Iñaki LEKUONA
Periodista

De moraleja

Ha durado en el cargo poco más de un mes; una marca de tiza en la pizarra de la Historia. Y se va porque dimite, quizá el juicio más sabio que haya tomado en su vida tras la firma del convenio en el que París reconocía y adoptaba como enseñanza concertada la formación inmersiva en euskara. Veintitrés años se han evaporado desde que aquel joven conservador de provincias, elevado al Ministerio de Educación, comenzara a soñar con un destino en el palacio del Elíseo.

Sus oponentes le describen desde entonces como un narcisista arrogante, un vigoréxico de moralina, pero, en realidad, sus adversarios son escasos. Porque François Bayrou no ha inquietado nunca a la primera línea política francesa, que ha optado generalmente por el menosprecio hasta que llegó Macron para encumbrarlo al Ministerio de Justicia.

Este era su gran momento de gloria. Tan era consciente de ello que preparaba una ley sobre la «moralización de la política» que le llevaría a él, catedrático de Letras Clásicas, a la cátedra de la Historia de Francia como azote de la corrupción. Sin embargo, una trama de financiación inmoral en su partido le ha descabalgado de la carrera política convirtiéndole en el primer responsable político que es víctima de su propia ley antes siquiera de que le haya dado tiempo a promulgarla. Y vuelve ahora a su Alcaldía de Pau, en un final que es en sí mismo toda una moraleja.