Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «Detroit»

La noche más sobrecogedora

Mientras la actualidad se encarga de recordarnos la plena vigencia de las desigualdades raciales que se suceden en Estados Unidos y los continuos estallidos de rabia provocados por la violencia policial, topamos en la gran pantalla con esta sobrecogedora radiografía social filmada por una Kathryn Bigelow que prolonga con maestría su vena de cronista americana. Abandonados los territorios bélicos oficiales –aquellos que son declarados como zona de guerra por decreto político–, la cineasta planta su cámara en mitad de otro campo de batalla cuya principal diferencia con las anteriores “En zona hostil” y “La noche más oscura” radica en la escenografía ya que el conflicto descrito se encuentra en las propias entrañas de Estados Unidos. Nadie puede discurtirle a Bigelow su vibrante pulso narrativo y el ritmo que imprime su cámara, siempre atenta y nerviosa. Visualmente poderosa, “Detroit” cuenta además con el añadido de un guion muy valiente ya que, a pesar de no haber una versión oficial que certique lo que aconteció en el motel Algiers de Detroit, lo argumentado por el guion de Mark Boal resulta muy creíble, ya que se fundamenta en la explosión racista que protagoniza un grupo de policías que amparados en la impunidad que les otorga su placa, desatan el horror mediante la tortura y la vejación.

Tras un prólogo en formato animado y unas apuntes que describen la tensa situación padecida por la comunidad afroamericana en los guetos masificados de Detroit en aquel convulso 1957, el filme deriva hacia el punto más determinante del largometraje, las escenas de terror que tienen lugar en el citado motel y que transforman el conjunto en una noche sicótica que rezuma sangre, sudor y llantos.

La tercera parte se desarrolla por los cauces de un juicio que certifica los desórdenes de la trastienda americana.