GARA
París

El Consejo de Ministros hará oídos sordos a las demandas ciudadanas

La fuerte convicción en que esta reforma laboral será beneficiosa para el conjunto del tejido social del Estado francés que muestran los integrantes del Gobierno francés, con su presidente a la cabeza, tiene la contrapartida en la absoluta convicción de que solo servirá para ampliar las diferencias de ingresos entre clases sociales porque, entre otros efectos, favorecerá la precariedad en el empleo.

«Estamos decididos a que estos decretos no salgan adelante. Es un auténtico drama para la juventud de este país», declaró ayer Philippe Martinez, líder de la CGT, el principal sindicato de carácter estatal que llamó a secundar esta jornada de movilización en la víspera de un Consejo de Ministros que, si se sigue el guión anunciado, aprobará hoy el primer paquete de decretos para sacar adelante la reforma laboral prometida por el presidente francés, Emmanuel Macron.

Según las estimaciones que difundieron algunos medios de comunicación a primera hora de la tarde, la movilización no fue tan amplia como la del pasado día 12, cuando entre 500.000 personas, según las organizaciones convocantes, y 225.000, según las autoridades, sacudieron el asfalto a través del Hexágono la para protestar contra «los retrocesos sociales» que, como dicen sus detractores, prometen las reformas de Macron.

Tras el movimiento sindical y la reunión gubernamental, mañana tomará el relevo la izquierda política, ya que “los insumisos” que siguen a la formación que dirige Jean-Luc Mélenchon (La France insoumise) tienen cita en París para marchar en una manifestación contra lo que han denominado «golpe de Estado social». Y el lunes volverán a tomar las calles los transportista, que han prometido una «movilización masiva» que podría llegar a paralizar, aunque sea parcialmente, gran parte de la actividad económica en el Estado.

«No vamos a recular»

Esta frase, «On ne va pas reculer», la pronunció la semana pasada la ministra de Trabajo, Muriel Pénicaud, para dejar claro anticipadamente que las movilizaciones de protesta no van a tener un gran impacto, al menos a corto plazo, sobre las iniciativas del Ejecutivo.

Además, el propio Macron volvió a utilizar el martes un lenguaje arrogante, y sin miedo a “calentar” el ambiente, al defender la que fue una de sus promesas faro de la campaña electoral. «Creo en la democracia, pero la democracia no está en la calle», comentó en la cadena CNN International. «Como respeto a quienes se manifiestan, también respeto a los electores franceses, que votaron por el cambio», insistió. Lo que no suele recordar el presidente francés es que en la primera vuelta de las elecciones celebradas la pasada primavera apenas cosechó el 24% de los votos.