúscula, pues la responsabilidad que recae en sus regias espaldas es ni más ni menos que evitar la secesión de su país... a lo mejor, de toda la Unión Europea, también. La nueva película de Peter Brosens y Jessica Woodworth es una seudo-no-ficción sobre la odisea de dicho monarca, de una punta a la otra del viejo continente. Un accidentado viaje, acumulación de accidentes de varias índoles, que este patético, pero entrañable personaje se ve obligado a efectuar porque resulta que, cuando se encontraba en misión diplomática en Turquía, le llega la noticia de la inminente disolución de su reino.

El planteamiento de la historia es prometedor; el de la presentación, aún más. Brosens & Woodworth siguen la senda marcada por ‘La quinta estación’ (cinta que acabó de ponerles en los radares cinéfilos) y conciben un auténtico Objeto Cinematográfico No Identificado. Una rareza que en demasiados tramos parece contentarse con dicha condición, y no querer ir más allá de la pose marciana. Un artificio de diseño atractivo, pero de funcionamiento aparatoso. Incluso irritante. Una brillante insinuación del fracaso del proyecto europeo mal concretada en una serie de gags de poco calado cómico, incapaces de mantener la “unión” del conjunto.